Media noche, el timbre del teléfono y la noticia llegó al oído, pero estremeció cada órgano de mi cuerpo y cortó de momento la respiración. De inmediato vinieron a la mente momentos cuando estuve bien cerca de Fidel, primero en la Plaza Cadenas de la Universidad de La Habana, en mi etapa de estudiante.
Después en otros escenarios como la inauguración del hospital Abel Santamaría, en Componentes Electrónicos, Palacio de computación, el Aló Presidente junto a Hugo Chávez en Sandino y en otros sitios de la geografía pinareña.
Me pareció sentir aún el calor de su cuerpo cuando su brazo derecho permaneció sobre mis hombros durante muchos minutos de conversación con los periodistas durante la cobertura de uno de los tantos ciclones que azotaron a esta provincia, ocasiones en que siempre contamos con su presencia.
Ese momento de satisfacción y emoción indescriptibles habitará por siempre en mi memoria, al igual que el 25 de noviembre de angustias, dolor y luto, no solo para Cuba, sino también para el mundo entero, que lamenta la partida de uno de los hombres más brillantes de estos tiempos.
En una larga noche de insomnio, lo vi en Villa Bolívar, comunidad de 150 viviendas hija de la solidaridad venezolana, que benefició a igual número de familias afectadas por el azote de huracanes.
Allí aprecié su rostro sonriente, feliz junto al comandante bolivariano, en la transmisión del programa Aló Presidente en su edición 231; conversando con los pescadores tras el paso de un huracán por ese puerto pinareño, y en la reinauguración del Palacio de Computación de la ciudad, animado por las posibilidades de esa instalación de ensanchar el conocimiento sobre esa rama.
Y también transitaron por la memoria otros acontecimientos, que con su presencia reforzaron su transcendencia, como la inauguración de la Autopista Nacional Habana Pinar del Río y durante el discurso pronunciado en ocasión del aniversario 47 de su entrada en Vueltabajo, en el acto por la culminación del montaje de los grupos electrógenos aquel 17 de enero de 2006, “Año de la Revolución Energética en Cuba”.
Tuve el privilegio en una de sus visitas a causa del azote de ciclones al territorio, que por obra del azar, quedé situada frente al líder durante un intercambio con la prensa. Aquel día no sólo nos habló de huracanes, sino también de otros proyectos, incluida la tarea Álvaro Reynoso, un proceso de reordenamiento de la agroindustria azucarera cubana.
Refiriéndose a sus planes y perspectivas para favorecer a los trabajadores de esa rama, su mirada coincidió con la mía, manteniéndola fija para afirmar: ¨Yo soy un soñador¨. Y así con esa expresión de bondad en su faz, reflejo del alma, quiero recordarlo por siempre, repartiendo sus sueños y esperanzas a la humanidad.
Por Maritza Padilla, corresponsal de la Agencia Cubana de Noticias en Pinar del Río