Solo su política obstinada y de doble rasero puede explicar que Estados Unidos mantenga el mundialmente refutado bloqueo que le impone aún a Cuba, pese a ambos países haber reanudado las relaciones diplomáticas y establecido un diálogo bilateral.
A juicio de algunos analistas, el frustrado cerco económico, comercial y financiero que Washington aplica todavía a la mayor de las Antillas puede ser además un instrumento de presión en el proceso de conversaciones que los dos gobiernos sostienen en la actualidad, como parte del complejo camino que decidieron emprender a partir del 17 de diciembre de 2014 hacia la normalización de sus vínculos.
Sin embargo, los mismos expertos coinciden en que la Casa Blanca conoce muy bien que los cubanos no entienden de imposiciones, por su idiosincrasia y porque han demostrado a lo largo de casi 60 años que son capaces de resistir y derrocar agresiones de todo tipo de su poderoso vecino del norte.
Si es esa la estrategia de Washington, está desde ya convicta al fracaso como el propio bloqueo, un muro que la humanidad ansía se derrumbe de una vez por todas, y que se estremece cada vez más porque sus cimientos están carcomidos y su estructura agrietada por la historia.
Esa muralla ilícita, que ha hecho sufrir y dañado mucho a varias generaciones del pueblo de la nación caribeña, será sacudida por vigesimoquinta ocasión en la Asamblea General de la ONU, cuando el próximo mes sea votado otro proyecto de Resolución que presentará Cuba de rechazo al viejo cerco estadounidense.
Durante 24 años consecutivos, los representantes de la Casa Blanca ante Naciones Unidas han tenido que escuchar en el mismísimo corazón de Nueva York, sede principal de esa organización, el reclamo internacional a que sea eliminado definitivamente el bloqueo.
El venidero 26 de octubre, fecha marcada para la votación del nuevo proyecto de Resolución, no será una excepción, sino todo lo contrario, un reproche más a la postura hostil de sucesivas administraciones norteamericanas hacia Cuba, y de facto otra derrota política de Washington ante los ojos y oídos del mundo.
La mayor de las Antillas ha reiterado y esclarecido que mientras sea blanco de la guerra económica, comercial y financiera, seguirá colocando a Estados Unidos en el banquillo de los denunciados de la Asamblea General de la ONU.
El Canciller cubano, Bruno Rodríguez, insistió en rueda de prensa el pasado viernes al presentar un nuevo Informe a Naciones Unidas sobre el bloqueo, que la normalización de los nexos entre ambos países pasa necesariamente por el término de esa conducta agresiva, y la devolución por Estados Unidos del territorio que le usurpa a la isla antillana con la base militar que mantiene en la región oriental de Guantánamo.
Rodríguez recalcó asimismo que Washington debe derogar la llamada Ley de Ajuste Cubano, conocida por “pies secos pies mojados”, la cual incita la emigración ilegal y desordenada de ciudadanos de su nación hacia territorio norteamericano, además de acabar con la subversión que promueve y financia contra su país.
Evidente que los principios de la Revolución del decano archipiélago caribeño son invariables, independientemente del acercamiento a través del diálogo de igual a igual que sostiene hoy con el mayor adversario de su historia.
De Cuba nunca se ha podido ni podrá esperarse otra cosa que su perseverancia en la lucha, y sus firmes convicciones en la defensa de su soberanía, la paz, la solidaridad y la cooperación en beneficio de todos los pueblos del mundo.