La noticia se comenta entre los trabajadores de la sede de la Unión de Periodistas de Cuba, en el Vedado capitalino: dos de nuestros compañeros, Pablo Herrera Cueva y Luis Curbelo Gil, recibieron la Medalla 60 Aniversario de las FAR.
El reconocimiento es aprobado por el Consejo de Estado y se le confiere a quienes por 25 años o más han servido a la defensa de la Patria dentro de las filas de las instituciones armadas del país. En esta oportunidad se entrega con motivo de las seis décadas del desembarco del Granma y día de constitución de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el 2 de diciembre.
Pablo es un octogenario que sirvió por casi treinta años en las FAR y cerca de 20 como trabajador civil de esa institución armada. Actualmente es custodio en la Casa de la Prensa.
Curbelo o Curbe, cómo todos le llaman, es el director administrativo de la Upec desde hace 17 años. Antes, durante 30 años se desempeñó como Instructor Político en la filas del ejército cubano.
La vida militar fue algo muy hermoso
No aparenta los ochenta años que cumplirá en febrero próximo, su andar aún es ágil y seguro, con ideas claras que destilan la sabia de los sucesos vividos. Pablo, siempre está presto a dar una explicación o ayudar en algo, para él no existe el llegar tarde al trabajo.
Saluda aún con cierta marcialidad, son quizás los años de servicio que automatizaron una manera de accionar. Una sonrisa en la cara de Pablo y la mano extendida para darte la bienvenida, es lo primero que encuentras al llegar a la Upec.
Su padre fue obrero de los servicios y él es el menor de una prole compuesta por seis hijos, nacidos en Centro Habana, “soy habanero de pura cepa”, me dijo durante nuestra conversación.
Desde joven conoció el rigor del capitalismo y la segregación racial. En el año 1952 empezó a trabajar en la Rancho Veloz Zugar Company, como mensajero y con el triunfo revolucionario se mantuvo en el ramo del azúcar hasta 1965, cuando es seleccionado para incorporarse a un curso del Ministerio del Interior.
A partir de ese entonces Pablo realizó varias funciones dentro del Minint y en el año 1976 es trasladado a las FAR, a desempeñarse en la Inteligencia Militar, donde laboró hasta el año pasado, pero cómo civil desde 1996.
Pablo no es muy dado a hablar de sí pero recuerda las zafras del pueblo en las que participó, o las movilizaciones para las labores agrícolas, o cuando fue a construir los cuartones para el pastoreo Voisin, en San Antonio de los Baños, todo ello se realizaba sin dejar de hacer el trabajo que les correspondía en sus unidades militares.
La vocación militar ni él mismo sabe de dónde le viene, pero asegura haberse sentido realizado con la elección que tomó en 1965, porque “la vida militar fue algo muy hermoso”, le sirvió mejor así a la patria y a la Revolución. Quizás eso motivó a su hijo a seguir las huellas del padre, y aunque Pablo concluyó su carrera con el grado de capitán, ya su vástago posee el de teniente coronel.
Durante su amplia hoja de servicio fue merecedor de medallas y condecoraciones, entre estas el sello conmemorativo 20 años de los órganos de la Seguridad del Estado, tres medallas de servicio distinguido y las medallas 30, 40 y 60 Aniversario de las FAR, la distinción 28 de septiembre de los CDR y entre otros reconocimientos.
Cuándo le pregunté por qué sigue trabajando hizo referencia a una cualidad que distingue a los de su generación: “Mi espíritu de trabajo no es para estar dentro de la casa, además me siento bien, así soy útil y ayudo a la economía de mi familia”.
Me gusta que las cosas salgan bien
Aunque a Curbelo y Pablo los unió un mismo ideal y forma de vida, ambos tienen sus diferencias. Curbelo es muy conversador, como todo guajiro nacido en la carretera de Viñales, en Pinar del Río, hijo de campesinos, con siete hermanos más, quien conoció el rigor del campo desde pequeño.
