“Se discute hoy mucho sobre el futuro, sobre qué mundo queremos dejarle a nuestros hijos, qué sociedad queremos para ellos: dejemos un mundo con familias, es la mejor herencia”. Así afirmó el Papa Francisco en un sencillo encuentro con las familias en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, en Santiago de Cuba, en su trascendental visita de 2015. Allí llamó además a cuidar nuestras familias, por “ser verdaderos espacios de libertad” y “centros de humanidad”.
Lo expresaba desde la Mayor de las Antillas, donde la familia es la institución más valorada por sus hijos, aun cuando ha sorteado no pocos desafíos y ha sufrido, en los últimos años, significativos cambios. No olvidemos que nuestro Estado asume responsabilidades con la familia, la maternidad y el matrimonio las cuales se expresan en el capítulo cuarto, de la Constitución de la República.
Varios factores han incidido en los cambios, entre ellos la caída de la fecundidad, el aumento de la esperanza de vida, la proporción de personas de más edad con respecto al total de la población, así como la existencia de más personas dispuestas a emigrar. Recordemos que desde 1978 la fecundidad en Cuba cayó por debajo del nivel de reemplazo (2,1 hijos por mujer), o sea, por cada mujer en edad reproductiva no queda una hija que la sustituya con capacidad de procrear.
A ello se une que actualmente casi el 20 por ciento de la población tiene más de 60 años, y para 2050 seremos el noveno país con la mayor población de ancianos del mundo, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información. Es un hecho que coloca el país frente a múltiples desafíos, en tanto obliga a prestar mayor atención a las necesidades emergentes de una población de edad avanzada cada vez más numerosa.
En su conferencia magistral Evolución de la familia cubana. Transformaciones socioeconómicas, culturales y demográficas, impartida en la jornada inaugural del IX Conferencia Internacional de Derecho de Familia, desarrollada esta semana en el Hotel Habana Libre Tryp, la Doctora María Elena Benítez Pérez, investigadora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, destacó que a partir de estos indicadores se han producido notables cambios y reajustes en los hogares y la familia, aunque esta última sigue teniendo un lugar privilegiado.
Apuntó que tres son los factores protectores de la familia: amplia red de servicios sociales, la posición de la mujer y el capital cultural formado por la Revolución. A pesar de ello, reconoció la investigadora que se enfrenta a problema cotidianos: la vivienda, los ingresos, la alimentación y el transporte público. Este déficit limita la formación espontánea de nuevos núcleos familiares; y en ocasiones, se asocia también con la dificultad en la formación y estabilidad de las nuevas parejas.
LA MUJER: PIVOTE DEL CAMBIO
Entre las tendencias que marcan las transformaciones en la célula fundamental de la sociedad, Benítez Pérez mencionó el aumento del número de hogares en que ambos cónyuges trabajan y el incremento del número de hijos que nacen antes de, o sin, que los padres formalicen su unión, así como también la reducción del tamaño medio de la familia (menos nacimientos y padres por familia), lo que tiene efectos significativo sobre el cuidado.
Destacó también que coexiste una creciente inestabilidad de las uniones que se manifiesta en rupturas conyugales y en familias reconstituidas (tus hijos, mis hijos y los nuestros), lo que ha llevado a cambios en los roles parentales. Además, el género adquiere relevancia analítica y amplía las expectativas de la satisfacción personal de la mujer, más allá del matrimonio y la familia.
La investigadora dijo que hay más mujeres al frente de sus hogares (en 1959 el 14.4 por ciento y en 2012, el 44.9), más personas dispuestas a migrar y mayor aceptación de la diversidad. “En la actualidad existen menos miembros de la familia que cuidar, pero ese cuidado se complejiza por la existencia de los adultos mayores. Los hogares de tipo unipersonal ganan cada vez más en importancia, aspecto relacionado con el crecimiento de la población de 60 y más años de edad y la migración”, explicó.
Benítez Pérez señaló que un pivote del cambio ha sido la incorporación masiva de la mujer al trabajo asalariado, el considerable aumento de su nivel de instrucción y la feminización de la fuerza técnica del país. Por citar algunos ejemplos concretos, hoy las mujeres son el 49 por ciento de la masa de trabajadores en el sector estatal civil, el 66.8 de la fuerza de mayor calificación técnica y profesional del país y el 48.8 de los escaños del Parlamento.
