Mayra García Cardentey tiene un “doctorado” en retratar la cotidianidad cubana desde sus textos periodísticos de forma amena, coloquial y con tonos de lirismo.
Convencida de que el periodismo es “nervio vivo”, nos acostumbró a reflejar temas vilipendiados o marcados con la etiqueta de intrascendentes; también, a mostrarnos su visión de los tópicos que transversalizan y condicionan nuestra sociedad.
Desde su pluma reímos y lloramos con los buquenques (“gestores de pasajes”) que pastorean a los viajeros de almendrones de la ruta Pinar-Habana; conocimos las desventuras e iniciativas tragicómicas familiares para enfrentar un huracán; del “apertrechamiento” y la “belicosidad” en el lenguaje de los cubanos; y de otros muchos temas “sensibles” e incómodos.
Con esta colega, directora de la revista Alma Mater que en noviembre último celebró su cumpleaños 94, conversó Cubaperiodistas.cu.
Mayra, eres una profesional joven y multipremiada, ¿cómo piensas puedan marcar los reconocimientos a los jóvenes colegas?
Los premios nunca deben ser una meta. Apenas son una parada en el camino para pensar qué se ha hecho, cómo, por cuáles maneras.
Cualquier profesional de la prensa debe aspirar a realizar un periodismo responsable, profundo, humanista, cada día de su vida. En mi caso, siempre he intentado vivir sensaciones diversas con el periodismo que realizo; asumir riesgos; enfrentar aventuras; retarme a mi misma y a mis lectores.
Es entonces que, cuando se reciben elogios del público y de los jurados, una piensa que el camino elegido no ha sido tan desacertado.
Como periodista de Guerrillero y también desde la corresponsalía de Juventud Rebelde en Pinar del Río acostumbraste a los lectores a trabajos periodísticos atrevidos, profundos; temas ocurrentes, tabúes en algunos casos, y con enfoques sui géneris. ¿Qué trabajo recuerdas con más cariño? ¿Cuál te resultó más complicado? ¿Cuántos cortapisas tuviste que enfrentar por tu actitud “transgresora”?
Cuando estaba cursando la carrera de Periodismo en la Facultad de Comunicación, conocí grandes profesionales de la prensa, tremendos polemistas, discutidores por genética. Yo quería, quiero ser como ellos.
Para mí no existe periodismo cómodo. En cualquiera de las variantes en las que me encuentre: como periodista, o directora, intento que mi trabajo genere opiniones, polémica, debate, encuentro de criterios. Que mis artículos sean apenas una provocación para el diálogo y el análisis. Nunca he intentado dejar verdades infranqueables. Apenas propongo visiones profesionales o íntimas, discursos corales de mis entrevistados o fuentes, sobre diversos aspectos de la sociedad en la cual vivo.
Me considero una periodista de 24 horas. Esté donde esté, haciendo cualquier actividad, pienso en mi próximo reportaje o en el material que actualmente estoy realizando. Incluso hasta sueño con ellos.
Vivo el periodismo intensamente y, sin sobresaltos, sería para mí una profesión muy aburrida. Esa manera de pensar la muestro en mis propuestas; que, si soy sincera, no tendría una preferida sobre la otra. Cada vez que acometo un trabajo pienso en él como único, irrepetible, el mejor de mi vida, hasta que comienzo otro. Sí, siempre los asumo con mucha responsabilidad, ahínco, amor…
Si no me convence un tema, no lo hago; si no sufro con él, no lo llevo adelante; si no me conmuevo al leerlo, pienso que los demás no lo harán. Esa es mi premisa.
De dilemas y cortapisas, pues bueno, tendría un libro para contar. Este país, varios de sus dirigentes en cualquier nivel, no están preparados para la crítica, desde ningún punto de vista, ni siquiera aunque la apellides de “constructiva”. No entienden que progreso, revolución, también es señalar, apuntar, criticar, siempre desde el aprendizaje, con la profundidad investigativa, con la profesionalidad periodística.
Pero pensar que no viviré esos contratiempos sería una reflexión ingenua de mi parte. Tuve profesores que me explicaron que ser un buen periodista, en muchos casos, era hacer un periodismo incómodo, ser incómodo. Creo en eso. Por eso digo, con cierta ironía, que esta no es profesión para hipertensos. Y yo no padezco…
Como directora de Alma Mater, una revista con tanta historia, y a punto de ser mamá, ¿qué retos asumen Mayra y la publicación en nuestro contexto actual? ¿Cómo se retroalimentan con sus lectores y su equipo de realización? ¿Hasta qué punto encuentran cabida en ese medio, el talento joven y la creatividad?
Quiero que la revista Alma Mater se parezca a su tiempo, a las universidades cubanas, a las y los estudiantes que hoy viven en estas casas de altos estudios. Pero deseo también que la publicación sea referente para las nuevas generaciones, para las juventudes que apuestan por esta Isla. Desde ese pensamiento, nos proponemos muchos trabajos de opinión, interpretativos, de periodismo de investigación, donde tratemos de pulsar qué quieren, hacia cuáles caminos se enrumban, la juventud, los universitarios cubanos.
Abrimos las puertas para quienes quieran no solo contar vivencias, sino mostrar su arte y talento. Para ello, tenemos múltiples secciones y espacios, organizamos conferencias y presentaciones; patrocinamos concursos de periodismo y literatura.
Es un reto grande, inmenso, sobre todo para un equipo editorial tan pequeño. Aunque creo posible la meta. Contamos con muchos colaboradores y amigos que confían en ese periodismo cubano posible.
¿Cuánto hay de Mayra en cada número de Alma Mater? ¿Ha quedado relegada la periodista que eres, ante las responsabilidades como directora?
Pensar ahora mismo si ha quedado relegada la periodista que soy, sería una injusticia conmigo y con toda esta etapa que he vivido. Una profesional de la comunicación debe vivir diferentes etapas, saldar distintas deudas con lo que es y será en su vida. Ese ha sido mi pensamiento.
Siento igual satisfacción cuando leo una revista lograda, con excelentes trabajos y una buena acogida del público, como cuando mis artículos eran muy comentados y seguidos en Guerrillero o Juventud Rebelde. Siento el mismo regocijo cuando mis diseñadores o los periodistas alcanzan una Juan Gualberto Gómez o un 26 de Julio, que al obtenerlos yo, a título personal.
Ahora no soy Mayra, la periodista, el ente comunicador individual. Ahora soy Mayra, la directora de Alma Mater: apenas guía de una tropa grande en profesión y sentimiento; apenas una timonel de un barco casi centenario y lleno de historia. He dejado ser yo para ser NOSOTROS.