Dicen que estaba armado hasta los dientes, que tomó rehenes y siguió matando. Un tiro sobre otro durante cinco minutos, sin parar. Los robots brillaron por su ausencia. Dicen que los robots saben llegar después, excepto los que andan por Siria lanzando misiles y filmando gentes extramuros para su exterminación.
Dicen que el tipo estaba solo y que no. ¿Fue otra tragedia como consecuencia de una sociedad adicta a las armas? Dicen que fue un ataque contra la comunidad gay. Y que fue un hombre del ISIS. ¿O dos de Al-Qaeda? Quizás tres de Boko Haram, o un grupo de veteranos desocupados de la Operación Cóndor, aquellos que en los años setenta, bajo la dirección orquestal de EE.UU., desaparecieron y asesinaron a cientos de miles de militantes populares en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Chile, Uruguay, Brasil, Argentina, Paraguay. ¿Quién fue, quiénes fueron? Nunca lo sabrás.
¿Puede que haya sido un loco? ¿Un loco en el país más guerrerista de la tierra, en un país inundado de drogas y de armas, en un país donde cada tanto un tipo entra a una escuela o a un supermercado y masacra niñas y niños, jóvenes, mujeres y hombres a diestra y siniestra como quien se quita una mosca de encima?
¿Qué significa ser un loco en el país de los Rambos, en el país donde el actor Ronald Reagan, siendo presidente de EE.UU., propuso llevar de la “pantalla grande” a la vida real la Guerra de las Galaxias?
¿Quién? ¿Quiénes? ¿Ellos, entre ellos? Nunca lo dirán. Nunca lo sabrás.