La restauración colonial en el continente americano, planeada e implementada desde Washington a través de sus tanques pensantes y con las corporaciones mediáticas como punta de lanza, parece consolidarse tras la destitución de Dilma Rousseff con un golpe de estado parlamentario con colaboración del aparato judicial.
Cuando en diciembre de 2004 se fundaba el ALBA (Alianza Bolivariana para América, devenida luego en ALBA-TCP) y el 5 de noviembre de 2005 en Mar del Plata, Argentina, se enterraba el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), aires de integración económica y política parecían convertirse en un huracán imparable, al abrazo de Chávez, Lula y Kirchner, le siguieron el triunfo de Evo Morales en Bolivia y su Revolución Plurinacional, Rafael Correa y la Revolución Ciudadana en Ecuador, Daniel Ortega y el Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay con la Alianza Patriótica para el Cambio, un nuevo horizonte se abría para nuestro continente.
El ejemplo de resistencia de la solitaria Cuba se impregnaba en los pueblos de América, la dignidad humana comenzaba a prevalecer sobre el vil dinero y las políticas sociales eran los objetivos de los gobiernos progresistas, una nueva era transitaba los caminos del cambio en las sociedades explotadas y discriminadas por más de 500 años que comenzaron a construir la segunda y definitiva independencia.
El imperio no se quedó expectante ante ésta situación, a pesar que sus intereses principales se encontraban en Medio Oriente y el Norte de África no se olvidó de lo que siempre definieron su “patio trasero”, y fue montando una red de ONGs, fundaciones y estructurando con los grupos económicos mediáticos una política injerencista que esperaba el momento oportuno para dar el zarpazo.
Manejando los tiempos de las oligarquías locales y coordinándolas con los grandes grupos económicos transnacionalizados, con apoyo de los poderes judiciales y parlamentarios, los golpes blandos se pusieron en marcha.
Manuel Zelaya derrocado en 2009, intento de magnicidio de Rafael Correa en 2010, destitución de Fernando Lugo en 2012, permanente acoso a Hugo Chavez y tras su muerte a su sucesor Nicolás Maduro y la pérdida de la mayoría parlamentaria en las últimas elecciones de miembros de la Asamblea Nacional bolivariana en medio de una permanente agresión externa y guerra económica, derrota en el plebiscito de Evo Morales por una operación de prensa, triunfo electoral de los candidatos de la Embajada Norteamericana en Argentina en 2015 y la reciente destitución de Dilma Rousseff en Brasil, demuestran que nada es casual, sino causal, y dirigido desde los centros de poder imperial al norte del Rio Bravo.
Los gobiernos progresistas de la región se encuentran atrapados entre la legalidad de las democracias construidas en épocas de la independencia de las colonias y reformadas en la pos-guerra con propuestas liberales y bajo la tutela política de los EEUU y la prédica de los medios hegemónicos de comunicación en lo que podemos denominar un verdadero “Plan Cóndor de control Informativo”, lo que ha condicionado inicialmente la implementación de reformas y políticas alternativas.
Solo tres países de la región han efectuado reformas constitucionales que rompen con la legalidad reaccionaria del statu quo conservador, dando un cambio a la concepción del rol del Estado y el modelo económico en el funcionamiento de la sociedad, contrariando la lógica neoliberal, reconociendo la pluralidad étnica de nuestras poblaciones y buscando un modelo de democracia más participativo: Venezuela (1999), Ecuador (2008) y Bolivia (2009), pero en ninguna de ellas se estableció la comunicación y la información como un bien social que no puede estar en manos de sociedades de capital ni de empresarios particulares.
Es tremendo como dos de los países fundamentales en la economía continental y principales sostenedores del acuerdo de integración económica más importante en volumen y territorio del continente, el MercoSur, han sido dominados por las mafias empresariales, mediáticas y judiciales, serviles al norte imperial.
Con una metodología de inicio similar, medios y poder judicial coordinados, Cristina Fernandez y Dilma Russeff sufrieron los ataques sistemáticos de la derecha, que llevaron a la pérdida de las elecciones al Frente Para la Victoria de Cristina y a la destitución a Dilma.
Los sucesores de ambas presidentas, Mauricio Macri, en Argentina y Michel Temer en Brasil, fueron denunciados en los WikiLeaks como informantes o colaboradores de los funcionarios de las embajadas norteamericanas de sus respectivos países, detalle no menor que debemos tener en cuenta cuando analizamos lo que está pasando hoy.
