Cuando en 1984 Guillermina Asia Jiménez Ventura llegó a trabajar como correctora del periódico 5 de Septiembre, de Cienfuegos, ya había dedicado su juventud a unas cuantas tareas que le propusieron porque “nunca supe decir que no”.
Su entusiasmo y el apego incondicional a la Revolución la llevaron a la Isla de la Juventud en la siembra y recogida de toronja; a Camagüey en la zafra de los Diez Millones; a las escuelas en el campo como profesora por nueve años en Yaguaramas y a la Escuela de Cuadros de la UJC.
Hoy, más de treinta y tres años después de entrar al gremio de la prensa, conversamos para que nos cuente sobre sus pasos y sus huellas entre galeras y pantallas de computadoras.
“Quise acercarme a mi hogar, tenía una niña pequeña y me entero de la necesidad de correctoras en el periódico inaugurado el 5 de Septiembre de l980. Estaba Mirta Azalia Silverio como directora. No sé si por mi trayectoria o porque era profesora, afín con lo que iba a desempeñar, yo le pregunto:- ¿Ahora yo espero, usted me avisa? y ella me dijo: – No, usted comienza mañana.”
¿Por qué te decidiste por el oficio de correctora, mas cuándo estaba tan cerca el olor a tinta, el ruido de los linotipos y otros equipos y en buena medida era una labor nocturna?
“No sé explicarme por qué me enamoré de ese oficio; yo venía de los muchachos, de la escuela. Creo me ayudó mucho encontrarme con una compañera como Elba Lourido, que fue una maestra para nosotras y el colectivo que había ahí, enseguida nos compenetramos, el trabajo era intenso y rudimentario comparado con las condiciones actuales, pero en el día a día fui enamorándome del aquel oficio, no miraba el sacrificio que había que hacer y cuando vine a ver ese era ya mi lugar.”
Precisamente, ¿qué diferencias y semejanzas hay en el ejercicio de corrección en aquellos años y en la actualidad?
“Eso no tiene comparación, si nosotros miramos en retrospectiva, aquello era tan difícil de llevar. Hoy los que comienzan pues no saben todo lo que se pasaba para que saliera un periódico y no dejaba de salir; yo recuerdo que nunca el periódico dejó de salir por problemas nuestros. Hay que ver cuánto teníamos que hacer para que ese periódico saliera.”
– ¿Nos puedes contar qué es salvar un periódico desde el anonimato, lo que esos ojos revisaron y las erratas que salvaste durante tanto tiempo?
“Salvar un periódico lleva mucho, desde concebir la edición hasta que se publica. Desde nuestra posición como correctores debíamos impedir que no salieran erratas y el trabajo era realmente muy difícil pues en los tiempos de los linotipos y las cajas, había muchachos con poca experiencia y bajo nivel cultural. También estaban otros como Alfredo Márquez, Boris García, Dagoberto Muñoz, Jorge Hernández, Gilberto Vilches, Pedro Hernández, que eran estrellas, muchos de ellos procedían del periódico Vanguardia, de Villa Clara. En los linotipos iban cayendo las líneas de plomo en unas cajitas que a veces se trastocaban y daban lugar a los “empastelamientos”, a los que le teníamos terror”
“Cuando eso sucedía aquello era como para volverse loco. En ocasiones cuando regresaban las pruebas de galeras o de páginas venían con esos o con más errores y era un trabajo agotador hasta altas horas de la noche. Por momentos llegabas casi a no razonar y en ocasiones sufrimos errores que se nos fueron a la calle, aunque muchos también fueron salvados.”
-¿Qué otras anécdotas tienes sobre lo que pudiera añadirse a “las obras maestras del error”, que pueden estar en el ámbito de los conceptos, las cifras, nombres, cargos, lugares, etc.?
“Sí, sí, como no, recuerdo que en aquellos años nosotros teníamos informaciones de zafra, las estadísticas, que era agotador, casi imposible con tantos números que no se fueran errores. Creo realmente que el trabajo de las correctoras en aquellos momentos, más que hoy, porque si hoy es serio y seguirá siendo serio siempre y de mucho cuidado y de mucha responsabilidad. En aquellos momentos por el poco desarrollo, no había la tecnología que tenemos hoy, se nos hacía muy difícil poder llevar a cabo ese trabajo que era diario; empezábamos por la mañana y no sabíamos cuándo íbamos a terminar”.
Guillermina recuerda que con el paso del tiempo, “para no quedarme atrás, me incorporé a los cursos de computación ofrecidos por la Escuela Nacional del Partido Ñico López”.
–¿Concuerdas con el académico cubano José Benítez que la falta de precisión en la redacción de noticias atenta no sólo contra el prestigio del periodista, sino también del órgano de prensa?.
“Claro que sí, porque si el periodista pusiera mucho más cuidado, volviera a leer su trabajo, releerlo antes de entregarlo, pues llegara a nosotros con menos errores. Otra cosa es que no todos los periodistas tienen aquello de aceptar cuando se le señala el error o el descuido con el lenguaje. Con eso he tenido que lidiar a lo largo de mi trabajo de correctora. Hay veces que no es por convencimiento, sino venciendo a aquella persona para que se dé cuenta que no es así como debe escribir, no como el trabajo estaba sino como se le arregló. Hay trabajos periodísticos que son premiados y detrás de ese premio está el esfuerzo de quien lo revisó en el anonimato. Hasta párrafos que hay que rehacer completos para que tuvieran el sentido requerido…”
– ¿Qué aconsejas a los jóvenes y menos jóvenes para evitar el error?.
