A Isaac e Isidro la carretera no les es ajena. Acumuladas tienen miles y miles de horas de viajes. Casi ningún paraje de la Isla es desconocido por ellos; en su misión de trasladar pasajeros de un punto a otro de la geografía nacional, han bebido constantemente de la mística aureola que en el imaginario humano envuelve a los lugares por conocer.
En las charreteras de sus uniformes ambos exhiben varias barras doradas, el indiscutible indicio de su compromiso con preservar las vidas de las que son custodios en sus periplos por las sendas cubanas, y que se traducen, objetivamente, en más de 20 años sin accidentes.
Isaac e Isidro son choferes de la Empresa de Ómnibus Nacionales (Eon), y aunque generalmente no viajan juntos, coincidieron en el recorrido que una delegación de periodistas realizara a Santiago de Cuba para participar en la jornada de celebraciones con motivo del Día de la Prensa Cubana en la Ciudad Héroe, y rendir homenaje a dos grandes del gremio: Martí y Fidel.
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Isidro González Moreira es de poco hablar y más bien parco cuando entabla una conversación; su constitución es gruesa, y la mirada límpida; de sus 62 años de vida, 30 al servicio de la Eon.
“Mi papá era guagüero. Así que lo llevo en la sangre”, ríe alto mientras rehúye un poco de mi grabadora.
Natural de Sancti Spíritus, reside en la capital cubana hace casi cinco lustros. Maneja regularmente desde La Habana hasta el Segundo Frente Oriental, en Santiago de Cuba.
“He tenido la oportunidad de trabajar con delegaciones nacionales, durante Congresos del Partido y de la Juventud; con la Asamblea Nacional. He conocido muchas personas y aprendido de ellos”, compartió.
Tiene cinco hijos (dos mujeres y tres hombres) y tres nietos. Su esposa es doctora, para mitigar la necesidad de tiempo juntos, cuando su guardia en el hospital coincide con el descanso de Isidro, ella intenta cambiarla y poder compartir con su esposo las horas de descanso de este.
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Cuando hasta las lianas en Angola suponían un peligro ofidio, enmascarado y rastrero, para los combatientes cubanos, Jorge Isaac Hierrezuelo instruía a sus congéneres en la africana nación en el manejo de vehículos automotores.
Nacido en Marianao, de tez mestiza, delgado y tal vez 1.75 metros de estatura; desde pequeño siempre quiso ser conductor, por eso aprovechó el Servicio Militar Activo y se hizo chofer, posteriormente, instructor en esa materia.
En el año 1986, a su regreso de Angola, pasó un curso de guagua local; hoy acumula 22 años de trabajo en la Eon. Cubre la línea Habana-Santiago, labora cuatro días y descansa dos.
Isaac tiene una hija, y dos nietos que “quieren irse con él en la guagua para conocer el país y pasar más tiempo con el abuelo”.
“Estar tanto en la carretera me quita tiempo con la familia, sobre todo con los muchachos, pues cuando regreso de los viajes casi siempre es de noche y están durmiendo. Solo paso tiempo de calidad con ellos en las vacaciones”, relató.
Con una sonrisa amplia, al tiempo que lo conmino a compartir un recuerdo memorable de sus recorridos, rememoró la ocasión en que atropelló una res: “Estaba lloviendo, yo venía despacio, y de pronto sale la vaca y se para en el medio del camino. Frené, pero la impacté; algunos pasajeros se sobresaltaron; mas no hubo consecuencias graves”.
A sus 60 años mira con entusiasmo el trecho que le queda aún por recorrer y enfático refiere que todavía le queda “mucha rueda por dar”.