En la mitad del río Orinoco y frente a Ciudad Bolívar está la “Piedra del medio”, un islote rocoso, ícono mágico y morada principal de la serpiente que lo habita. Una de las más famosas leyendas venezolanas cuenta que por allí cruza el agua en remolinos a ratos. Fueron los aborígenes quienes dieron cuerpo a la historia contada de unos a otros, siempre a partir de la presencia de una enorme bestia llamada la Hidra, con siete cabezas y un solo ojo que en dependencia de la temporada succiona gran cantidad de agua para después expulsarla.
De ahí la existencia de los desniveles del río en las etapas de lluvia y sequía. De ahí el enfurecimiento de las corrientes en torno a la enorme roca debajo de la cual se dice que hay amplias galerías formadas por toda la urbe.
El agua en remolinos: la OEA
El primer día de abril de este año, Bolivia asumió la presidencia del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA). De nuevo “convertida en Ministerio de Colonias”, según remarcó el presidente Evo Morales, luego de que el embajador de su país ante ese organismo Diego Pary denunciara la maniobra.
Para el lunes 3 de abril algunos países habían retomado una jornada extraordinaria para abordar la situación política venezolana. Esa reunión que debió ser presidida por Bolivia y Haití, en su condición de presidente y vicepresidente, respectivamente, inesperadamente inició con Honduras como “presidente interino”, una clara violación de los principios constitutivos que establecen que quien encabece el Consejo solo puede ser reemplazado cuando esté ausente o impedido.
Pero ninguna de esas dos condiciones aplican en este caso porque Bolivia estaba presente, eso sí, había cancelado la sesión inicial por considerarla irregular. El argumento esgrimido entonces por la OEA fue que Honduras era el miembro de más larga data en el bloque, tesis desmentida por la nación altiplánica que se ratificó como la de mayor permanencia histórica en ese organismo.
En medio de esa irregularidad, calificada de golpe institucional, se continuó el debate y se aprobó (sin votación oficial) una declaración sobre la supuesta “grave alteración inconstitucional del orden democrático” en Venezuela.
Al analizar estos hechos bien pudiera preguntarse: ¿con qué moral acusa la OEA a Venezuela? ¿No se buscará con esas desesperadas acciones abrir cada vez más puertas para la soñada aplicación de la Carta Democrática Interamericana contra la Patria de Simón Bolívar?
Otra de las cabezas: el Comando Sur
Pocos días después de esos hechos, el siete de abril, el Comando Sur de Estados Unidos anunció que podría tomar cartas en el asunto.
“Venezuela se enfrenta a un estado de inestabilidad, debido a la falta de alimentos y medicamentos. La incertidumbre política continúa y hay un deterioro de la situación económica. Esta creciente situación de crisis en Venezuela podría obligar a una respuesta regional inmediata”, cita un comunicado firmado por el almirante Kurt W. Tidd, jefe de esa fuerza militar.
Si bien no se especifica cuál sería la respuesta, se asoma la posibilidad de una intervención. Al respecto, la Cancillería venezolana señaló que la declaración se ampara en “la falaz doctrina de seguridad colectiva regional” para justificar una agresión armada.
Se trata del mismo patrón repetido por voceros y ejecutores de planes de injerencia similares.
Recientemente, el sitio digital Misión Verdad reveló detalles de un plan de trabajo del propio comando que se titula Operación Venezuela Freedom-2, firmado el 25 de febrero de 2016 y que enfatiza en la supuesta existencia de una crisis humanitaria “debido a la rampante violencia, la delincuencia y la pobreza, la inflación galopante, la grave escasez de alimentos, medicinas y electricidad”. Entre lo contenido en ese texto se encuentran: poner en evidencia el carácter autoritario y violador de los derechos humanos del gobierno de Nicolás Maduro, la generación de un clima propicio para la aplicación de la Carta Democrática de la OEA, y la colocación en la agenda mediática de la premisa de la crisis humanitaria de manera tal que pueda conllevar a una intervención. No es casual que la matriz relacionada con la “crisis humanitaria” haya sido una de las principales en las campañas políticas de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
La operación bélica sería ejecutada por el Comando de Operaciones Especiales, la Fuerza Conjunta Bravo y la Fuerza de Tarea Conjunta Interagencial Sur, perteneciente a la inteligencia. Y estaría concebida además como de amplio espectro, conjunta y combinada, con prioridades basadas en conceptos estratégicos como “fuerza decisiva, proyección de poder, presencia en ultramar y agilidad estratégica”.
