Más que un discurso parecía estuviésemos ante un show-man de estudiada pose televisiva y aprendiz de un relato vacío, apócrifo, ominoso y deshumanizante, concertado para el andamiaje de su teatro oral o corifeo, con el respaldo además de un grupo de cohortes que le animaba mediante vítores o que le regalaba a partir de la ejecución de un violín las notas del himno de los Estados Unidos –¡!bastante mal interpretadas!! por alguien correspondiente a una fauna mercenaria-batistiana–, y que aplaudía con oprobioso delirio el Happy Birthday para el Mr. President dentro de unas horas. Sí, sin lugar a dudas, el Águila ya abrió sus alas, y las puso al descubierto para que nadie dude al respecto. Aunque esta Águila ya es conocida desde hace siglos por todos los cubanos…por su retórica y actuación hostil y criminal.
Un reconocido politólogo cubano (doctor Salvador Morales), calificó de “lastimosa” la tan esperada intervención del Presidente Donald Trump, en especial, algunos que aún esperaban entusiasmados las declaraciones para los llamados cambios sustanciales contra la irrevocable y más que cincuentenaria Revolución de Patria ó Muerte de la vecina Isla. Otros millones: hermanos, amigos solidarios de cada rincón del mundo, receptores también de esa parodia discursiva –repleta de gestos, de mímica ensayada por un experimentado actor de medios y negocios–, seguidamente bombardearon el mundo con sus criterios de apoyo a la Revolución de Enero de 1959, a la más grande y poderosa surgida (sin lugar a dudas!!) a mediados del pasado siglo y que tantas enseñanzas de unidad, ayuda, desinterés, solidaridad, valores y principios humanos…ha llegado a consagrar al mundo entero.
Al respecto, hablemos tan sólo no del ejército o de las fuerzas armadas de Cuba que tanto Trump censuró en su intervención de este viernes 16 de junio en la ciudad de Miami, reservorio de lo más abyecto de una sociedad colonial y neocolonial durante casi más de cinco siglos.
En mi opinión, aunque lastimoso, Trump no emitió un discurso. Fue la puesta en escena de frases cortas, de llamados y promesas a elementos y representantes de aquella fauna que desembarcó en las arenas de Playa Girón en 1961, como representantes del crimen, la explotación, la codicia de pequeños grupos dueños de capitales… Como representantes de la continuación de otro holocausto –más sangriento que las contiendas del 68 y del 95–, contra los heroicos hijos de la Generación del Centenario. Parecía que el Apóstol iba a morir en el Año de su Centenario, expresó fehacientemente el más digno de sus seguidores: Fidel.
A Fidel, a su grandeza, a su perdurabilidad en la vida y en la obra de la Revolución; a sus infinitas enseñanzas atraídas en cada uno de sus discursos al pueblo cubano –¡y esos sí son discursos de un Líder!–, con la dignidad y la Cubanía que siempre nos caracterizó… !Juramos! continuar hasta el último aliento de nuestras vidas consagrarnos aún más a esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, y junto a un ejército que, para desconocimiento de Trump, representa la defensa, preservación y seguridad de un país; si también consideramos al otro ejército con el cual contamos –y para desconocimiento también del Presidente estadounidense–, y es el Ejército de las Batas Blancas, de aquel que, cuando los hechos del huracán Katrina estuvo preparado para brindar su aporte internacionalista y humanista a varias ciudades y comarcas del vecino país. Esos son nuestros ejércitos: son dos y con una honra que sobrecoge y, en buen lenguaje cubano, ¡al más pinto de la paloma!
Ante las medidas de retroceso contra Cuba, ante las declaraciones de mantenimiento y recrudecimiento de un criminal bloqueo impuesto desde hace más de medio siglo por parte del señor Trump, proclamamos que: ¡!Nuestra soberanía e independencia, nuestra democracia socialista, jamás serán negociables!! Y !juramos! continuar hasta el último aliento de nuestras vidas aún más consagrados a nuestra Revolución.
Un discurso memorable
“En el invierno de 1889-90 un acontecimiento de resonancia continental tiene lugar en los Estados Unidos: la primera Conferencia de Naciones Americanas (…) En ella daba su primer vagido ante la expectación de América y la malicia de Europa, una criatura algo enclenque, a la que aún no se había bautizado con el nombre de Panamericanismo (…) Envidiosillos los periódicos de París y de Londres denunciaban el alumbramiento como el engrendro de una especie de zollverein comercial por los Estados Unidos, para excluir a Europa de los mercados sudamericanos; la contraparte del monroísmo político, Washington no recataba su deseo de estrechar intereses”, aunque en nombre de la más fraternal simpatía. Y los pueblos latinoamericanos, entre cándidos y recelosos, aceptaron el convite (…) En su condición de Cónsul del Uruguay José Martí asistió a los agasajos que Nueva York tributó a sus huéspedes ilustres. La Sociedad Literaria Hispanoamericana no podía ser menos, y en la fiesta que les ofreció en el Scottish Rite Hall, su presidente anunció a “nuestro orador predilecto: José Martí (…) En sus palabras, el origen y formación de las dos Américas quedó contrastado en dos estampas, breves y enérgicas como dos aguafuertes, puestas en un marco de fe y esperanza americanas (…) A su gran destino de “nivelar en la paz libre, sin codicias de lobo ni prevenciones de sacristán, los apetitos y los odios del mundo”, ¿cómo podía temerse que prefiriese América andar de zaga de quien se le ofreciese de zagal, o salir por el mundo de limosnera, a que le dejen caer en el plato la riqueza temible? ¡Sólo perdura y es para bien la riqueza que se crea y la libertad que se conquista con las propias manos!”.
(Tomado de: Mañach, Jorge. Martí el Apóstol. Editorial de Ciencias Sociales, La habana, 2015).
Por Astrid Barnet