“El primer deber de un hombre de estos días,
es ser un hombre de su tiempo”.
José Martí
Muy pocos conocíamos, entonces, la hermosa historia de aquel hombre que llevaba a los periodistas, en la cabina de un camión cisterna, a los 19 municipios de la antigua provincia La Habana (territorio compartido por las actuales Artemisa y Mayabeque) en la búsqueda de informaciones para el bisemanario el habanero y Radio Cadena Habana.
David Elósegui Gudas, presidía el Buró de prensa del Partido y aportaba ideas, gestionaba posibles entrevistas, mientras abría las puertas de empresas vinculadas a las industrias y la producción de alimentos, en pleno comienzo del período especial.
Los directivos nos recibían sin cortapisas. No teníamos idea de las “llaves” utilizadas por este hombre a quien le brillan los ojos cuando se menciona el nombre de Fidel.
Su aporte a la Revolución comenzó en plena adolescencia, al formar parte de un grupo de lucha clandestina del antiguo Instituto de la Habana. Laboraba como parqueador en la calle Industria, entre Neptuno y Virtudes. Mientras fregaba un auto convertible encontró una pistola calibre 45. Subió al apartamento 260, piso -perteneciente a la compañera Aida Pelayo-, donde Josefina Rodríguez Olmos, Fifi, estudiante del Instituto, abrió la puerta, reconoció el silencio sobre el hallazgo.
A partir de entonces se vinculó a la lucha clandestina. Atesora de Aida, un documento en el cual Fidel escribe: “No fue por gusto que las Mujeres Martianas, bajo tu dirección e impulso, jugaron en la historia de la Revolución Cubana el destacado y riesgoso papel que les correspondió”.
Esta revolucionaria incorporó, previa consulta al compañero Pepin Naranjo, un nombre a ese documento firmado por Fidel. “A nombre de todas para nuestro David Elosegui, un hijo más al ca-lor de nuestra querida Revolución”, firmado, el 10 de junio de 1994.
Después del triunfo de la Revolución, tuvo el privilegio de –entre otras tareas- ser enviado a una escuela, en Capdevila, municipio de Boyeros, para integrar el Departamento de Seguridad Personal. En varias oportunidades participó en la protección del Comandante en Jefe.
Su hoja de servicios a la Patria se incrementó como internacionalista en la hermana República Popular de Angola (1975), pero sobre todo contribuyó a forjar aun más su admiración por Fidel “quien nos mostró esa forma tan extraordinaria de tratar a los hombres.
“En la tercera graduación de aquella escuela, hizo un discurso del cual puedo recordar cada palabra, su eterno ejemplo de educarnos en los valores y principios de un verdadero revolucionario, tratarnos como si fuéramos hijos o hermanos menores y sus enseñanzas de nunca decir, ni tomar su nombre para cuestiones de interés personal, bajo ningún concepto. Nos sentimos afortunados y orgullosos de haber compartido este tiempo junto a Fidel”.
Raúl San Miguel / Tribuna de La Habana