A principios de la década de 1960, Bruno, un personaje de la novela «Sobre héroes y limbos», del escritor argentino Ernesto Sábato, dijo que «nunca suceden cosas». Pero los hechos, sobre todo los más heroicos, están como predestinados, y a veces se convierten en grandes noticias. Así ocurrió con el desembarco del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956.
Los dos periodistas que vinieron en ese yate con Fidel, Raúl, Camilo, el Che, Almeida, Ramiro Valdés y otros héroes, se convirtieron en mártires: fueron Félix Elmuza y Juan Manuel Márquez. Hoy hablamos en particular del primero, Félix Elmuza, quien da nombre a la Distinción que el Consejo de Estado otorga —a propuesta de la Upec— a periodistas muy destacados, a personalidades sobresalientes de otros sectores y a instituciones importantes del país que son merecedoras de tal estímulo.
El matrimonio del palestino Esaad Elmuza, (quien vino oculto como polizón en un barco desde un puerto turco a la rada habanera en 1908); y la cubana Lucía Otilia Agaísse, boda efectuada en La Habana, el 27 de enero de 1916, trajo al mundo a nuestro emblema periodístico.
Muy joven, en 1936, empezó a escribir como Corresponsal en los periódicos La Prensa; El Sol, de Marianao; en el Programa de Radio llamado Diario del Aire, (de la emisora radial CMCR, en Infanta 115); después en La Discusión, uno de los más importantes de la capital y del país, y más tarde, en 1938, llegó a ser Jefe de Información del Noticiero de la emisora El Progreso Cubano, de las calles Monte y Ángeles, (transmitida por las emisoras CMBC y COBC), y que luego dio lugar a la popularísima emisora Radio Progreso.
Había venido al mundo en Buenavista, Marianao, el 24 de noviembre de 1917, y a fines del próximo año cumplirá un siglo de nacido. Como fue fusilado por el ejército de la tiranía de Batista el 8 de diciembre de 1956 (a seis días del desembarco), hoy se cumplen seis décadas de su muerte.
Al año de edad, sus padres lo llevaron a vivir a Ciego de Ávila, Camagüey y —antes de los doce meses de estancia allí— se mudaron para el reparto Santos Suárez, en el actual municipio capitalino de Diez de Octubre.Aún muy pequeño, la familia retornó a la casa de la calle 21 entre 70 y 72, en Buenavista, donde había nacido.
Pasó el tiempo y El Moro Muza, El Morito, El hijo del palestino Esaad o simplemente Felito —como indistintamente sus más allegados le decían— además de hacerse un conocido periodista, de graduarse de Tenedor de Libros en la Academia habanera Rabiña, en 1934, hizo una estrecha amistad con su coterráneo Juan Manuel Márquez, quien influyó notablemente en sus ideas políticas y lo presentó a Fidel en Estados Unidos en 1955, donde juntos estuvieron en la creación de los clubes del 26 de Julio en territorio norteamericano, para romper el silencio impuesto sobre la lucha insurreccional cubana contra Batista.
Elmuza se sumó en México a la columna expedicionaria fidelista, donde, además, fue jefe de abastecimiento de las casas-campamento, etapa de la que se conservan fotos suyas con Raúl, el Che, Almeida, Juan Manuel Márquez, y con otros compañeros.
Felito fue un niño decente y respetuoso con los mayores, pero muy travieso entre los demás muchachos de su barrio. Para ayudar a la economía familiar se convirtió, siendo un niño, en un honrado “buscavida” y hacía y vendía papalotes. Ayudaba a su padre en una pequeña parcela de tierra que tenía y hasta hizo una especie de “carpa” que llamó “un circo”, en la que sus compañeritos actuaban y él cobraba la entrada, que se pagaba con botones de distintos tipos, cosa que no faltaría nunca en su casa en esa época, aunque sí escaseaban otras más necesarias, pues su infancia fue realmente pobre.
En su época de estudiante del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, creó en Buenavista la revista “Amena”. Y en 1936 inició sus pininos periodísticos en el diario El Sol, que no obstante ser solo de Marianao, era entonces un periódico tipo “sábana”, de 12 páginas, de cuatro colores y con corresponsales en algunas capitales del mundo, como por ejemplo, el caso de K.I. Kolstoff, en Moscú.
Ya en 1937 tuvo distintas secciones, a veces firmadas con su nombre, y en ocasiones con el modesto pseudónimo de “Don Nadie”, que lo retrata en cuerpo y alma como un bromista casi profesional, donde compartía páginas con los colegas Samuel Urra, Imeldo Álvarez y otros compañeros.
Representó al diario La Discusión en la Comisión Soberana que preparaba la futura Constitución de 1940, a la que pertenecían también Juan Manuel Márquez y otras figuras respetables.
