Conferencia del Doctor José Ramón Vidal en la constitución de la Cátedra de Información y Comunicación para el Desarrollo, de la Universidad de La Habana, el pasado 28 de febrero de 2017, en el Aula Magna Universidad de La Habana.
Buenos días. Quiero agradecer la invitación a pronunciar esta conferencia que abre las actividades de la cátedra de información y comunicación para el desarrollo. Cátedra que está llamada a estudiar y contextualizar las diversas aproximaciones que desde disciplinas afines al tema se han venido haciendo.
La relación entre la información, la comunicación y el desarrollo no es objeto de estudio privativo de las ciencias de la información, ni de ninguna de las áreas de estudio de las ciencias de la comunicación, sino que constituye una mirada obligada que debe remover postulados teóricos y prácticas de diversas expresiones profesionales desde el periodismo hasta la comunicación institucional para situar dos ejemplos.
Existe un área muy importante de la comunicación que se identifica como Comunicación para el desarrollo y que proviene de aquellas reflexiones y prácticas que antes denominábamos Comunicación educativa y comunitaria. Este sub – campo de las ciencias de la comunicación tiene una gran importancia en la actualidad ya que se ocupa de un espacio privilegiado para el desarrollo sostenible que es el espacio local. Además es un área que como ninguna otra ha asumido el modelo comunicacional basado en el diálogo y promotor de una genuina participación social.
En muchos lugares esta área se está denominando hoy como comunicación para el cambio social, entendiendo este no como un momento transcendental y generalmente traumático sino como un proceso permanente y necesario en el perfeccionamiento de cualquier sociedad. De cualquier manera en ningún caso podríamos circunscribir el estudio sobre las relaciones entre información, comunicación y desarrollo a estas propuestas teóricas y prácticas profesionales.
La intersección entre información, comunicación y desarrollo como objeto de estudio requiere también otros abordajes disciplinares entre los que se evidencian con mucha claridad los que provienen de la economía, la sociología, el derecho y la psicología social y organizacional.
Esa vocación multidisciplinar está presente en los fundadores de esta iniciativa lo que le augura un provecho grande a sus actividades.
En los minutos que siguen procuraré presentar una visión muy panorámica de esa relación compleja y sempiterna entre la utilización de los recursos de información y los procesos comunicacionales para la evolución y desarrollo de los seres humanos y las comunidades y sociedades que ha creado.
Bien sabemos que la comunicación, como una forma diferente de interacción, basada en el recurso de la información, es una conquista de la naturaleza. Está presente en la mayor parte de los animales.
Esta importante conquista de la naturaleza posibilitó la sobrevivencia de los antecesores de los seres humanos ya que estos eran menos fuertes, menos rápidos, veían o escuchaban menos que otras especies que competían por el territorio y la caza. La manera en que sobrevivieron nuestros antecesores más remotos fue realizando actividades gregarias para la defensa y la caza. El trabajo conjunto suplía su déficit y potenciaba sus posibilidades.
Esas actividades sólo podían lograrse con un intercambio más eficiente de información es decir comunicándose mejor. El trabajo colectivo abría nuevas posibilidades al intelecto de los homínidos hasta llegar a desarrollar en ellos el pensamiento abstracto y su envoltura material, el lenguaje hablado; lo que los distingue radical y definitivamente de las restantes especies.
No es difícil imaginar lo que ocurrió cuando algunos hombres ¿o acaso serían mujeres? descubrieron que frotando dos piedras podían iniciar un fuego. Puede pensarse con razón que ese nuevo y trascendental conocimiento fue aprendido por otros humanos viendo cómo se hacía pero es imposible que no imaginemos también cómo la comunicación desempeñó un papel crucial en su socialización. A lo largo de la historia se puede constatar repetidamente este proceso. Un nuevo descubrimiento se expandía como información mediante la interacción comunicativa y es justamente en esa extensión de nuevos conocimientos que inducían nuevas prácticas, que los humanos fuimos creciendo y llevando la vida humana hacía estados diferentes que le permitían no solo sobrevivir sino mejorar sus condiciones de vida.
Dando un salto enorme en el tiempo podemos constatar que en la modernidad los procesos de información y comunicación adquieren formas institucionales y prácticas más inclusivas. La aparición de la imprenta permitió que el conocimiento saliera de recintos cerrados y se abriera a un amplio espacio social. La creación de instrumentos de producción más complejos y productivos, que dependían cada vez más de un mayor contenido de conocimientos, hizo necesario crear renovadas formas de comunicarnos. El libro, la prensa periódica y los sistemas escolares brindaron la posibilidad de compartir más información y socializar de manera creciente los conocimientos acumulados.