“Les aconsejaría que sean cuidadosos al escribir y no se cansen en revisar, pues es muy grato tener una buena obra terminada, un trabajo que amerite leerse por su calidad. Hay quien no se ocupa de darle seguimiento, aunque hay periodistas que son tan preocupados que aún ya cuando el trabajo va a salir, les gusta pasarle la vista y eso es muy positivo, porque ahí se ve la responsabilidad, el deseo que tiene el periodista de que su trabajo sea perfecto o casi perfecto.”
– ¿Sabes que eres la única correctora en el país que este año ha sido galardonada con un Premio Provincial por la obra de la vida? ¿Cómo valoras este hecho?.
“Yo he sido la primera y la única ahora en recibir ese premio pero no la única que lo merece, porque estoy segura que con el trabajo que hacen las correctoras muchísimas merecen tenerlo, por una labor meritoria, de mucha responsabilidad. Es una tarea que implica desvelo, no descansar hasta que salga el periódico, a la par de un periodista. Sé que en este caso todos los periodistas que estaban nominados aquí en Cienfuegos merecían ese premio porque son excepcionales, personas muy capaces. Me tocó y yo lo disfruto, pero no dejo de comprender que hay personas muy valiosas, periodistas que lo merecen también”.
– Hoy con 72, sabemos que pudiste jubilarte desde hace ya muchos años y que a pesar del quebrantamiento de tu salud por una enfermedad como el cáncer que enfrentas con la ayuda de los especialistas, siempre has estado como decimos los cubanos “al pie del cañón”. ¿Hasta cuándo serás correctora?
“Esa es una pregunta que no sé contestar; seré correctora hasta que mis superiores vean que yo no puedo seguir; no ha pasado por mi cabeza la jubilación; veo que hay otras personas que están locas porque les llegue el día la jubilación; yo no sé si sabría quedarme en mi casa; si sabría estar sin trabajar; tengo 52 años de trabajo y no sé lo que es pensar en levantarme por la mañana y no ir para mi trabajo. Disfruto mi trabajo y el periódico, lo siento como si fuera mi segunda casa. Si tuviera que dejarlo tendré que adaptarme como otros lo han hecho; quizás ya la salud, quizás ya la vejez, pero mientras tenga fuerza; tenga lucidez y esté competente para hacer esta labor voy a ser correctora.”
Al oírte hablar así con esa entrega, dedicación y laboriosidad, coincido con el colega nuestro que te calificó como una guerrera de la redacción y de la vida. Muchas Gracias
Felicitación para Guillermina ejemplo de consagración al trabajo y la formación de las nuevas generaciones, con mucha justeza el jurado que otorgó los premios provinciales de periodismo reconoció su labor anónima en la corrección de los trabajos periodísticos que publica el 5 de Septiembre.
En el día ayer, 19 de diciembre de 2017, a las 12 y 15 del mediodía, Guillermina daba su último suspiro. Una lucha tenaz contra el cáncer, por cuatro años, la venció en definitiva.
Guillerma, ¡te vamos a extrañar!
Por Mercedes Caro Nodarse
Solo tú Guillerma (Guillermina Jiménez Ventura), porque eres (nunca serás eras) única podías lograr que el cementerio Tomás Acea no cerrara a su hora habitual. Para quienes te acompañamos en tu último adiós, dejar que la noche se adueñara de ti y de tu cuerpo, y de todas tus cosas, resultó una experiencia inolvidable, nunca antes habíamos estado en un sepelio nocturno; pero es que tú eres así, tan preocupada como siempre, no quisiste que pasáramos “una mala noche” y nos hiciste mover “cielo y tierra”, pedir permisos y lograrlos, porque se tratada de ti.
Hace apenas una hora (6:30 p.m. del 19 de diciembre de 2017) te dejamos en el campo santo. Y ya extrañamos tus llamadas; esas que nunca faltaron cuando alguien estaba enfermo, un familiar nuestro o nosotros mismos. Ahora, quién se interesará por mí, o por mi mami, o por mi hijo, o por mis nietas… cuando solo nos duela una muela, o simplemente una uña del pie…; sí, así mismo, porque tan solo teníamos que sentirnos una leve molestia para que tú nos llamaras, aconsejaras, ofrecieras tus servicios, tu ayuda…
Miro hoy a tu estación de trabajo y te busco. No puedo comprender que nunca más estarás ahí sentada, leyéndonos algunos de los mensajes que recibías en Facebook, o la noticia de última hora; el parte meteorológico cuando nos amenazaban los huracanes, el terremoto de Ecuador o el de otro sitio, que si un tiroteo en una escuela, que hay muertos, que el mundo está patas pa’rriba…, o buscando los resúmenes de la Mesa redonda.
Ay, Guillerma, no cabe duda alguna, te vamos a extrañar.