Los ataques del norte sobre el Mercosur tienen un claro objetivo compartido hoy por los gobernantes argentinos y brasileros de destruirlo. Al ingreso de Venezuela al mismo, se producía un interesante vuelco del acuerdo regional, de ser solo un tratado comercial se pasaba a un tratado integrador económico-político-social, con un estado miembro que hacía de bisagra con el otro tratado económico-político-social del ALBA-TCP, liderado por Cuba y Venezuela, de producirse una integración plena del estado bolivariano al Mercosur, de desarrollarse el Banco del Sur (al que se oponían las burguesías empresariales tanto de Brasil como de Argentina), se daban las condiciones de un proceso de integración del Sur con América Central y el Caribe, generando un tremendo mercado regional, no ligado a las políticas norteamericanas.
El golpe en Brasil, no solo destituye a Dilma Rousseff, sino que, como en Argentina, produce un brutal retroceso en las políticas sociales, poniendo al Estado en un lugar de subsidio a las corporaciones económicas, a las que les entrega la dirección del mismo y busca redirigir los acuerdos económicos internacionales, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), podían en corto plazo poner en jaque el dominio comercial norteamericano, y sufrirán un cimbronazo muy duro al retirarse Brasil cuya política se atará a los designios del FMI y el BM sin ninguna duda.
La destitución de Dilma y la asunción de Temer se da en momentos donde se intentaba dar un golpe también dentro del Mercosur, no permitiendo que Venezuela asumiera la presidencia pro-tempore, mientras que arrecian los intentos golpistas contra Maduro, la derecha paraguaya, junto a la brasilera y argentina generan las condiciones para la desintegración del acuerdo regional, aunque por diferentes motivos, acuerdan con el objetivo, además de ser serviles a la política exterior norteamericana.
A los empresarios argentinos ligados a las transnacionales y encabezados por Macri, los seduce la incorporación al Tratado Trans Pacífico y la participación en un Mercosur activo e integrador lo consideran un escollo en sus objetivos, debe ser eliminado, aunque ello signifique ceder soberanía política y económica a las grandes corporaciones y a los países centrales, EEUU a la cabeza.
Por ello afirmamos al principio de la nota que la restauración colonial en el continente americano es planeada e implementada desde Washington, real beneficiario de los desastres que se avecinan con la aplicación de las políticas del Consenso de Washington en nuestros territorios.
Debemos reconocer que éstos avances de la derecha se producen también por la inacción de los gobiernos progresistas que pensaron que podían desarrollar políticas sociales, generadoras de un mercado interno que sacaron a millones de personas de la indigencia y la pobreza, recuperando para el pueblo la plusvalía de la producción, fundamentalmente de bienes primarios y la explotación extractiva, y al mismo tiempo que negociaban con las grandes corporaciones de capital monopólico, controlarlas sin cambiar de raíz la matriz económica y política del país.
No están dentro del capitalismo los genes que permitan resolver el hambre, la distribución injusta de los ingresos, la equidad en el ejercicio del poder y la justicia social, por eso no hay acuerdos estables con los dueños del capital y el imperio como su control fáctico, solo serán transitorios y tácticos, y tanto en Argentina como en Brasil en ésta década ganada al neoliberalismo, sus gobiernos no lograron desmontar las estructuras de poder económico, ni tomaron medidas de fondo como la nacionalización de la banca y el comercio exterior y una reforma agraria acorde con las nuevas necesidades de producción agropecuarias, ni se dieron una política sobre los medios de comunicación y sus propietarios y perdieron la oportunidad, cuando podían hacerlo, de modificar las feudales constituciones que tenemos y desmantelar el aparato judicial, convertido en un partido político al servicio imperial.
La formación de cuadros políticos y el diseño de políticas de ocupación territorial, el impulso al desarrollo de los movimientos sociales y de pueblos originarios, el desmantelar y sustituir las viejas estructuras partidarias en el territorio, el apoyarse permanentemente en la movilización popular, era una necesidad para enfrentar la reacción que se avecinaba y poder asegurar un destino distinto a Nuestra América.
No se podía negociar con los serviles del imperio, eso debemos aprenderlo para el futuro, no pueden haber más Cobos ni Temer en gobiernos populares, un proceso de cambio debe ser profundizado a cada paso para sostenerse y avanzar, sino el enemigo te destruye.
Ahora es de esperarse que todos los cañones apunten a la Venezuela Bolivariana, hay que defenderla y confiar en un pueblo movilizado, millones en la calle para recuperar la iniciativa popular en el continente y resistir la restauración colonial con la unidad de los pueblos, único camino para construir un mundo mejor.