Fueron las revoluciones industriales las que objetivaron en el dominio de la energía y las máquinas un mayor contenido de conocimientos. En un proceso relativamente breve la jerarquía de la información y el conocimiento fue creciendo hasta ocupar un lugar central en el desarrollo.
Dos hechos que no fueron interpretados en su trascendencia
En la década de los 50, en plena era industrial, ocurrieron dos acontecimientos, que vistos en la distancia, estaban anunciando un cambio trascendental. En 1956 el número de personas empleadas en los Estados Unidos en sectores de servicios se hizo mayoritario. En 1957, la entonces URSS, puso en órbita el primer satélite artificial de la tierra.
Para muchos analistas el primer acontecimiento significaba el inicio del tránsito de la sociedad industrial a la sociedad de los servicios. Sin embargo, transcurrido el tiempo se pudo apreciar que la proporción de personas empleadas en los servicios tradicionales no había crecido significativamente sino, que lo que venía ya creciendo y lo ha hecho ininterrumpidamente desde esa época, son las personas empleadas en la generación, tratamiento, conservación e intercambio de información. (Naisbit, 1983)
El segundo acontecimiento fue bautizado como el inicio de la era cósmica, pero, ya bien sabemos que por muy espectaculares que hayan sido los viajes de naves a otros confines del cosmos, la mayor significación práctica de este hecho radica en que posibilitó el inicio de la era de las comunicaciones globales.
Es decir se iniciaba un cambio jerárquico en los factores que determinan el desarrollo y se comenzaba a construir un nuevo ecosistema comunicativo.
Muchos nombres han intentado explicar los cambios que acontecen en el funcionamiento de la economía capitalista y de los sistemas comunicacionales y de su compleja interrelación. Sociedad de la información, Sociedad del conocimiento, era informacional, modo de desarrollo informacional, capitalismo cognitivo entre otros tantos. Tras cada nombre hay una propuesta de interpretación diferente que nos brindan puntos de análisis distintos y a veces complementarios. Esas interpretaciones no son neutrales en las grandes disputas ideológicas, toman y hacen parte de tales disputas.
Por eso nuestra tarea es analizarlas con sentido crítico, entendiendo por tal, no el rechazo a priori de aquello que no concuerde con las categorías y conceptos que tenemos preestablecidos, sino con actitud y capacidad de discernimiento para tomar de cada una, lo que nos muestra de las múltiples aristas de una relación compleja y de múltiples vías y a la vez para desentrañar los intereses que están en juego detrás de cada interpretación y enriquecerlas con nuestras observaciones críticas que tienen como base una ética y un compromiso con la vida y con los seres humanos.
Algunas de estas interpretaciones sitúan a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación como motor de los cambios. Su desarrollo vertiginoso, su espectacularidad y su ubicuidad contribuyen a apuntalar esta visión. Ellas son ciertamente un eje transversal de los cambios en curso pero ni la ciencia y la tecnología siguen solamente sus lógicas endógenas ni las sociedades humanas acogen cualquier nueva propuesta de tecnología. Debíamos preguntarnos si pueden comprenderse las causas y consecuencias de la Revolución Científica y Tecnológica, que se desató desde fines de los años 60 del pasado siglo, en particular la convergencia que dio lugar a las TICs, fuera de los contextos donde se generaron las demandas sociales que impulsaron esos desarrollos y facilitaron la incorporación a la práctica social de sus resultados.
Un análisis detenido de esos contextos nos muestra que hay una relación de inter determinación compleja entre las demandas originadas en las tendencias del desarrollo capitalista y la revolución científica técnica. La super – concentración del capital y la mundialización de la producción y los mercados demandó procedimientos y equipos capaces de manejar grandes volúmenes de información, en tiempo real y a escala planetaria. La “guerra fría” y el complejo militar industrial que creció desmesuradamente a su amparo, generó demandas y aportó desarrollos científicos y tecnológicos. La propia Revolución científico y tecnológica demandó la capacidad de procesamiento de volúmenes muy altos de información. Al responder a esas demandas, las tecnologías de la información y la comunicación han ampliado, modificado y acrecentado el ritmo y el alcance de los desarrollos económicos, militares y científico – técnicos.
