Aunque es muy temprano para asegurarlo, todo hace indicar que el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (BAII) están llamados a convertirse en un freno al gran poder financiero mundial que ha mantenido Estados Unidos desde hace décadas con el respaldo de algunos países desarrollados occidentales.
El Nuevo Banco de Desarrollo se fundó en julio de 2015 por el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), con un fondo de reserva de 100 000 millones de dólares para prestar apoyo económico a los países participantes. A solo un año de creado ha alcanzado logros destacados y emitido sus primeros bonos a nivel mundial en busca de recaudar fondos para proyectos de energía limpia.
En ese tiempo se seleccionaron los primeros proyectos de crédito; el pago oportuno de capital accionario por parte de los accionistas y los primeros bonos denominados en yuanes a siete años emitidos por una institución global.
En abril de 2016 se acordó el primer paquete de créditos por valor de 811 millones de dólares para cuatro proyectos de energía renovable que permitirán la producción de una potencia general de 1,37 mega watts.
Los beneficiados fueron: Brasil que recibirá 300 millones de dólares; China, 81 millones; India, 250 millones y Sudáfrica, 180 millones.
Y una cuestión muy interesante fue que los proyectos se presentaron en Washington, durante un encuentro paralelo realizado durante las sesiones del segundo trimestre de los dirigentes del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
El BRICS ha desarrollado hasta la fecha, más de sesenta mecanismos de cooperación en las áreas de la economía, comercio, finanzas, agricultura, educación, ciencia y tecnología, cultura y grupos de asesoría.
Entre los desafíos del NBD aparece, como uno de sus propósitos anunciados, la de expandir su apoyo financiero a otros mercados emergentes y países en desarrollo.
El grupo toma fuerza adicional al apostar por una reforma de la gobernabilidad económica mundial, que según varios analistas entró en un conflicto financiero estructural a partir de la crisis económica mundial iniciada en Estados Unidos en 2008.
Otra institución financiera que surgió con gran fuerza es el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura que pese a la fuerte campaña de Washington para neutralizarlo, no lo consiguió, y en cambio muchos de los aliados occidentales de Estados Unidos optaron por integrarse a esa entidad monetaria.
En pocos meses, el BAII ha logrado el respaldo de más de 50 países, entre ellos Alemania, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, que al comprender la importancia de esa nueva entidad, y sin mucha propaganda, decidieron darle la espalda a las presiones estadounidenses.
Se estima que para finales de 2016 se sumarán al BAII otros 35 países y sus miembros llegarán a más de 100, un poco más de la mitad de los 183 que hoy forman parte del Banco Mundial (BM).
Innegablemente que el empuje de China en la economía globalizada mundial ha tenido un fuerte impacto y un ejemplo es que el bisoño ente financiero surgió con la proyección de ofrecer empréstito a las naciones de la región asiática, pero al aceptarse las prácticamente masivas adhesiones al BAII, Beijing ha facilitado que los financiamientos se extiendan a otras zonas del orbe.
El presidente del BAII, el chino Jin Liqun, informó en la primera Cumbre del organismo, realizada en junio pasado en Beijing, que entre otros candidatos a integrarse aparecen por Latinoamérica, Chile, Colombia, Venezuela; por África, Argelia, Libia, Nigeria, Senegal y Sudán; por Europa Chipre, Grecia, Irlanda, y Canadá (que forma parte junto con México y Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte).
China ha actuado con suma inteligencia para no crear un posible pánico entre los organismos financieros internacionales controlados desde finales de la Segunda Guerra Mundial por Estados Unidos y las economías desarrolladas occidentales.
De ahí que los cuatro primeros préstamos aprobados por valor de 509 millones de dólares, tres han sido conveniados con algunos de esas instituciones: 2l6,5 millones junto con el Banco Mundial para mejorar viviendas en Indonesia; 100 millones a Pakistán para construcción vial, en colaboración con el Banco Asiático de Desarrollo y el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido; 27,5 millones a Tayikistán con el objetivo de modernizar carreteras, en coordinación con el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo.
El préstamo entregado a Bangladesh para llevar energía eléctrica a zonas rurales por 165 millones de dólares ha sido el único costeado completamente por el BAII. Llama la atención que los proyectos aprobados van destinados a aliviar o mejorar las condiciones de vida de los pobladores.
La paciente filosofía asiática se ha puesto también de manifiesto a no tratar de utilizar su moneda, el yuan, en las transacciones realizadas por el BAII, lo cual crearía fuertes recelos, y ha dejado que el dólar siga momentáneamente su cauce.
Recordemos que el Fondo Monetario Internacional, por medio de su directora, Christine Lagarde informó la decisión de incluir el yuan en la cesta de divisas de reserva de esa institución, a partir de octubre de 2016, lo cual impulsa la integración de la economía china al sistema financiero global.
En conclusiones, el Nuevo Banco de Desarrollo y el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura van directamente enfocados a reformar el sistema financiero internacional que durante años ha sido controlado directamente por Estados Unidos y que en la mayoría de los casos ha favorecido a las naciones ricas en detrimento de las menos desarrolladas.