El caricaturista matancero Manuel Hernández, Premio Nacional de Periodismo José Martí, lo apunta: jamás ha trabajado la imagen de Fidel con fines comerciales. En cambio, cientos de veces se vio envuelto en pedidos institucionales para agasajar el Comandante en Jefe para sus aniversarios y ocasiones especiales.
A punto de su cumpleaños 70 le quiso sorprender con un plato de cerámica gigantesco. Estaba terminándolo en el taller de Varadero, cuando un visitante extranjero le prepuso su compra.
Manuel apenas le miró el rostro, era alemán. El matancero tenía premura y por cortesía le respondió de lejos, “no, no puedo, es para Fidel”.
Hoy, diciembre de 2016, Manuel ha iniciado una jornada de trabajo diferente. Ha decidido hablar de los sueños, de los hombres y Fidel. Lo primero que le viene a la mente es su arte con esa cosmovisión del universo campesino, entendido en rostros, ademanes y símbolos.
“Una vez me dijeron: oye Manuel tú sabías que la Revolución está en tus guajiros. Claro, Manuel, no lo percibes porque es tu propia realidad, pero tus guajiros carecen de esa expresión de gente de campo desanimada de otros contextos. Los tuyos, Manuel, tienen una mirada romántica y poética….”
Y por ahí comienzan las historias o ganancias del también Premio Nacional de Periodismo y Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Nació en el valle Guamacaro, en el municipio matancero de Limonar, aun podría estar allá… pero hoy es un reconocido creador que se siente parte del proyecto humanista de Fidel Castro.
El segundo día de trabajo en el taller de Varadero, para culminar el plato gigantesco para Fidel en aquel cumpleaños, Manuel nuevamente volvió a encontrar la cara del turista alemán entre los curiosos. Se le acercó nuevamente al creador y redobló su oferta.
“Que no, que este plato es de Fidel”, se le escuchó al hacedor.
En medio de sus obras, el matancero agradece al Comandante la dignidad y la confianza entregadas a las sucesivas generaciones de cubanos.
“Al entrar a la Ciénaga de Zapata, el municipio cubano más extenso y menos poblado, en donde en 1961 el pueblo cubano le propinó la primera y gran derrota al imperialismo yanqui, hay un inmenso cartel que dice que todo lo que verá allí fue construido por la Revolución Cubana.
“En mi caso sucede algo muy parecido, todo lo que soy es producto de la Revolución Cubana y las aspiraciones de Fidel, de ahí mi compromiso con su obra”.
El matancero daba los últimos toques a su plato de cerámica con Fidel como motivo, ambientaciones de la Sierra Maestra y ponía ya su dedicatoria cuando apareció nuevamente el alemán con vista a triplicar su oferta. “No, no me diga más, vaya pregúntele a él, estoy seguro que se lo venderá por el mismo precio que me dice para destinar el dinero a los círculos infantiles”. Y lo dejó con la palabra en la boca.
Jenny Hernández
(Tomado del periódico Girón)