Los procesos productivos se realizan cada vez más con dispositivos tecnológicos que para crearlos, programarlos y utilizarlos, requieren un mayor componente de conocimiento. De igual forma, los procesos de gerencia de las empresas y mercadeo de los productos y servicios dependen más de la calidad y oportunidad con que se generen, reciban, procesen y compartan informaciones.
Una parte importante de la alta tecnología contemporánea es de alto contacto (Naisbitt, 1983). Antes, las tecnologías más avanzadas solían ser empleadas por especialistas, hoy día muchas de estas tecnologías invaden la vida cotidiana y son utilizadas por miles de millones de personas. Desde las computadoras personales, el teléfono móvil, las tarjetas digitales, los comandos del televisor o de otros electrodomésticos, para poner solo algunos ejemplos de la cotidianidad, requieren conocimientos nuevos que deben ser aprehendidos masivamente.
Pero las transformaciones en curso no pueden imaginarse como un proceso homogéneo, determinado por las ofertas tecnológicas, sino diferenciado y contextualizado, teniendo en cuenta las diferencias culturales y las desigualdades en el punto de partida. Es preciso tener presente no solo las “brechas digitales” sino ante todo las “brechas de desarrollo” y las “brechas sociales” que separan a los países, las colectividades y las personas.
La preeminencia del factor tecnológico presente en muchos de los discurso contemporáneos se verá reforzada sin duda con los próximos desarrollos tecnológicos basados no solo en nuevas generaciones de equipos robotizados sino además interconectados automáticamente entre ellos sin mediación humana directa, la llamada “Internet de las cosas” y con la ampliación del uso de la realidad virtual y sobre todo de la realidad aumentada que tenderán a hacer más porosa la relación de lo real con lo virtual.
No es un simple error
Pero, no debería pasarse por alto el dato básico de que quienes diseñan, construyen, programan, mantienen y utilizan las tecnologías somos los seres humano y somos los seres humanos quienes generamos, compartimos, damos sentido e interiorizamos la información convirtiéndola así en conocimiento y en sentimientos y valores.
No es un simple error el de presentar lo tecnológico como el elemento central en el desarrollo y funcionamiento de la economía y la sociedad toda. “Fetichizar” la tecnología, es un nuevo y poderoso intento de mantener y reforzar la alienación de las personas del fruto de su trabajo y de sus creaciones y con ello situarlos en una posición de indefensión ante “el nuevo mundo que llega” como algo inevitable y con un sentido único.
El discurso que acompaña a los conceptos de Sociedad de la Información o Sociedad del conocimiento suelen prometer una transformación de la vida a escala planetaria y para beneficio de todas las personas
En realidad los cambios que han venido aconteciendo en las últimas cuatro décadas han modificado sí, la jerarquía de los factores que intervienen en el desarrollo y los modos de comunicarnos pero lo han hecho desigualmente porque han ocurrido dentro de las relaciones capitalistas.
No se puede obviar que los dramáticos cambios de la geopolítica mundial acontecidos en las postrimerías de la década del 80 y principios de los 90 contribuyeron a que la ideología neoliberal alcanzara carácter hegemónico e impulsara el libre intercambio de mercancías y capitales, la monetización de la economía y la reducción del papel de los Estados nacionales con la desregulación jurídica y política de la economía, el desmantelamiento de las políticas de carácter social y la privatización de las propiedades públicas.
Los resultados de esos cambios se expresan de manera compleja, algunos países en desarrollo han aprovechado sus ventajas competitivas y surgen con una economía emergente, basada sobre todo en mano de obra barata y en la introducción de tecnologías avanzadas que llegan de la mano de las transnacionales.
En cambio otros países se encuentran ante brechas de desarrollo mucho mayores y más difíciles de vencer porque la acumulación de conocimientos, que se torna decisiva en la nueva etapa, sólo se logra tras sostenidas inversiones en la educación, la ciencia y la tecnología, áreas debilitadas por la aplicación de las fórmulas neoliberales.
Por otra parte, en los países más industrializados, la emigración de capitales hacia zonas que garantizan mayor rentabilidad, incrementó los niveles de desempleo y precarizó las condiciones laborales, lo que debilitó a la clase media e incrementó el número de pobres. La resultante es que la desigualdad ha crecido y que el crecimiento económico cuando y donde se ha logrado no ha significado necesariamente un crecimiento del bienestar general.
