El 10 de marzo de 1952 se puso en marcha una conspiración lidereada por Fulgencio Batista Zaldívar, de larga experiencia en estos trajines, quien había sido el “hombre fuerte” en Cuba en el periodo de 1934–1944. Lo cierto es que Batista no tenía posibilidades de reelegirse como presidente en las próximas elecciones y, una vez más, acudió al cuartelazo.
Desde la madrugada, los comprometidos ocuparon sin resistencia las principales guarniciones de la capital, mientras Batista se dirigía escoltado por fuerzas de la policía motorizada al mando del teniente Rafael Salas Cañizares, hacia la fortaleza de Columbia, la principal del país en esa época —hoy Ciudad Escolar Libertad—. De igual modo, se tomaron aeropuertos, instituciones ministeriales y medios informativos. A partir de esa madrugada, las guarniciones de La Habana tuvieron nuevos jefes, fieles a Batista.
El presidente Carlos Prío Socarrás, al conocer que había perdido el apoyo del ejército, decidió huir con su mal habida fortuna y se asiló en la embajada de México, sin atender al reclamo de armas que le hicieron los estudiantes universitarios para enfrentar a los golpistas.
Una vez consumado el golpe de Estado militar contra Prío, corrupto pero constitucionalmente elegido presidente, Batista se instaló en el poder, derogó la Constitución de 1940 y estableció una cruel dictadura. Su gobierno se caracterizó por el sometimiento a los intereses económicos y políticos de Estados Unidos, el robo y la corrupción, y una brutal represión en la que el crimen y la tortura se volvieron protagonistas.
Sin embargo, el golpe de Estado generó un proceso revolucionario radical, que tuvo como punto de partida la lucha contra el quebrantamiento de la ley. En ese accionar, el joven abogado Fidel Castro Ruz tendría un importante papel en la denuncia, hasta comprender que solo quedaba el camino de la lucha armada contra el despótico régimen.
Una de sus primeras acciones sería la redacción y distribución, el 14 de marzo, apenas cuatro días después del cuartelazo, de un volante mimeografiado titulado “¡Revolución no, Zarpazo!”. El documento en cuestión constituía una viril denuncia contra la ilegalidad y la violencia, incorporaba una clara exhortación a luchar, como habían hecho Julio Antonio Mella, Rafael Trejo y Guiteras contra la tiranía machadista, y Eduardo R. Chibás Ribas, líder del Partido Ortodoxo, contra la corrupción y el ganterismo de los gobiernos auténticos, porque, como concluye el texto de Fidel, “Morir por la patria es vivir”.
He aquí, para recordar el volante:
¡Revolución no, Zarpazo!
¡Revolución no, Zarpazo! Patriotas no, liberticidas, usurpadores, retrógrados, aventureros sedientos de oro y poder.
No fue un cuartelazo contra el Presidente Prío, abúlico, indolente; fué un cuartelazo contra el pueblo, vísperas de elecciones cuyo resultado se conocía de antemano.
No había orden pero era el pueblo a quien le correspondía decidir democráticamente, civilizadamente y escoger sus gobernantes por voluntad y no por la fuerza.
Correría el dinero en favor del candidato impuesto, nadie lo niega, pero ello no alteraría el resultado como no lo alteró el derroche del Tesoro Público en favor del candidato impuesto por Batista en 1944.
Falso es por completo, absurdo, ridículo, infantil, que Prío intentase un golpe de Estado, burdo pretexto, su impotencia e incapacidad para intentar semejante empresa ha quedado irrebatiblemente demostrada por la cobardía con que se dejó arrebatar el mando.
Se sufría el desgobierno, pero se sufría desde hace años esperando la oportunidad constitucional de conjurar el mal, y Ud. Batista que huyó cobardemente 4 años y politiqueó inútilmente otros 3, se aparece ahora con su tardío, perturbador y venenoso remedio, haciendo trizas la Constitución cuando sólo faltaban dos meses para llegar a la meta por la vía adecuada.
Todo lo alegado por Ud. es mentira, cínica justificación, disimulo de lo que es vanidad y no decoro patrio, ambición y no ideal, apetito y no grandeza ciudadana.
