En su crónica Un drama terrible, dirigida al director del periódico bonaerense La Nación, el 13 de noviembre de 1887 y publicada el 1.o de enero de 1888 en dicho diario, Martí se refiere al ajusticiamiento de los obreros de Chicago apresados a raíz de la huelga del 1.o de mayo de 1886 en pro de la jornada de ocho horas, huelga en la que más de cinco mil fábricas norteamericanas fueron paralizadas y 340 000 obreros salieron a calles y plazas a manifestar sus exigencias.
Lo cierto es que en Chicago, los sucesos adquirieron rápidamente un carácter violento, que culminó en la masacre de la plaza Haymarket (4 de mayo) y en el posterior juicio amañado contra los dirigentes anarquistas y socialistas de esa ciudad, cuatro de los cuales fueron ahorcados un año y medio después.
Martí narra en su emotiva crónica: “En procesión solemne, cubiertos los féretros de flores y los rostros de sus sectarios de luto, acaban de ser llevados a la tumba los cuatro anarquistas que sentenció Chicago a la horca, y el que por no morir en ella hizo estallar en su propio cuerpo una bomba de dinamita que llevaba oculta en los rizos espesos de su cabello de joven, su selvoso cabello castaño”.
Aunque Martí había estado reportando en algunos otros trabajos este proceso de huelgas y reclamos sociales —que, en realidad, había comenzado desde 1830—, esta crónica la escribe luego del ajusticiamiento y, en ella, hace un análisis más integral de los hechos.
Los mártires de Chicago habían sido “acusados de autores o cómplices de la muerte espantable de uno de los policías […], acusados de haber compuesto y ayudado a lanzar, cuando no lanzado, la bomba del tamaño de una naranja que tendió por tierra las filas delanteras de los policías, dejó a uno muerto, causó después la muerte a seis más y abrió en otros cincuenta heridas graves […]”.
Profundamente reflexivo se muestra Martí, que va más allá de la mera narración de los hechos y, por ello, penetra en las conciencias de las gentes; analiza el desarrollo previo del movimiento obrero en la nación poderosa e injusta, que atropella al humilde nativo y al inmigrante: “[…] Cree el obrero tener derecho a cierta seguridad para lo porvenir, a cierta holgura […] y cada vez que en alguna forma esto pedían en Chicago los obreros, combinábanse los capitalistas, castigábanlos negándoles el trabajo que para ellos es la carne, el fuego y la luz; echábanles encima la policía […]”.
Nuestro Héroe Nacional va poco a poco desgranando el estremecedor relato, para luego pintar a cada uno de los mártires con breves y precisas palabras: Parsons, “[…] propuesto una vez por sus amigos socialistas para la Presidencia de la República […]”; Spies, “el director del Arbeiter Zeitung […]”; Engel, “[…] pujaba por tener al anarquismo en pie de guerra […]” ; Lingg, “[…] halló su propia historia en la de la clase obrera, y el bozo le nació aprendiendo a hacer bombas […]”; Schwab, “[…] nutrido en la lectura de los poetas […]”; Fielden, “[…] de bella oratoria, va de pueblo en pueblo levantando las almas […]”; “[…] Fischer alienta y Neebe organiza […]”.
También pinta sus vidas y, sobre todo, les otorga el derecho a luchar por otra más digna: “[…] Quien quiera saber si lo que pedían era justo, venga aquí; véalos volver, como bueyes tundidos, a sus moradas inmundas, ya negra la noche; véalos venir de sus tugurios distantes, tiritando los hombres, despeinadas y lívidas las mujeres, cuando aún no ha cesado de reposar el mismo sol!”.
Para entonces, volver raudo y violento a la narración de los hechos: “[…] Tiembla la tierra; húndese el proyectil cuatro pies en su seno; caen rugiendo, unos sobre otros, los soldados de las dos primeras líneas; los gritos de un moribundo desgarran el aire. Repuesta la policía, con valor sobrehumano, salta por sobre sus compañeros a bala graneada contra los trabajadores que le resisten […]”. Logra el Apóstol describir el terror desatado por los poderosos, que recuerdan la guillotina de la etapa más radical de la Revolución Francesa, tiemblan de miedo y por miedo sus ódenes son drásticas: “[…] Spies les parece Robespierre; Engel, Marat; Parsons, Dantón. ¿Qué?: ¡menos!; esos son bestias feroces […] A lazo cáceseles por las calles […], ¡salúdeseles a balazos por dondequiera que asomen […]”.
Viril y enérgico, denuncia Martí el proceso: “[…] Todo lo que va dicho, se pudo probar; pero no que los ocho anarquistas, acusados del asesinato del policía Degan, hubiesen preparado, ni encubierto siquiera, una conspiración que rematase en su muerte. Los testigos fueron los policías mismos, y cuatro anarquistas comprados, uno de ellos confeso de perjurio […]”. Y añade: “La prensa entera, de San Francisco a Nueva York, falseando el proceso, pinta a los siete condenados como bestias dañinas, pone todas las mañanas sobre la mesa de almorzar, la imagen de los policías despedazados por la bomba; describe sus hogares desiertos, sus niños rubios como el oro, sus desoladas viudas […]”.
Nada de esto resulta nuevo: a procesos judiciales amañados y feroces campañas periodísticas para manipular la opinión pública norteamericana estamos acostumbrados, ¿qué otra cosa han sido los juicios contra los Cinco y las campañas orquestadas contra Cuba, desde tiempos inmemoriales?
No por gusto, el mundo entero convirtió a estos hombres en los mártires de Chicago, no por gusto la fecha se convirtió en homenaje y jornada de lucha por las reivindicaciones obreras. No por gusto el único país de mundo que no festeja el 1.o de mayo el Día de los Trabajadores es Estados Unidos, donde no hay una estatua ni una plaza que recuerde a los obreros asesinados. No por gusto en muchos lugares del mundo ese día sigue siendo una jornada de lucha en pro de justas reivindicaciones; aunque en otros —como Cuba— sea un día de fiesta y reafirmación.
Proféticas fueron las palabras del Arbeiter Zeitung, citadas por Martí: “¡Hemos perdido una batalla, amigos infelices, pero veremos al fin al mundo ordenado conforme a la justicia: seamos sagaces como las serpientes, e inofensivos como las palomas!” El mundo aún se va ordenando; pero los obreros han sabido ganar batallas y transformar aquella luctuosa ocasión en una jornada por la justicia social y las conquistas obreras.
Nota:
Todas las citas son de: José Martí: “Un drama terrible”, en Obras completas, t. 11, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 331-356.