En 1941 viajó a República Dominicana en un barco y recorrió los sitios visitados por Martí y Máximo Gómez, y más tarde lo hizo en Tampa y Cayo Hueso con los mismos fines.
Elmuza repudió, rechazó y se declaró abierto opositor de la dictadura impuesta a partir del 10 de marzo de 1952, y se unió al líder ortodoxo Juan Manuel Márquez, con el que comparte tareas periodísticas en una planta de transmisión radial llamada La Voz de la Libertad. Ambos (Márquez y Elmuza) fueron enemigos de dos dictaduras: la de Gerardo Machado y la de Fulgencio Batista.
En 1939 se casó con Hortensia Fernández y tuvo con ella dos hijos: Félix y Roberto. Después, en 1948, ya divorciado, contrajo matrimonio con Esther Iglesias y con ella tuvo a Mercedes y a Edilberto.
En mayo de 1948 ingresó oficialmente al Colegio Provincial de Periodistas de La Habana y en febrero de 1949 al Colegio Nacional.
Es curioso el hecho de que mientras se preparaban los expedicionarios en México, Félix Elmuza vino clandestinamente a La Habana a cumplir una misión. Cuando estuvo cerca de la casa de su hermana Cira, vio incluso a su sobrina Marta, pero por razones obvias no pudo acercarse a ellas. Después regresó a tierra azteca y les habló de eso en una carta.
Elmuza tenía un carácter afable, era chivador y alegre, todo un señor del chiste y la travesura, atleta de la broma, un cuentista, un dicharachero impenitente, aunque en los preparativos de la expedición demostró seriedad y responsabilidad.
El 26 de febrero de 1953 estaba ya fichado por los órganos represivos de la dictadura; y el 22 de febrero de 1954 emprendió viaje hacia el exilio. El 28 de abril de ese año escribió a su hermana, diciéndole que agentes de Batista lo asediaban en suelo norteamericano.
El 10 de julio de 1956 El Morito contrajo tifus y fue ingresado once días en México. El 15 de octubre de ese año compró una pistola Star calibre 38. Con dicha arma y una ametralladora de mano Thompson, realizó los entrenamientos. Esas armas serían sus acompañantes inseparables desde su salida rumbo a Cuba, hasta poco antes de su muerte. Allá en México comentó a sus compañeros que sería el “cronista” de la gesta del Granma.
Pocos días antes de la partida del puerto de Tuxpan, se cayó por un barranco y sufrió la fractura incompleta del brazo izquierdo, lesión de la que nunca se recuperó totalmente.
Luego de la dispersión de Alegría de Pío, Elmuza logró estar el día 6 de diciembre con otros cinco expedicionarios. Pero en la mañana del 7 se encontraba separado del grupo y andaba con otros dos compañeros, hasta caer en poder de militares a las órdenes del asesino capitán de la Marina, Julio Laurent. El sargento Roberto Frómeta Figueredo y otros militares capturan también a otros tres expedicionarios y los condujeron a todos en una camioneta por la zona de El Plátano, y poco después a un lugar abrupto denominado Monte Macahual, donde dispararon al aire para que pareciera un combate, y de inmediato once militares los fusilaron. Enseguida los llevaron hacia la entrada del cementerio de Niquero, donde los tiraron en el suelo.
Al otro día, el 9 de diciembre, gente del pueblo los enterró, en unión de otros expedicionarios, en total a 17 compañeros del Granma cuyos cadáveres se encontraban igualmente abandonados allí.
En Niquero permanecieron sus cuerpos dos años y 61 días, hasta que en la tarde del domingo 8 de febrero de 1959, los expusieron en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional y el martes 10 los llevaron y sepultaron definitivamente en el Cementerio de Colón.
En verdad el mejor reportaje de Félix Elmuza fue su ejemplar vida. De ahí que la Distinción con su nombre de linaje palestino, sea un honroso estímulo moral, que colegas con una trayectoria destacada en el periodismo honrado, ético y revolucionario, llevan con orgullo.
Por Luis Hernández Serrano / Cubaperiodistas
Estoy muy interesada en la historia de este héroe de La Revolución Cubana ya que su segunda esposa llamada Esther Iglesias, a la que nunca conocí, era mi prima hermana.
Cuando todos los acontecimientos descritos sucedieron en la vida de Félix Elmuza, yo vivía mi más tierna infancia y realmente mis padres no conocían nada sobre “ nuestra familia de Cuba” hasta que apareció casualmente en escena el padre de Esther, mi tío Benito”, que a la sazón dio a conocer la situación política por la que había pasado esa hermosa isla.
El tío Benito falleció al poco tiempo.
Me encantaría conocer a mis sobrinos de prima hermana, Mercedes y Edilberto, hijos de Félix Elmuza y Esther Iglesias. lo he intentado varías veces sin ningún resultado. Sería estupendo conocerlos!!!