Estos factores mencionados han sido sostenidos por una voluntad política explícita de promoción de la mujer y de reducción de las desigualdades sociales y territoriales. Las implicaciones de estos cambios han sido igualmente trascendentales para la familia, aun cuando no siempre ha sido fácil para la mujer combinar los papeles de madre y mujer trabajadora, y en la adaptación a esta nueva imagen ha tenido que luchar contra una cultura patriarcal, detalló.
¿Y LA FUNCIÓN EDUCATIVA DE LA FAMILIA?
Tres son las funciones de la familia: biosocial, económica y educativa, esta última está orientada a enriquecer y hacer florecer el mundo espiritual del hombre. Sin embargo, las tendencias confirman que muchos núcleos desplazan la última, debido a que tiempo y esfuerzos se concentran más en exigencias materiales como la alimentación y el vestir.
En ello coincide la Doctora Mayda Álvarez Suárez, directora del Centro de Estudios de la Mujer, quien aporta que la formación de valores se ha deteriorado en la familia y la sociedad. Esa responsabilidad, siempre compartida con la escuela, debe adecuarse también ahora al escenario de las nuevas tecnologías. Por ello, es necesario potenciar el reforzamiento del vínculo hogar-escuela, que en los últimos años se ha visto deteriorado, dijo.
Álvarez Suárez detalló que la actualización del modelo económico cubano también ha impactado en los núcleos familiares, pues, en aquellos en los que se elige el trabajo por cuenta propia como forma de empleo, los miembros cambian de su rol de consumidores a un papel de productores. Explica entonces las modificaciones que ello conlleva al interior de las familias, en aspectos tales como la situación económica y las relaciones de poder, que pueden incluir mujeres contratadas informalmente por sus esposos como ayudantes del negocio, en una condición de dependencia.
Otras novedades hay que reconocer según las indagaciones de las instituciones mencionadas y también las desarrolladas por el Centro de Estudios Psicológicas y Sociológicas (CIPS), y es que cada vez son más las personas que contraen más de un matrimonio a lo largo de su vida, por lo que se puede asegurar que el matrimonio ha perdido estabilidad, pero no su atractivo. También la unión de tipo consensual gana cada vez más importancia dentro del patrón de nupcialidad de la población cubana.
La Doctora Rosa Campoalegre Septien, profesora e investigadora titular del CIPS, explicaba en su conferencia Familias cubanas en transición: polémicas, enfoques y desafíos, que hoy estamos transitando de un modelo tradicional patriarcal hacia un modelo emergente, con una mayor democratización de las relaciones familiares, que proyecta otros estilos de comunicación y desdibuja roles tradicionales, especialmente en la maternidad y paternidad, las relaciones de pareja y con los hijos.
“No ha sido establecido, no es un modelo que impera, sino que lucha contra las formas tradicionales de relaciones familiares heredadas del modelo patriarcal. Precisamente, la impronta de esta contradicción marca la emergencia de un nuevo modelo más democrático, dialógico, intergeneracional y que se afianza en cambios estructurales”, aseveró.
También en este escenario se debe seguir atemperando la legislación. Lo mostraba la IX Conferencia Internacional de Derecho de Familia, donde sus participantes llamaron a buscar consenso sobre cuánto falta por hacer para lograr políticas y legislaciones más eficaces en ese campo del saber. Recordemos que Cuba fue el tercer país de América Latina en promulgar un Código de Familia, desagregando del Derecho Civil las normas jurídicas relativas a esta institución.
No obstante, hoy se necesita un código que sea acorde a la Cuba actual y que se atempere a las transformaciones del país y las que han experimentado esta rama del Derecho a nivel internacional. Por suerte su actualización es un proceso que comenzó hace años y que incluye temas como el reconocimiento a la diversidad de familias y la corresponsabilidad entre el Estado y estos núcleos.
Ante los desafíos descritos no se trata de hacer una política de familia, sino de poner a las familia en el centro de todas las políticas, pues esta institución es el factor primario en la formación de la espiritualidad del hombre, al formar sentimientos, aspiraciones, hábitos, tradiciones patrióticas, estilos de comportamientos, normas, actitudes, ideología y convicciones… Entonces, dejemos un mundo con familias.
Por Yuniel Labacena Romero / Cubahora