Lo que si ha sucedido es que la producción de conocimiento pasa a ser la principal apuesta de la valorización del capital. En esta transición, la parte del capital inmaterial e intelectual, definida por la proporción de trabajadores del conocimiento y de las actividades de alta intensidad de saberes —servicios informáticos, I+D, enseñanza, sanidad, multimedia, software— se afirma, en lo sucesivo, como la variable clave del crecimiento y de la competitividad de las naciones.
Impacto crucial en la relación Norte-Sur
Esta evolución camina a la par con otras mutaciones mayores, que tienen un impacto crucial sobre la reestructuración de lo que se ha convenido en llamar relación Norte – Sur y sobre la elaboración de una estrategia de desarrollo.
– La primera está ligada a los límites ecológicos del crecimiento industrial, que invierten la positividad de este último —la producción en masa como lucha contra la escasez— en una fuerza de destrucción. Se advierte, de golpe, que la crisis ecológica hace inconcebible una extensión planetaria del paradigma industrial de desarrollo.
– En segundo lugar se pone en cuestionamiento la visión dualista que opone un sector moderno y un sector tradicional destinado a desaparecer con el desarrollo. Las crisis ecológicas locales y globales muestran que los saberes colectivos de las comunidades campesinas e indígenas que han permitido la evolución y la protección de la biodiversidad deben ser reconocidos, considerando que sus saberes no son ya primitivos sino que por el contrario pertenecen al futuro. La sinergia y la hibridación entre los saberes tradicionales y la investigación en nuevas técnicas que ahorren energía, y sean menos intensivas en materiales tomados de la naturaleza se encuentran en el corazón de un paradigma tecnológico y de desarrollo sostenible.
– En tercer término está la puesta en marcha de una nueva División Internacional del Trabajo fundada sobre principios cognitivos y en la que la regulación se apoya en las nuevas apropiaciones del saber y en la captación de los conocimientos y toda la producción simbólica en provecho de lo financiero. (Vercellone, 2004).
Los productos y servicios de información y comunicación y toda la producción simbólica así como las tecnologías con que se elaboran y distribuyen, no solo actúan como factores centrales de carácter transversal en el desarrollo, sino que son también mercancías con valores crecientes tanto en lo económico como en lo simbólico. Se erigen como un poderosísimo sector económico estructurado en grandes conglomerados oligopólicos que funcionan globalmente. Esto no solo tiene implicaciones económicas sino también de reforzamiento de la hegemonía capitalista.
A la vez por la vía de la publicidad se otorga un carácter simbólico al consumo de productos industriales, mediante el posicionamiento de marcas que ofrecen estatus a quienes las usan.
De este modo, aparece la actividad cultural como producción industrial (los productos simbólicos como mercancías) y la producción industrial como actividad cultural (los bienes de consumo como símbolos)
El proceso de globalización actual combina estrictamente los métodos tradicionales de la expropiación originaria y la tentativa de transformación en mercancías de la totalidad del mundo de la vida y del pensamiento. Se produce en ese proceso una “proletarización” de los trabajadores intelectuales que concurren en el mercado vendiendo lo que tienen: conocimientos, talentos y experticias.
Un nuevo ecosistema comunicativo
Estos procesos de carácter económicos y sociotécnicos han sido impulsados y a su vez han estimulado la aparición de un nuevo ecosistema comunicativo.
El nuevo ecosistema comunicativo trae como posibilidad y como necesidad el intercambio antes que la difusión, el diálogo antes que la persuasión.
La comunicación en redes va suplantando paulatinamente al modelo comunicativo basado en unos pocos centros emisores dirigidos hacia múltiples receptores. Se pasa en la práctica, de la comunicación como un proceso esencialmente de trasmisión, a la comunicación como un proceso de construcción social de sentidos. La red es la gente que la integra, las comunidades que se crean, los intercambios que la animan, que la constituyen y no los dispositivos interconectados, ni tampoco simplemente el contenido informacional vehiculado. La red es ante todo red humana, y no puede existir sino es a través y por los sedimentos culturales que se cristalizan tanto en los artefactos técnicos como mediante la práctica de la multitud de usuarios, productores de sentido.
