Félix Adalberto Linares Díaz, humorista gráfico, y también ilustrador, no requiere mucha presentación en predios cubanos. Tampoco en muchas partes del mundo su rigor artístico y firma pasan desapercibidos. La reconocida valía atestigua originalidad, talento y rigor. Su mayor gusto, y también percepción de los lectores, estriba en encontrar piezas hechas a la perfección.
Ese creador jamás merecerá un silencio. Tal apagón de opiniones es inadmisible, como ahora ocurre en medios de prensa que ignoran, y optan, al parecer, por «ceguera», del estruendo de una exposición singular. La muestra del caricaturista de Melaíto ancló en Manicaragua, primer territorio que la exhibe después que en 2015 muchas de esas piezas debutaran en la Bienal Internacional del Humor de San Antonio de los Baños.
En un lugar y otro el público disfrutó de facturas únicas. Eso es Linares, irrepetible en sus trazos e ideas. No todos los días un espectador localiza un acabado de exquisita dimensión, como el apreciado en una veintena de piezas que se muestran a los visitantes de la Galería de Arte Hurón Azul, del más sureño de los municipios de Villa Clara.
Allá está «Lino sin palabras», un referente de polisemia temática. La pluralidad va desde tópicos de humor político, erótico, general y social, hasta el complemento del dibujo y la línea en todas sus dimensiones.
on unas cuatro décadas de universo artístico Linares asume un calibre preciso al reconstruir la realidad y buscar un punto que encaje en la historia actual, y también alcance cuestionamientos en las miradas que observan los valores concluidos.
Dijo Martí, al hablar de Víctor Hugo, que traducir «es transcribir de un idioma a otro», pero el calibre artístico que se muestra resulta muy difícil trasladarlo en palabras y definiciones. Parco al hablar, incluso a exteriorizar ideas, siempre la obra de Linares hay que medirla como un todo de perfección que lo vincula al concepto plástico, la perspectiva, y el mensaje final.
Tal perspectiva hace que Linares carezca de barreras en su discurso, y que no reclame de palabras al mostrar un arte de perfección humorística en el cual cada caricatura por separado tiene una historia y un detalle sin que sea necesario encasillarlo en una particularidad erótica o social.
De llegar a otras regiones, cubanas o foráneas, un muestrario de tal calibre, aseguro que Linares, con la humildad que lo caracteriza, fuera mucho más famoso de lo que actualmente es en el ámbito nacional. Sin embargo, con su sencillez prefiere seguir cabalgando sobre las calles o ingeniando ideas que lo catapultan como un maestro desprovisto de barreras e idiomas para hacer siempre reír y poner a meditar a todos por igual.
Tomado de Vanguardia