El fin de año de 1961 llevó nuevas esperanzas a enemigos de la Revolución cubana en la administración del presidente John F. Kennedy, sobre todo entre miembros de la CIA y militares que sentían la reciente derrota de la invasión de Playa Girón como una humillación inaceptable. De ahí que planearan que el nuevo año sería el último del líder cubano Fidel Castro en el poder y se emplearon a fondo para conseguirlo.
En enero de 1962, la Organización de Estados Americanos (OEA), le sirvió a EE.UU de perfecto comodín para una acelerada maniobra de presiones sobre sus lacayos de la región y Cuba fue expulsada de esa institución con la complicidad de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, que rompieron relaciones con la Isla.
En el nuevo año, además del incremento de las acciones terroristas, alzamientos de bandidos y establecimiento de organizaciones contrarrevolucionarias dirigidas por la CIA a un ritmo acelerado, el bloqueo económico, comercial y financiero contra la ínsula se agudizó.
Durante febrero, la Orden Ejecutiva Presidencial 3447 implantó el bloqueo y para hacerlo más efectivo, el 24 de marzo el Departamento del Tesoro estableció la prohibición de entrada a territorio de La Unión de cualquier producto cubano elaborado total o parcialmente con materia prima o producciones provenientes de la Isla, aunque vinieran de un tercer país.
Ese dictamen tendría gran impacto, por ejemplo en naciones de Europa Occidental que constituían importantes socios comerciales para la sobrevivencia de la Mayor de las Antillas, los cuales no podrían usar el azúcar o el níquel que adquirieran para sus producciones de exportación al gran mercado de Estados Unidos, con lo que se puso en práctica una de las primeras medidas extraterritoriales del bloqueo.
Con esta prerrogativa Washington calculó que esos países involuntariamente serían cómplices en las acciones para estrangular económicamente a La Habana y cumplir las apreciaciones contenidas en un informe del Departamento de Estado de 1960 que aconsejaba:
“La mayoría de los cubanos apoyan a Castro (…) no existe una oposición política efectiva (…) el único medio previsible para enajenar el apoyo interno es a través del descontento y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas”.
Ese dictamen del 24 de marzo de 1962 se conjugaba con otros que antes y después se aplicarían en más de medio siglo de tal política anticubana y que incluía la prohibición a empresas subsidiarias de Norteamérica comerciar con la Isla desde cualquier otro país, la exportación de equipos, productos o cualquier tecnología con más del 10 por ciento de componentes estadounidenses, prohibición de entrada en puertos de ese país de naves que comercien con Cuba y medidas punitivas contra instituciones y nacionales de otros territorios involucrados en sus relaciones comerciales, entre otras acciones.
Desde 1992, la inmensa mayoría de las naciones miembros de la ONU en su Asamblea General han votado a favor de la moción cubana sobre la necesidad de poner fin al bloqueo e, inclusive, el pasado año todos los países apoyaron la iniciativa cubana que tuvo solo dos abstenciones: la de la Casa Blanca y la de Israel.
No obstante el actual proceso de normalización de relaciones entre Cuba y EE.UU, el bloqueo se mantiene vigente incluyendo aquella desfasada medida aplicada hace 55 años, el 24 de marzo de 1962.
Jorge Wejebe Cobo / Agencia Cubana de Noticias