El espíritu de quien busca curiosos lugares históricos para ocupar el tiempo este verano, queda satisfecho cuando se adentra en las conjeturas de la biografía de Ernesto Guevara de la Serna, palpable en la Loma del Taburete, en la comunidad Las Terrazas, de Artemisa.
La subida al histórico sitio, que sirvió de campamento al Che durante la preparación de la guerrilla que lo acompañaría en la gesta boliviana, forma parte de las actividades estivales y constituye una de las opciones culturales, dirigidas a acercar a las nuevas generaciones a las tradiciones revolucionarias del pueblo cubano.
Analia Piña, historiadora de Las Terrazas, asegura que El Taburete fue determinante en las postrimerías del Guerrillero Heroico, como si allí se presagiara su desventurado e incierto futuro.
Regresa a Cuba, proveniente de Praga, en condiciones de clandestinidad en julio de 1966, para reunirse- en la cercana loma- con el grupo de internacionalistas cubanos seleccionados para combatir en Bolivia, refiere mientras señala el verde muro de 452 metros sobre el nivel del mar.
Corona esa montaña, en la actualidad, un lugar de culto para los jóvenes revolucionarios, un monumento que alumbra con la esperanzadora luz de la rebeldía, describe la también profesora de historia de Cuba en el Centro Mixto República Oriental del Uruguay (ROU).
El resistente monolito de ferrocemento fue creado por el escultor Agustín Hernández, respondiendo a una iniciativa de la Dirección Política del Ministerio del Interior, expresó la especialista en historia local.
Lo constituye una estrella como centro, que simboliza al Che, rodeada por una explanada donde se colocaron 38 rocas que representan a los combatientes que lo acompañaron a Bolivia, cuyos nombres están recogidos en una tarja que forma parte del conjunto escultórico, explicó.
En torno al metafórico obelisco crecen cinco palmas, símbolo que representa a los antiterroristas cubanos(Los Cinco) que estuvieron condenados a recias prisiones por más de 15 años en los Estados Unidos, mencionó.
A ambos lados del sendero que llega hasta el lugar, el caminante puede cobijarse con la sombra de los olivos que crecen sobre tierra cubana mezclada con tierra de La Higuera (Bolivia) y de Rosario (Argentina), lo cual simboliza la hermandad entre esas naciones, refirió.
El lugar constituye un balcón que se asoma por encima de toda la provincia, donde se pueden ver ambas costas, la norte y la sur, y es también la punta de la Cordillera, donde los vientos crean corrientes eólicas que llenan de oxígeno los pulmones de quienes llegan a rendirle devoción al Che, detalló.
Y con la pasión revolucionaria que la define, concluyó diciendo, que solo los fieles entienden qué significa la frialdad que cala los huesos de esas brisas: pareciera que el espíritu del Che ronda por allí todavía, aunque sus ideales se han esparcido por toda la América Latina para aterrorizar a los gobiernos que no son leales a sus pueblos.
Manuel Alejandro Hernández Barrios / Cubaperiodistas