De todos es conocida la profunda admiración que sentía nuestro José Martí por Simón Bolívar (Caracas, 24 de julio de 1793-17 de diciembre de 1830). En las páginas de La Edad de Oro, en el trabajo “Tres héroes”, daba Martí pruebas de ello: “[…] El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre”.1 A lo largo de la breve pero fructífera vida del Apóstol, ese sentimiento aflora una y otra vez.
Muy significativo es, en este sentido, el discurso que Martí pronunciara en la Sociedad Literaria Hispanoamericana, el 28 de octubre de 1893, en ocasión de cumplirse el centenario del natalicio del héroe americano.
Con cálidas palabras se refiere el cubano a lo que significa el Libertador para nuestros pueblos: “Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente: su caída, para el corazón”;* con emotivas frases pinta al hombre: “En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella: ¡de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño, y la tiranía descabezada a los pies…!”* o canta la gloria excepcional del héroe, que de la nada sacó un ejército de hombres descalzos, con el que atravesó los Andes y destrozó las fuerzas españolas en el norte del continente suramericano. Por eso, afirmó Martí: “Hombre fue aquel en realidad extraordinario. Vivió como entre llamas, y lo era”.*
Bolívar nació entre sábanas de seda, pero hizo causa común con los humildes; se dice que llegó a tener una sola camisa, que comía con sus soldados y dormía donde lo cogiera la noche, porque “Como los montes era él ancho en la base, con las raíces en las del mundo, y por la cumbre enhiesto y afilado, como para penetrar mejor en el cielo rebelde”.*
Con bellas y tristes palabras narra su final, la incomprensión de los hombres, los humanos errores del héroe: “Y muere él en Santa Marta del trastorno y horror de ver hecho pedazos aquel astro suyo que creyó inmortal, en su error de confundir la gloría de ser útil, que sin cesar le crece, y es divina de veras, y corona que nadie arranca de las sienes, con el mero accidente del poder humano […]”.* Pero enfatiza la vigencia de su acción y de su pensamiento: “[…] así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!”.*
Profundiza Martí en las circunstancias históricas que propiciaron su encumbramiento: “América hervía, a principios de siglo, y él fue como su horno”;* su esencia misma de “mantuano” devenido hombre de pueblo y para el pueblo “¡y, de esta alma india y mestiza y blanca hecha una llama sola, se envolvió en ella el héroe”,* sus excepcionales méritos militares y políticos “[…] revolvió montes, fue regando de repúblicas la artesa de los Andes, y cuando detuvo la carrera […] ¡catorce generales españoles, acurrucados en el cerro de Ayacucho, se desceñían la espada de España!”*
Glosa Martí aquella época de batallas y héroes, en que la América toda se lanzó a la lucha por la libertad. Destaca la batalla mayor, aquella que selló la independencia americana: “¡Y más bello que nunca fue en Junín, envuelto entre las sombras de la noche, mientras que en pálido silencio se astillan contra el brazo triunfante de América las últimas lanzas españolas!”*
Luego se refiere a tiempos terribles de desunión, de derrumbe, de ruptura… “[…] acaso el genio previsor que proclamó que la salvación de nuestra América está en la acción una y compacta de sus repúblicas, en cuanto a sus relaciones con el mundo y al sentido y conjunto de su porvenir, no pudo, por no tenerla en el redaño, ni venirle del hábito ni de la casta, conocer la fuerza moderadora del alma popular, de la pelea de todos en abierta lid, que salva, sin más ley que la libertad verdadera, a las repúblicas: erró acaso el padre angustiado en al instante supremo de los creadores políticos, cuando un deber les aconseja ceder a un nuevo mando su creación […]”.* Pero no importan fracasos y errores. Ya lo había dicho Martí en La Edad de Oro: “[…] ¿qué no le perdonará un hijo a su padre? […]”2 y ahora lo repite con diferentes e iguales palabras: “¿Adónde irá Bolívar? ¡Al respeto del mundo y a la ternura de los americanos! […] ¡A la justicia de los pueblos […] ¡A los pueblos callados, como un beso de padre!* Porque hoy como ayer “[…] mientras la América viva, el eco de su nombre resonará en lo más viril y honrado de nuestras entrañas!”* Porque los héroes —sea su nombre Simón Bolívar, José Martí o Fidel Castro— quedan para siempre sembrados en el corazón de sus pueblos.
Notas
1 José Martí: “Tres héroes”. En: La Edad de Oro. Editorial Gente Nueva, La Habana, s/f, p. 10.
2 ___________: Ibídem, p. 15.
* ___________: Discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, en honor a Simón Bolívar el 28 de octubre de 1893, en Obras completas, tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 239-248.