Como ha dicho Jesús Martín Barbero:
… estamos ante la configuración de un ecosistema comunicativo conformado no solo por nuevas máquinas o medios, sino por nuevos lenguajes, sensibilidades, saberes y escrituras, por la hegemonía de la experiencia audiovisual sobre la tipográfica y por la reintegración de la imagen al campo de la producción del conocimiento. Todo lo cual está incidiendo tanto sobre lo que entendemos por comunicar como sobre las figuras del convivir y el sentido de lazo social. (Barbero, 2002: 83)
Estas transformaciones impactan en las formas de elaborar los productos y los servicios de información y en las maneras de consumirlos.
En la producción, las tecnologías digitales abren posibilidades casi infinitas a la imaginación y la creatividad, de tal manera que en el mundo audiovisual las fronteras entre lo real y la ficción se hacen borrosas con todas las consecuencias que se derivan de este hecho. La digitalización posibilita la democratización de algunos segmentos de la producción informativa y cultural al depender estas más de los conocimientos, la creatividad y la iniciativa de quienes elaboran las propuestas informativas y culturales, que del capital.
La información y los productos culturales que se consumen, requieren de una labor personal de selección y puede ser el inicio de un proceso de producción expresiva gracias a la interactividad de las redes. Las audiencias, de consumidores contemplativos de productos masivos, ahora tienden a transitar hacia la condición de selectivos consumidores – productores conectados en línea e integrantes de comunidades expresivas.
Estos procesos potencian la generación y la socialización de conocimientos y la emergencia de nuevas formas de relacionarnos y de construir comunidades, ahora no determinadas por la proximidad espacial sino por lo común que se comparte.
Los impactos en la subjetividad humana que provocan estos cambios son enormes, incluyen conocimientos y estructuras cognoscitivas que modifican los procesos de percepción, de atención, de aprendizaje y actúan sobre los sistemas de representaciones sociales interiorizados en las personas.
No se asegura ni la continuidad ni el reemplazo del capitalismo
Pero las consecuencias de esos impactos ni aseguran la continuidad del orden capitalista vigente ni tampoco su reemplazo. Lo que si podemos constatar es que generan contradicciones y por lo tanto posibilidades para el cambio en los ordenamientos políticos, económicos y sociales.
Esas posibilidades se pudieran convertir en realidades si hay una apropiación y una actuación consciente, organizada y crítica sobre la realidad existente en función de los escenarios que expresen los reclamos y los anhelos por una vida mejor y más digna para los humanos y una relación más armónica y respetuosa de la naturaleza. Es decir con un desarrollo sostenible.
La cultura de interacción en las redes puede transformar la participación y las maneras de relacionarnos y abrir su influencia hacia ejercicio de la ciudadanía. Aparece una posibilidad y un reto adicional; la posibilidad de que las redes amplíen la cultura del diálogo y la construcción colectiva de saberes y proyectos de futuro; y el reto está en evitar que las redes se conviertan en un recurso más de alienación y dominación, de aislamiento y pasividad.
El ejercicio pleno de la ciudadanía, no como una categoría formal, sino como una condición que incluye la apropiación consciente de los derechos y la capacidad de ejercitarlos sin exclusiones es un elemento central al imaginar los escenarios deseados en un proyecto de desarrollo sostenible y que desde nuestro punto de vista es posible en el socialismo, entendido y defendido ante todo no solo como un modelo socio económico sino como un proyecto de emancipación humana.
La participación y el ejercicio del derecho a la comunicación constituyen una de las principales escuelas de ciudadanía porque en las condiciones actuales es en el espacio público de la comunicación mediada tecnológicamente donde se dirimen las principales disputas de sentido.
Como hemos apuntado antes, se ha intentado situar como factor esencial las tecnologías, unos para esperar de ellas los cambios necesarios y otros para culparlas de todo lo negativo que existe, pero ha quedado evidenciado que lo realmente transformador es el resultado que puede obtenerse de su uso social, es decir el crecimiento del conocimiento y los valores socialmente compartidos, que solo puede lograrse con procesos comunicacionales que dejen atrás la noción de difusión e incorporen la interactividad, el diálogo de saberes, como su fin. Que tiene consecuencias en el desarrollo económico y social y también en los lazos sociales y las maneras de ejercer y defender nuestros derechos.
