Por coincidencias históricas, por estas fechas de octubre hace 53 años afectó a nuestro país el devastador huracán Flora, dejando a su paso más de mil compatriotas muertos y millones de pesos en pérdidas materiales.
Como siempre, una vez más Fidel estuvo en el eje de la tormenta, incluso a riesgo de su vida. Ese fenómeno natural marcó un antes y un después de los ciclones tropicales en Cuba, pues a partir de entonces nacieron los programas de construcción de presas y embalses, se reforzaron los sistemas meteorológicos, los mecanismos de Defensa Civil y otras acciones preventivas y de enfrentamiento a catástrofes naturales.
A propósito, Cubaperiodistas reproduce un trabajo publicado en el sitio web www.fidelcastro.cu donde se trata de aquel trágico acontecimiento.
El 1ro. de octubre de 1963 algunos medios de prensa se hicieron de una nota emitida, por el entonces Observatorio Nacional, acerca de la presencia en el extremo sur de las Antillas Menores del sexto ciclón tropical de esa temporada denominado Flora.
Pero centradas en la prominente noticia de la llegada a Cuba de Valentina Tereshkova, la primera mujer cosmonauta del mundo enviada al espacio por la extinta Unión Soviética, muchas personas apenas repararon en la citada información.
Nadie podría en ese momento imaginar que pocos días después el fenómeno meteorológico conmocionaría el país al provocar la segunda mayor catástrofe natural documentada en la historia de nuestro archipiélago (la primera fue provocada por el huracán del 9 de noviembre de 1932 en Santa Cruz del Sur, Camagüey), tras castigar con sus torrenciales lluvias, durante cinco días consecutivos, a las antiguas provincias de Oriente y Camagüey.
Aun con riesgo para su vida, Fidel dirigió en el terreno las operaciones de rescate. Como bien lo define en un testimonio inédito el recientemente fallecido y destacado realizador de documentales Eduardo de la Torre, quien en aquella época era camarógrafo de la Fílmica de la FAR y tomó impresionantes imágenes del trágico suceso, Flora fue el más “loco” de los ciclones que han pasado por el territorio nacional. Su insólito comportamiento así lo demuestra.
HISTORIA DE UN DRAMA
El 26 de septiembre de ese propio año 1963 surgió en aguas del Atlántico oriental una depresión tropical, que 72 horas después alcanzó la categoría de lo que se denomina ahora tormenta tropical, nombrada Flora.
Su proceso de intensificación continuó y antes de finalizar el 29 ya era huracán, moviéndose con dirección Oestenoroeste, y luego al Noroeste, para acercarse de manera gradual a los mares al sur de la Península de Tiburón, en Haití, la cual cruzó en la noche del 3 de octubre, dejando una estela de destrucción.
El desastre natural dejó más de 1 000 muertos. Ya al día siguiente penetra al territorio nacional en las primeras horas de la tarde por la costa sur de la hoy provincia de Guantánamo como huracán categoría 2 de la actual escala Saffir-Simpson, con vientos máximos sostenidos estimados de 165 kilómetros por hora.
Ahí comenzó la lenta y errática trayectoria del Flora sobre suelo cubano, al desplazarse sucesivamente al Noroeste, Oeste, Suroeste, Este, Nordeste y de nuevo Oeste hasta cerrar un lazo encima de la región oriental y salir el 6 de octubre hacia el Golfo de Guacanayabo.
Luego entraría por el sur de Camagüey, donde toma rumbo Sudeste y luego al Estenordeste, para abandonar de manera definitiva el país en la mañana del 8 de octubre por Gibara, Holguín.
Según explicaron a Granma el doctor en Ciencias Ramón Pérez Suárez, del Instituto de Meteorología, y el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, historiador de esa disciplina, una compleja interacción de factores favoreció la colosal magnitud de sus estragos.
Las crecidas alcanzaron niveles inimaginables arrasando con todo.
Entre ellas aparecen la inusual trayectoria descrita caracterizada por la permanencia del huracán sobre la región oriental de Cuba, aspecto condicionado por la posición y persistencia de los centros anticiclónicos situados al norte y al oeste de Cuba, las características topográficas de la zona azotada, donde se combinan grandes valles y elevadas montañas y la carencia de una infraestructura hidráulica que permitiera reducir el efecto de las notables inundaciones, unido al hecho de que el país aún no contaba con un sistema nacional de protección bien estructurado y eficaz para preservar la vida humana y los recursos materiales frente a la ocurrencia de desastres naturales.
Así del 4 al 8 de octubre de 1963 la región oriental fue testigo de un verdadero diluvio al recibir totales de lluvia que en algunos lugares superaron los promedios históricos de un año al llegar a los 1 600 milímetros.
Solo el día 5 hubo un acumulado máximo de 735 mm, mientras hay testimonios de que las aguas del río Cauto se extendieron unos 20 kilómetros más allá de su cauce habitual, arrasando todo lo que encontraron a su paso.
Las crecidas alcanzaron niveles sin precedentes, y muchos poblados desaparecieron bajo la acción de violentos torrentes de agua. De ello dan fe numerosas imágenes captadas por fotorreporteros y camarógrafos, que muestran la agonía de muchas personas subidas a los techos de sus casas, o aferradas a la copa de árboles, esperando a que los helicópteros de las FAR los rescataran.
El número de muertos comprobados ascendió a 1 157, y la cifra de viviendas completamente destruidas sobrepasó las 11 mil. Hubo más de 130 mil evacuados, mientras que la ganadería, la cosecha de café y los cultivos varios sufrieron severas pérdidas, en tanto colapsó la infraestructura de comunicaciones telefónicas y viales, incluidos los puentes y líneas del ferrocarril.
LA IMPRONTA DE FIDEL
Resulta imposible rememorar los hechos dramáticos del Flora sin mencionar la presencia del Comandante en Jefe Fidel Castro en el propio escenario de la tragedia, encabezando junto a otros altos dirigentes de la Revolución las acciones para enfrentar el embate del meteoro y dirigiendo personalmente muchas operaciones de rescate, en una de las cuales estuvo a punto de sufrir un accidente cuando el vehículo anfibio en el que viajaba casi es arrastrado por las aguas.
El 21 de octubre de 1963 Fidel intervino por las cadenas nacionales de radio y televisión para hacer una valoración de los estragos ocasionados por el célebre ciclón Flora (ese nombre fue retirado definitivamente de la lista de las denominaciones utilizadas en la cuenca del Atlántico tropical) y esbozar los pasos a emprender con el fin de evitar la repetición de desastres similares en el futuro.
De aquella histórica intervención pública surgió la iniciativa de invertir en la región oriental no menos de 200 millones de pesos destinados a construir nuevos embalses y canales que, además de ofrecer a todas las familias la tranquilidad de que no volverían a ser víctimas de una situación como esa, ayudarían a resolver los problemas del abasto de agua para la población y la agricultura en muchos pueblos de la zona. Ello marcó el nacimiento de lo que después se conocería como voluntad hidráulica.
La amarga experiencia dejada por el fenómeno natural condujo, además, a la posterior creación con carácter oficial del Sistema de Defensa Civil en julio de 1966 y a la constitución del Instituto de Meteorología, cuyo acto fundacional tuvo lugar en la noche del 12 de octubre de 1965.
El Flora marcaría entonces un antes y un después en la preparación del país frente a los desastres, tanto desde el punto de vista preventivo y organizativo, como científico. En ello la impronta del líder histórico de la Revolución también resultó clave.