Este 28 de enero se cumplen 164 años del natalicio de José Martí. La fecha es celebrada en todo nuestro archipiélago y mucho más allá, porque el Apóstol es un hombre universal, cuyo pensamiento ilumina las ideas de todos aquellos que sueñan un mundo mejor.
Fidel Castro siempre veneró a Martí y tuvo su ideario por guía. Mucho tiene que ver Fidel en el amor que nuestro pueblo profesa al héroe de Dos Ríos, porque rescató su memoria perdida y tergiversada en las veleidades de la República neocolonial.
En sus Reflexiones del 28 de enero del 2008, en un breve artículo titulado “Homenaje a Martí”, Fidel recordó que cinco años antes, es decir en el 2003, se había celebrado la Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo, con la presencia de delegados e invitados de 43 países, en representación de todos los continentes, con motivo del 150 aniversario del nacimiento del Apóstol. Rememoró también sus propias palabras pronunciadas en la noche del día siguiente y expresó que estaban “en sintonía con mis convicciones más profundas” y que ese era su “modesto tributo al Maestro”*; por eso, pidió que fueran publicadas como homenaje al Maestro, junto a su reflexión de ese día.
En aquel memorable discurso, Fidel expresó: “Para nosotros los cubanos, Martí es la idea del bien”; recordó el reinicio, el 26 de julio de 1953, de la lucha por la independencia, justo en el año del centenario y precisó que “[…] de Martí, […] habíamos recibido, por encima de todo, los principios éticos sin los cuales no puede siquiera concebirse una Revolución. De él recibimos igualmente su inspirador patriotismo y un concepto tan alto del honor y de la dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos enseñado”*.
Fidel calificó a Martí de “hombre verdaderamente extraordinario y excepcional”, “profeta y forjador de la independencia de la tierra que lo vio nacer” y destacó que “[…] fue capaz más tarde de conquistar el corazón, el respeto, la adhesión y el acatamiento de viejos y experimentados jefes militares que se llenaron de gloria en aquella guerra” —la de los Diez Años—. Refirió que, a pesar de sus anhelos de paz, nuestro Héroe Nacional “[…] no vaciló en organizar e iniciar la guerra justa y necesaria contra el coloniaje, la esclavitud y la injusticia” y que fue “[…] su vida la primera en ofrendarse como símbolo imborrable de altruismo y desprendimiento personal”. El líder de la Revolución manifestó que “[…] como ave fénix, emanaron sus inmortales ideas para que casi medio siglo después de su muerte un pueblo entero se enfrascara en colosal lucha, que significó el enfrentamiento al adversario más poderoso que un país grande o pequeño hubiese conocido jamás”. De igual modo, reflexionó Fidel acerca del “ejemplo excepcional de creador y humanista digno de recordarse a lo largo de los siglos”, que legó Martí a “[…] los mismos que hoy luchan y los que mañana lucharán por los mismos sueños y esperanzas de salvar al mundo”*.
Recordaba Fidel las palabras escritas por Martí en la carta inconclusa del 18 de mayo a Manuel Mercado, que constituyen esencia de su legado a la humanidad: “[…] impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”. Asimismo, citó Fidel una idea tomada del “Manifiesto de Montecristi”: “La guerra de independencia de Cuba […] es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo”. Premonitoria podemos considerar esta idea martiana en estos tiempos en que el equilibrio del mundo continúa “aún vacilante” o, como dijo Fidel, “al parecer, utópico”.*
En las circunstancias de aquel momento —2003— en que la prepotencia de Estados Unidos lanzaba amenazas de guerra, Fidel expresó: “¿Por qué no se levanta un monumento vivo a la hermosa y profunda verdad contenida en el apotegma martiano ‘Ser culto es el único modo de ser libre’”? Y recordó: “Si en algo hemos sabido honrar al héroe, cuyo fecundo natalicio conmemoramos hoy, es haber demostrado que un país pequeño y pobre […] puede hacer mucho con muy poco. El mayor monumento de los cubanos a su memoria es haber sabido construir y defender esta trinchera, para que nadie pudiera caer con una fuerza más sobre los pueblos de América y del mundo. De él aprendimos el infinito valor y la fuerza de las ideas”.*
Fidel reiteró que creía “firmemente que la gran batalla se librará en el campo de las ideas, y no en el de las armas”. Por eso, concluyó su discurso con una reiterada exhortación: “¡sembrar ideas!, ¡sembrar ideas! ¡y sembrar ideas!; ¡sembrar conciencia!, ¡sembrar conciencia! ¡y sembrar conciencia!”*
Hoy, las circunstancias han variado, aunque no tanto. El enfrentamiento ha de librarse en el campo de las ideas. También lo dijo Martí en bella metáfora: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados”1 .
Los cubanos de estos tiempos lo tenemos bien claro y sabemos, como afirmó nuestro líder en otra memorable reflexión dedicada a Antonio Maceo, que “El rostro ceñudo de Martí y la mirada fulminante de Maceo señalan a cada cubano el duro camino del deber y no de qué lado se vive mejor”.2 También el espíritu indoblegable de Fidel nos muestra ese camino.
Notas
* Fidel Castro: “Homenaje a Martí”, publicada en Granma, el 28 de enero del 2008, en Fidel Castro: Reflexiones, t. 1, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, pp. 484-501.
1 José Martí: “Nuestra América”, en Obras completas, t. 6, Centro de estudios Martianos, Colección digital, 2007, p. 15.
2 Fidel Castro: “El Titán de Bronce, Antonio Maceo”, publicada en Granma, el 8 de diciembre del 2010, en Reflexiones, t. 1, ob. cit., p. 397.