La ignorancia media (está la otra, la de los trogloditas contemporáneos) tiene sus beneficios… para los que se aprovechan de aquellos sumidos en ella.
No es difícil manipular a un ignorante de esa especie.
De ahí que en los últimos tiempos crezca en el mundo una subcultura de la ignorancia diseñada especialmente para los que, aunque no lo digan, gustan pensar poco y reflexionar menos, quizá para no verse obligados a actuar más.
Siempre habrá personas, o maquinarias pensantes, que se ocupen de trazarles los rumbos al ignorante medio recurriendo a una especulación influyente abrigada por las reiteraciones, la publicidad y la propaganda.
No hay que olvidar que la desinformación, proveniente de lo que creemos es información, se ha convertido en la principal herramienta del dominio intelectual.
Películas, libros, música, tendencias políticas, ideologías, modas, xenofobias, homofobias, racismos, discriminaciones, y pudiera seguirse la lista.
El sentido humanístico y la espiritualidad –sustentadores de la era moderna– son relegados en aras de fabricar una «cultura común a todas las especies», genérica, suave, que no exija demasiado y al mismo tiempo haga pensar al ignorante que está lejos de serlo, o más bien que integra una amplia masa de bendecidos por el entretenimiento superfluo.
Después de todo, él sabe –o le han hecho creer– que la vida es muy corta para emprender tareas de profundización y aprendizaje en aquellas materias que lo requieran.
Y sencillamente, ¡hay quienes simplifiquen por ellos!
Aunque parezca paradójico, el facilismo tecnológico crea en algunos el espejismo de que el sedimento cultural es asunto del pasado.
¿Para qué necesita el ignorante decidido a convertirse en cineasta dominar los valores de los clásicos del cine, si mediante una camarita digital puede hacer cuanto le plazca e impregnarles a sus imágenes un aire de modernidad?
Solo que su ignorancia, a veces disfrazada de engreimiento, no le dota siquiera de una picardía pragmática para mirar hacia atrás y comprobar que, lo que él considera novedoso, ya fue hecho antes por otros y a lo mejor hasta aparece recogido como vieja tendencia en los anales del cine.
La ignorancia media, vasta, contaminante, y de la que muchos no recapacitan, vive en una cárcel cuyos barrotes ayuda a construir el propio ignorante.
Para liberarse de ella se requieren constancia tales como el aprendizaje, el rigor intelectual y la valoración crítica, libre de modorras y siestas.
Mientras no se logre, la ignorancia seguirá siendo el beneficio de los otros.
Fuente: Periódico Granma