Sin que hubiese aclarado el día ya la Plaza tenía largas colas de gente de pueblo que no se resigna a la pérdida del líder y acude a decirle, no adiós, sino hasta siempre, al comandante invencible de la Revolución cubana, nuestro Fidel.
Como privilegio y grande honor, un grupo de periodistas, entre los cuales estuvieron varios premios nacionales de periodismo, estuvimos en la primera guardia de honor del día, en las tres salas del Memorial José Martí, donde el pueblo capitalino le rinde homenaje.
El olor de las rosas blancas, como las que cultivó en sus versos el hombre de La Edad de Oro, embriagaba el ambiente. La marcialidad de la guardia de honor de las FAR, sus impecables uniformes de gala, el ir y venir silencioso de los funcionarios y organizadores de este acto de tributo, todo aprieta el alma y le confirma el motivo de tanta solemnidad: Fidel se ha ido a otra dimensión.
Se procedió a la entrada de las filas de personas para las ocho de la mañana. Cuando parados lo más derechos posibles al lado de su gran fotografía y de las flores en su honor, vimos entrar a nuestra gente, al pueblo sentido y sincero que testimonia respeto a su Comandante en Jefe, no pudimos evitar las lágrimas.
Una señora de avanzada edad, con la mano derecha en su bastón y la izquierda sobre su pecho, movía incansablemente sus labios y pude leer lo que decía: Fidel, mi amor, Fidel, mi amor, Fidel, mi amor…; muchos hombres y algunas mujeres aún en ropa de civil, saludaban militarmente con la mano muy recta sobre la frente y el codo empinado con marcialidad…. madres y padres con niños de todas las edades…respeto en el vestir, en los rostros, en los ojos enrojecidos por el llanto.
En un momento, abejas de negro y amarillo no revolotearon con su alegría acostumbrada, entraron calladitas a decir de su cariño al padre que se va físicamente, fueron los niños y niñas de La Colmenita, hoy serios y conmovidos, como si fueran adultos.
Tras los periodistas, grupos de médicos y enfermeras de los más reconocidos profesionales de la salud del país junto a directivos del MINSAP, hicieron sus guardias de honor, con batas blancas impecables, que demuestran lo acertado de la profunda convicción de Fidel, de que la salud, como la educación, son conquistas imperecederas de la Revolución cubana.
Otros profesionales, trabajadores destacados, hombres y mujeres revolucionarios se suceden en estas guardias de honor simbolizando al pueblo. Aquí en la Plaza de la Revolución capitalina, y a lo largo y ancho de la Isla, Fidel recibe el abrazo emocionado de su pueblo.
Ya casi empiezan a llegar todos. A las siete de la noche, el pueblo capitalino masivamente, en la Plaza de Martí y de Fidel, le jurará lealtad eterna.