Idénticas palabras a las contempladas en la llamada Doctrina de Espectro Completo del Pentágono recogida en el documento Joint Visión 2020, confeccionado por la Dirección de Políticas y Planes Estratégicos del ejército estadounidense y considerado como una de las esencias metodológicas de otros manuales y proyectos de guerra no convencional.
Habría que agregar que la Estrategia del Comando Sur de los Estados Unidos 2018, amistad y cooperación para las Américas delinea otros presupuestos para una potencial intervención en América del Sur con el fin de apropiarse de los recursos petrolíferos y acuíferos de la zona.
En ese posible escenario el equipamiento con el cual se dotaría a la reactivada Cuarta Flota sería similar al de la Quinta del Golfo Pérsico y la Sexta en el Mediterráneo. Varios analistas presumen que un portaaviones y varios submarinos pudieran incluso ser los primeros en introducirse en la región. El otro escenario posible es que Estados Unidos pudiera no asumir el costo de una intervención armada, sino que emplearía diversos recursos y medios para favorecer la ejecución por parte de la oposición de las políticas propuestas.
En la actualidad el Comando Sur cubre 31 países, abarca 24.900.000 kilómetros e integra a más de 1.200 efectivos militares y civiles en representación del Ejército, Armada, Fuerza Aérea, Marines, la Guardia Costera, y varias agencias federales.
Se sueltan más demonios: ¿armas químicas en Venezuela?
Un reciente mensaje de un alcalde opositor en la red social Twitter aviva la tensión al referirse a la posibilidad del uso de “armas químicas” contra civiles. El alcalde David Smolansky, del derechista partido Voluntad Popular (VP) escribió que esos supuestos dispositivos se emplearían “por instrucciones del presidente Nicolás Maduro”.
Esa pudiera ser una coartada perfecta para justificar una agresión. ¿Armas químicas en Venezuela? La excusa más emblemática para desatar guerras”, dijo por estos días el defensor del pueblo Tarek William Saab quien también considera que esa exhortación puede remitir a un escenario parecido al de Irak en 2003, cuando una “alianza” de potencias extranjeras lo invadió. Al respecto, Maduro desde su habitual programa televisivo, reiteró que su país no posee ningún tipo de arma química, e hizo referencia al tuit de Smolansky como “una de las cosas más peligrosas que se ha hecho contra la paz y la estabilidad” en los últimos tiempos.
Ya en el año 2016 Larry Johnson, oficial retirado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) había advertido en sus declaraciones a la cadena rusa RT que los países “occidentales” utilizaban el tema de las armas químicas como un pretexto para cargar responsabilidades contra gobiernos “enemigos”, estrategia que se hace acompañar siempre por campañas psicológicas perfectamente proyectadas e intencionadas.
Precisamente fue el presunto uso de armas químicas por parte del gobierno sirio el subterfugio empleado por Estados Unidos para el más reciente bombardeo unilateral contra aquel país. En la acción, calificada por el gobierno del presidente ruso Vladimir Putin como “una demostración de fuerza”, se usaron por lo menos 70 misiles teleguiados Tomahawk, nacidos en la Guerra del Golfo Pérsico en 1991, y con un alcance promedio de unos 1.500 kilómetros de distancia.
Equipados además con ojivas convencionales de explosivos de unos 100 kilogramos, con un moderno sistema de comunicación, esos dispositivos pueden viajar a una velocidad de aproximadamente 885 kilómetros por hora.
Pero, ¿no sería ése un intento por desviar miradas?, o ¿no sería una táctica política para explorar reacciones?
El ojo de la Hidra, la complicidad mediática…
Son las industrias mediáticas las que conectan lo real y lo imaginario. Más que instancias de alienación, son espacios de identificación, agentes culturales y de socialización. Como advierte el lingüista estadounidense Noam Chomsky, las expresiones mediáticas recogen un conjunto de “fantasmas” que las élites económicas, sobre todo, construyen para legitimar su presencia y justificar el uso de la fuerza, incluso la militar si fuera necesaria. En ese entramado, la información que llega al ciudadano común es procesada de manera tal, que ayuda a mantener un clima de opinión conveniente a determinadas ideas.