Bien estaba echar abajo un gobierno de malversadores y asesinos, y eso intentábamos por la vía cívica con el respaldo de la opinión pública y la ayuda de la masa del pueblo.
¿Qué derecho tienen en cambio a sustituirlo en nombre de las bayonetas los que ayer robaron y mataron sin medida?
No es la paz, es la semilla del odio lo que así se siembra. No es felicidad, es luto y tristeza lo que siente la nación frente al trágico panorama que se vislumbra. Nada hay tan amargo en el mundo como el espectáculo de un pueblo que se acuesta libre y se despierta esclavo.
Otra vez las botas; otra vez Columbia dictando leyes, quitando y poniendo ministros; otra vez los tanques rugiendo amenazadores sobre nuestras calles; otra vez la fuerza bruta imperando sobre la razón humana.
Nos estábamos acostumbrando a vivir dentro de la Constitución, 12 años llevábamos sin grandes tropiezos a pesar de los errores y desvaríos. Los estados superiores de convivencia cívica no se alcanzan sino a través de largos esfuerzos. Ud., Batista, acaba de echar por tierra en unas horas esa noble ilusión del pueblo de Cuba.
Cuanto hizo Prío de malo en 3 años, lo estuvo Ud. haciendo en 11. Su golpe es pues injustificable, no se basa en ninguna razón moral seria, ni en doctrina social o política de ninguna clase. Sólo halla razón de ser en la fuerza, y justificación en la mentira.
Su mayoría está en el Ejército, jamás en el pueblo. Sus votos son los fusiles, jamás las voluntades, con ellos puede ganar un cuartelazo, nunca unas elecciones limpias.
Su asalto al poder carece de principios que lo legitimen; ríase si quiere, pero los principios son a la larga más poderosos que los cañones. De principios se forman y alimentan los pueblos, con principios se alimentan en la pelea, por los principios mueren.
No llame revolución a ese ultraje, a ese golpe perturbador e inoportuno, a esa puñalada trapera que acaba de clavar en la espalda de la República. Trujillo ha sido el primero en reconocer su gobierno, él sabe quiénes son sus amigos en la camarilla de tiranos que azotan la América, ello dice mejor que nada el carácter reaccionario, militarista y criminal de su zarpazo.
Nadie cree ni remotamente en el éxito gubernamental de su vieja y podrida camarilla, es demasiada la sed de poder, y es muy escaso el freno cuando no hay más Constitución ni más ley que la voluntad del tirano y sus secuaces.
Sé de antemano que su garantía a la vida será la tortura y el palmacristi. Los suyos matarán aunque Ud. no quiera, y Ud. consentirá tranquilamente porque a ellos se debe por completo. Los déspotas son amos de los pueblos que oprimen y esclavos de la fuerza en que sustentan la opresión.
A su favor lloverá ahora propaganda mentirosa y demagógica en todos los voceros, por las buenas o por las malas, y sobre sus opositores lloverán viles calumnias; así lo hizo Prío también y de nada le valió en el ánimo del pueblo. Pero la verdad que alumbre los destinos de Cuba y guíe los pasos de nuestro pueblo en esta hora difícil, esa verdad que ustedes no permitirán decir, la sabrá todo el mundo, correrá subterránea de boca en boca en cada hombre y mujer, aunque nadie lo diga en público ni la escriba en la prensa, y todos la creerán y la semilla de la rebeldía heroica se irá sembrando en todos los corazones; es la brújula que hay en cada conciencia.
No sé cuál será el placer vesánico de los opresores, en el látigo que dejan caer como caínes sobre la espalda humana, pero sí sé que hay una felicidad infinita en combatirlos, en levantar la mano fuerte y decir: ¡No quiero ser esclavo!
Cubanos: Hay tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras. Hay opresión en la Patria, pero habrá algún día, otra vez, libertad.
Yo invito a los cubanos de valor, a los bravos militantes del Partido Glorioso de Chibás; la hora es de sacrificio y de lucha, si se pierde la vida, nada se pierde, “vivir en cadenas es vivir en oprobio y afrenta sumido”. “Morir por la patria es vivir”.
Fidel Castro