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Éxodo musical en Cuba: El bloqueo, una de sus raíces

Hay excelentes muestras para sustentar el título aunque sea muy abarcador y sólo el epígrafe lo limite. Los cubanos que se han marchado de nuestro país a lo largo de 55 años han tenido diversas motivaciones, desde ideológicas y económicas hasta sentimentales; lo han hecho como enemigos confesos y beligerantes o con lágrimas en los ojos por dejar atrás parte muy apreciada de su vida y aún lloran en silencio.

Pero de ellos, en general, no trata esta breve nota con título exagerado –requeriría un enciclopédico ensayo abordar tan complejo asunto y personas muy documentadas. Sólo quiero referirme a un ángulo del problema que me asalta cada vez que hablo o pienso en muchos músicos conocidos, algunos cercanos a mi, hoy radicados fuera de Cuba.

Me refiero a valores creados, cultivados y promovidos por la Revolución; en gente talentosa, aplicada y prometedora, que en busca de abrirse camino salieron de su terruño, que les quedaba pequeño, en busca de entornos con mayores perspectivas y mejor remuneración. Les podríamos llamar “emigrados económicos” porque no viven fuera de Cuba por razones políticas antagónicas a su pensamiento.

Los radicados en Estados Unidos, el mayor mercado musical global, no han podido simultanear residencia aquí con carrera allá. Los que lamentan esa condición les llamaría “víctimas del bloqueo”, aunque pocos los haya valorado así.

Pienso en músicos virtuosos que hoy representan nuestra cultura, nuestra cubanía tan singular y admirada a nivel planetario, que perfectamente estarían viviendo en sus barrios originarios y expandiendo por el mundo su arte desde aquí, si no hubieran existido condicionantes extra artísticas que le impusieron sus decisiones.

Ellos han sido –y son- resultado de un favorable clima creado por el país, a partir de 1959, en el que se le ha dado –y da- luz verde al talento heredado o adquirido –da igual- para su máximo crecimiento, incluso con rigurosos estudios superiores gratuitos. Y no me refiero sólo al entorno musical, pero me ciño a él.

Cuba ha parido en 55 años un tan enorme caudal artístico que, como resultado natural, ha desbordado los pequeños cauces locales y se expande fuera de fronteras, como consecuencia inevitable, incluso a ambientes culturales distantes.

Si eso era así desde mucho antes de la década de los 60 del pasado siglo, con primerísimas figuras residiendo y encabezando carteleras en muchas naciones –vecinas o no- qué podía esperarse que sucediera cuando el volcán creativo de la Mayor de las Antillas entrara en reforzada erupción al canalizar y educar a las nuevas generaciones.

Nuestra capacidad de asimilación interna de tantos jóvenes –no solo egresados de instituciones- fue claramente superada desde hace mucho tiempo y no debía de sorprendernos que hoy haya músicos cubanos en cualquier rincón del planeta, interpretando y enseñando.

Pero lo que me ocupa es una singularidad, producida por una obstinada, enajenada y prepotente animadversión foránea contra el modelo social que comenzamos a desarrollar a partir del triunfo rebelde, ya hace 55 años, que también rompió la lógica de un desarrollo artístico en el que se debían de haber combinado el reconocimiento y trabajo nacional con los éxitos en el extranjero.

A lo largo del tiempo hemos conocido del quehacer y los logros de artistas escénicos, de las artes plásticas, de la danza y de la propia música, entre otros, que han desarrollado carreras en diversos países y hoy siguen con nosotros impulsándolas en su terreno original. Ejemplos sobran. Han ido y vuelto. Son admirados allá y acá. No han tenido que renegar de nada.

Las impedimentas que impone el contrarrevolucionario bloqueo estadounidense, de más de medio siglo, a las normales relaciones de Cuba con sus ciudadanos, incluyen no poder repatriar los honorarios o premios en metálico bien ganados en su territorio. Ellas laceran los propósitos de normalización de las relaciones entre los dos países.

A ello se le suma la aberrante condición, no sólo en lo cultural, de imponer la negación del sistema de su país de origen para abrirse caminos en el nuevo. Esto se ha dado especialmente donde se asienta el mayor poder mediático-económico-político de la reacción. Esta coyunda sólo la han salvado quienes han estado alejados de Miami.

Ejemplos

Mientras escribo tengo en mi mente a uno de esos talentos especiales -que conocí desde sus inicios- quien cambió residencia al Caribe, primero, para poder desplazarse mejor a cumplir compromisos fuera de nuestra Isla, sin limitaciones y perezas burocráticas locales que atentaban contra el desarrollo de su carrera, y luego se asentó en suelo norteño por el alto volumen de compromisos que allí nutrían su agenda. Y siguió siendo cubano sin abdicar de sus concepciones.

Hay otros, para suerte nuestra -y de ellos- que con derroteros también singulares clasifican en esta digna categoría. No tuvieron que hablar mal de nada ni de nadie para que otros constataran su grandeza artística. Y han logrado lauros cimeros, con residencias diversas, pero con el corazón en su gente, a pesar de avatares.

Hay también quienes fueron a estudiar y regresaron –y otros que no- pero a ellos no se les sometió a la ignominiosa disyuntiva, aunque si padecieron de las limitaciones ya acotadas.

Hoy, cuando las no-relaciones con Washington están en un proceso de eliminar el prefijo, no sólo formalmente, lograr el fin del bloqueo y sus condicionantes, hará que los tiempos de dejar familia y entorno cultural para crecer en afanes artísticos sean sólo un mal recuerdo.

Es de desear que, asentados en Cuba o en cualquier otro lugar, ésta sea siempre tomada como la cuna que enriquece con sus valores y a la que se la brinda amor creador. Y que los méritos hablen sin manipulaciones y declaraciones forzadas y se reciba sin cortapisas lo bien ganado. Para que el aplauso que merece el arte cubano –sin condicionantes- resuene en todos los escenarios del planeta.

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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