Otro elemento que queda soslayado en muchos de los enfoques que se hacen sobre el valor del conocimiento y la importancia de “gestionarlo” adecuadamente es el hecho incuestionable de que la actividad cognoscitiva de los hombres y las mujeres no transcurre separadamente de su actividad afectiva – valorativa. No se reduce entonces a procesos de gestión de la información y el conocimiento si no de procesos que asuman una noción de integralidad que sitúe a los seres humanos en el lugar central que les corresponde en todos estos procesos.
Pero nada de esto ocurre automáticamente con el acceso a las tecnologías digitales, ni el conocimiento de los códigos técnicos para su manejo habilita a las personas y a las colectividades para sacar de ellas el máximo provecho y encarar los múltiples desafíos que entrañan.
Entonces no podemos pensar que es suficiente “alfabetizar” a la sociedad en el manejo de las tecnologías. Alfabetizar remite a dominar un código o lenguaje y aunque efectivamente hay nuevos códigos y lenguajes que dominar, a la vez hay que desarrollar un nuevo componente cultural que nos dé la posibilidad de aprovechar los desarrollos tecnológicos y comprender plenamente los cambios culturales y económicos para ponerlos en función de mejoramiento de nuestras vidas.
De igual manera el término informatización si se entiende como la asimilación, instalación y uso de nuevas tecnologías de la información y la comunicación tampoco es suficiente para dar respuesta a las transformaciones que tienen lugar a escala global.
En la contemporaneidad es necesario fomentar una Cultura Informacional que modifique el modo de proceder ante la información y el conocimiento. Esa cultura debe partir de la comprensión de la importancia de éstos factores para el desarrollo y el bienestar, y debe incluir saberes, habilidades y hábitos que permitan identificar las necesidades de información, emplear las tecnologías correspondientes, acceder al conocimiento y utilizarlo productivamente en la actividad profesional y en la vida cotidiana. (Vidal Valdez, 2000: 21)
Hoy día asistimos a la expansión de valores que potencian la vida y la dignidad de los seres humanos. Ha crecido la conciencia sobre la necesidad de forjar una cultura de justicia de género, de hacer retroceder la homofobia, de amar y respetar a la naturaleza, de solidarizarse con los más desfavorecidos e incluso de identificar las causas sistémicas de la pobreza y la vulnerabilidad en la que viven miles de millones de personas. Sin embargo, a la vez persiste la violencia sobre la mujer, la intolerancia hacia la diversidad sexual, la depredación del medio ambiente, el egoísmo y el individualismo más primitivo. Resurgen además fundamentalismos religiosos o nacionales que generan discriminación, xenofobia y violencia. Proliferan la corrupción y el crimen organizado. La guerra sigue siendo una alternativa para los más poderosos.
Ni las nuevas tecnologías, ni la centralidad de la información y el conocimiento, ni los procesos comunicativos interactivos, por si mimos, nos conducen de manera automática al mejoramiento del mundo. Pueden ayudar pero también pueden contribuir a su degradación.
Depende de la conciencia y los valores que prevalezcan, depende de la capacidad de los seres humanos de organizarse y hacer valer el derecho a la vida digna que todos merecemos. La centralidad de los humanos en el desarrollo y las posibilidades de ampliación de los espacios de dialogo y construcción colectiva pueden ser buenas oportunidades. ¿Sabremos aprovecharlas? (Vidal, 2017)
Espero que esta cátedra se proponga contribuir a hacer afirmativa la respuesta a esta interrogante. Muchas gracias.
BIBLIOGRAFÍA
Martín Barbero, Jesús. (2001) De las políticas de comunicación a la reimaginación de la política. Revista Nueva Sociedad 175, Septiembre – Octubre <http://nuso.org/revista/175/cultura-medios-y-politicas/>, ISSN: 0251-3552
Naisbitt, John (1983) Macrotendencias: Diez nuevas orientaciones que están transformando nuestras vidas. Editorial Mitre, Barcelona.
Vercellone, Carlo. (2004) Las políticas de desarrollo en tiempos del capitalismo cognitivo. En Olivier Blondeau et al. Capitalismo cognitivo, propiedad intelectual y creación colectiva. Editorial Traficantes de sueños. Madrid. 1ª edición
Vidal Valdez, José Ramón (2000) Información y Comunicación. Claves del desarrollo. Revista Ciencia, Innovación y Desarrollo # 1 2000 La Habana pág. 20 – 26
————————————– (2017) Sociedad de la información: ¿prevalencia de lo tecnológico o crecimiento de lo humano? Libro del XIII Congreso de ALAIC (en proceso de publicación)