Cuenta su vida como si fuera desgajando hojas de un árbol, y escuchándolo uno ve cómo pasan las décadas y los años duros del proceso revolucionario y su consolidación por la voluntad de un pueblo, del cual es parte ejecutora.
Apasionado de la pelota de barrio, de la cual llegó a ser pitcher, rememora sus andanzas para poder asistir a los juegos y recuerda la ocasión en que enterró una lata de granos de maíz en un hueco, todos juntos, para irse a jugar y dejó toda una manzana de tierra sin plantar.
Su pasó por la vida militar, nos confiesa, fue lo mejor que le pudo haber pasado y si volviera a nacer recorrería ese camino nuevamente. Llegó a esa institución respondiendo al llamado de un curso para soldados y oficiales, la superación profesional de la tropa siempre ha sido un objetivo de las FAR.
Cuando concluyó el curso en San Juan y Martínez, en su natal Pinar del Río, pasó por varias unidades militares como Instructor Político. En el 1964, integró la Comisión de Constitución del PCC, en el ente militar cubano, y al concluir esa tarea pasó a desempeñarse como político de la DAAFAR.
La superación tocó nuevamente los oídos de Luis y del 1974 al 1977 cursó estudios en la Escuela Superior del PCUS, en Moscú, entonces URSS, de donde regresó con los grados de mayor.
Angola conoció de la firmeza y heroicidad de los cubanos, y hacia esa tierra, en el año 87, partió Curbelo. Allí participó en la coordinación de aseguramientos con la caravana Antonio Maceo, para Cuito Cuanavale, por ello recibió la medalla de Combatiente Internacionalista de Primera Clase. Sus ojos se ponen tristes cuando recuerda los 17 compañeros caídos en combate y los 22 heridos, en el enfrentamiento a las bandas de la Unita, pertenecientes a la caravana a la cual él estaba asignado.
“Angola fue una escuela para mí, la misión me ayudó mucho, se comprobó el derroche de valentía y honor de aquellos soldados, muchos eran muy jóvenes y no temieron en los combates. Aprendí allí que el colectivo es vital, ello me ha servido ahora en la vida civil donde el ordeno y mando no funciona y tienes que apoyarte en los demás”, afirma el teniente coronel Curbelo.
Al licenciarse en el año 1990 de las FAR, se insertó durante varios años en el Ministerio de Cultura, como director de la unidad de apoyo de servicio a las instituciones culturales.
“Ser político en las fuerzas armadas me preparó ideológicamente, por ello no me arrepiento de haber estado en esa institución, yo era un guajirito con una sola perspectiva, el campo. En la vida militar se aprende a ser organizado, humano, compañero, a compartir con los que no tienen, si trabajas bien asciendes y llegas a tener un reconocimiento social por lo que haces”, afirma Luis.
Durante su paso por la vida militar fue merecedor de diferentes medallas y condecoraciones, entre estas la 50 y 60 Aniversario de las FAR; la Victoria Cuba-Angola; la medalla por la victoria Cuito Cuanavale; tres veces recibió la de Servicio Distinguido; la Ignacio Agramonte; la 23 de agosto, otorgada por la FMC y la distinción Félix Elmuza, que otorga la Upec, entre otras.
Con sus 73 años, aún se siente fuerte, fortaleza que muestra en su desempeño en la dirección administrativa de la Upec, labor que realiza con mucho celo y a la que le pone todo sus conocimientos y dedicación.
“La Upec para mí es la continuidad de mi formación militar, tengo un gran colectivo trabajando conmigo, y me siento satisfecho de cómo actúan y desempeñan sus funciones. Trabajé con los presidentes, Tubal Páez y ahora con Moltó, así como con los presidentes provinciales y no tengo quejas de ninguno. Espero y quiero que cada día la organización esté más consolidada, para eso trabajamos todos”, sentenció Curbelo.
Claro que contar con estos dos soldados de la Revolución es orgullo y acicate para todos los que trabajamos en la Casa de la Prensa Cubana y mucho más allá, los afiliados de la Upec que les conocen.