La candidez política y las contradicciones definen la Directiva Presidencial de Política del presidente Obama titulada Normalización entre Estados Unidos y Cuba. El presidente no oculta lo que la mayoría piensa, como sintéticamente describe su propio texto: la política de bloqueo a Cuba está “desfasada”, “es una carga obsoleta” y “debe ser levantada”. Al mismo tiempo, a pesar de intentarlo con frases contundentes como “nosotros [EEUU] no buscaremos un cambio de régimen en Cuba. Continuaremos dejando claro que Estados Unidos no puede imponer un modelo diferente en Cuba porque su futuro depende del pueblo cubano”, no se despoja de la tradicional política norteamericana de interferir en asuntos que sólo competen a los cubanos.
Detallar qué va a hacer una Administración a la que no le quedan ni 100 días de ejercicio es un propósito retórico y poco realista, salvo que su texto se convierta en política de la nueva o el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
No basta con que la Administración Obama, como se lee en la Directiva, haya “apelado repetidamente al Congreso para que levante el embargo”. La política derestricciones y sanciones permanece, a pesar de que, de forma abrumadora, los Estados miembros de Naciones Unidas, desde hace 24 años, adoptan una resolución que la considera una limitación a “la libertad de comercio y navegación internacionales”.
La Directiva enfatiza que EEUU no cesará de aplicar programas de intromisión en asuntos internos de Cuba, que llama “políticas y operaciones de migración” y los “programas de democracia”, con un abierto desafío a los cubanos al recordar bien claro, que no tiene intenciones de cerrar la única base militar que EEUU tiene en territorio que ellos mismos consideran enemigo, lo que significaría abandonar los 117 kilómetros cuadrados que EEUU ocupa contra la voluntad de los cubanos en Guantánamo y no tiene reparos para mencionar su firme apoyo a las transmisiones televisivas y radiales desde su territorio hacia Cuba, contrario a lo que establece la Unión Internacional de Telecomunicaciones de que éstas deben ser “un servicio nacional de buena calidad dentro de los límites del país de que se trate”.
La Directiva es, como gran parte de las decisiones tomadas por Obama hacia Cuba, un paso favorable. Asume un robusto reconocimiento al Gobierno cubano como interlocutor legítimo, útil, serio y necesario con el que deben establecerse, dice, “fuertes lazos diplomáticos”, “construir confianza” y buscar “una amplia participación de todo el Gobierno cubano” para “confrontar los desafíos regionales” y para “fortalecer nuestro liderazgo en el hemisferio”.
Parecería que el presidente de EEUU y sus asesores, por primera vez en el contexto norteamericano, no ignoran que al pueblo cubano la Historia le ha conducido a un axioma permanente: soberanía plena o soberanía coartada que sólo tras laRevolución de 1959 pudo disfrutar de la plena. Sin embargo, no llega a despojarse de la doctrina de política exterior, mediante la cual Estados Unidos asume un papel de responsabilizarse con conducir asuntos de pertinencia ajena.
Pero la gradualidad del alcance de la Directiva y de otras 15 medidas anunciadas paralelamente, algunas muy limitadas, demuestran lo que Cuba viene diciendo: un presidente de EEUU, a pesar de sus ataduras legales por las comúnmente denominadas Leyes Torricelli y Helms-Burton, puede hacer más por lanormalización de su país con Cuba.
¿Por qué permitir investigaciones conjuntas médicas Cuba-EEUU y no también en educación, industria y construcción, por ejemplo? ¿Por qué permitir que se ofrezcan servicios de reparación, mantenimiento y mejoramiento sólo a ciertas infraestructuras en Cuba?
¿Por qué no autorizar importaciones de productos cubanos a EEUU, más allá de los elaborados por el sector no estatal, si al mismo tiempo la Directiva invita a fortalecer los vínculos de EEUU con el Gobierno cubano y describe que “la política de Estados Unidos ayuda a las empresas estadounidenses a ganar acceso a los mercados cubanos y estimular el crecimiento sostenible de la economía cubana”?
¿Por qué ahora un norteamericano que viaja a Cuba puede comprar una caja de tabacos y una empresa cubana no puede exportar la misma caja a EEUU?
¿Cómo es posible que la Directiva, sobre las empresas estatales cubanas, pretenda “fomentar reformas que hagan alinearse a estas entidades con las normas internacionales, en especial la transparencia”? ¿Quiere EEUU que la empresa cubana imite la transparencia de Lehman Brothers?
En la página cuatro de la Directiva se reconoce que la política de EEUU hacia Cuba es un “factor irritante de las relaciones con nuestros aliados y socios”. Es un reduccionismo valorar sólo esa consecuencia de una política de asedio y penitencia a un pueblo como el cubano, que no la merece.
No sólo irrita que en enero de 2016 a la empresa Medtronic se le prohibiera comercializar estimuladores cerebrales profundos para el tratamiento de enfermedades neurológicas al Instituto de Neurología y Neurocirugía, por tener su sede en La Habana. Entorpece, obstaculiza y discrimina, podría añadir el presidente Obama. Pero sí, es verdad; utilizando su propio lenguaje, mientras haya bloqueo, EEUU continuará irritando a muchos, en especial a los cubanos, que no dejaremos de exigir su total eliminación.
Cuba y EEUU pueden funcionar como vecinos, que naturalmente somos, sobre el respeto a la igualdad soberana y al Derecho Internacional. ¿Qué queremos los cubanos? Seguir nuestro camino de desarrollo tal como hemos decidido; que nos respeten ese camino, no más que como han respetado a otros, porque no merecemos menos. Pedimos, como escribió José Martí, el héroe nacional de Cuba: “Así es la revolución cubana, dispuesta a aceptar a todos los que la respetan”.
Por Eugenio Martínez (Tomado de El Mundo. España)