Según datos oficiales de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones de Venezuela (Conatel), para el año 2015, ese país contaba en el caso de la radio en frecuencia modulada (FM) con 262 concesiones para las comunitarias, 98 para las estatales y 516 para las comerciales o privadas.
Con relación a la amplitud modulada (AM), se tenían 171 concesiones de comerciales o privadas frente a 21 estatales. En la televisión el panorama no es diferente: 44 estaciones de televisión comunitaria, 96 estaciones estatales y, 198 comerciales o privadas. A esto habría que agregar que de los impresos, 98 son diarios privados y siete públicos.
En esas cifras resalta la prevalencia de contenidos en manos del sector privado, de mayoría opositora, al comparársele con los de los servicios estatal y comunitario.
En términos de concentración se aprecia en Venezuela una tendencia similar a la de América Latina donde conglomerados como Televisa, Cisneros, Globo y Clarín dominan el mercado cultural regional así como su comportamiento. También esa lógica es muy semejante a la de los principales actores corporativos a nivel mundial: grupos multimedia con derivaciones en otras actividades como: telecomunicaciones, informática, y gráfica pero también en otras relacionadas con más ramas de la industria y el comercio, incluido el armamentista.
Desde inicios de abril, coincidiendo con los incidentes en la OEA, muchos medios venezolanos se distancian de la verdad para construir una realidad que desfavorece a la actual administración. En su blog, el cronista Marco Teruggi escribe: “Matriz comunicacional, caos e incertidumbre. Como la que se vivió en la noche del lunes: llegaron reportes de varios puntos del este de Caracas, Barquisimeto, Valencia, imágenes de quema de un camión de la Misión Nevado, un edificio de Cval, un local del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), audios con relatos de postes de luz tumbados en la autopista, cortes de calles en el este con personas armadas, incendios de basura, focos de violencia, miedo, desconcierto. Si ése es el objetivo entonces lo cumplen. Se sumerge a las subjetividades, las redes, los teléfonos, las conversaciones”.
Otra de las más recientes manipulaciones es la promoción de un video sobre la conmemoración de los 200 años de la Batalla de San Félix, en el estado de Bolívar. El audiovisual emplea la técnica de prolongar movimientos confusos de cámara para provocar sensaciones de violencia.
Fue aparentemente grabado por una persona que además grita “maldito, maldito”. Puede advertirse cómo otros individuos lanzan papeles y cartas al vehículo donde se trasladaba Maduro. Con una duración de once segundos, el material fue difundido en las redes sociales y en canales de mensajería digital.
Sin embargo, en otros videos sacados a la luz por espacios de comunicación alternativa, se advierte todo lo contrario, cuando al concluir el acto una multitud se acerca a saludar al dignatario quien alza sus brazos y es entonces cuando la gente comienza a aplaudir.
La historia no puede analizarse por fragmentos. Nada de lo que suceda con relación a Venezuela puede interpretarse aisladamente, sino que los acontecimientos merecen ser vistos en contexto y en permanente interrelación: acusaciones de desapego a la constitucionalidad, amenazas de fuerzas militares foráneas, conjeturas sobre la posibilidad del uso de armas químicas, conjura mediática y pretensiones de intervención son algunas de las astucias diseñadas como parte de la maniobra. Nada es accidental, casi todo en el este mundo se planifica de manera estratégica.
Acabar con el proceso político venezolano significa, simbólicamente hablando, detener los cambios progresistas consolidados en otras naciones de América Latina a partir del triunfo en las urnas de Hugo Chávez en 1998.
Reza la leyenda que en las arremolinadas aguas del Orinoco, la Hidra, espera dormida el momento en que sus siete cabezas se unan en la “Piedra del medio” con un relámpago divino para hundir la ciudad. Que no despierte el monstruo cuyas bombas no distinguen rostros. Nada mejor que los buenos augurios sean siempre más fuertes que el demoníaco rayo. Porque hoy perder a Venezuela es desencontrarnos todos.