Las recientes medidas implementadas de manera escalonada para aumentar, de manera gradual, la capacidad de compra del peso cubano han tenido en la población habanera cierto impacto positivo, sobre todo entre las personas de más bajos recursos.
Pero aunque directivos de diversas cadenas de distribución y comercialización aseguraron que contaban en los almacenes con mercancías suficientes para dar respuesta a la “explosión” de las ventas; la práctica, en muchos lugares, demuestra lo contrario.
Al margen de la realidad que hoy se vive en las grandes tiendas, existe ese otro mercado en barrios y municipios que no corre igual suerte.
Desde un inicio aparecen en ellos, de manera esporádica productos como el aceite y los picadillos, mientras que las confituras en rebaja se esfumaron tal cual arte de prestidigitación.
No faltan tampoco “interpretaciones” a esa política de precios aprobada que, en el caso del aceite, ejemplificaba con los formatos pequeños el que debería aplicarse a sus hermanos mayores.
Para muchos concurrentes tales rebajas están por verse y se preguntan: ¿por qué enumerar un aspecto en la referida Resolución del Ministerio de Finanzas y Precios que todavía no ha podido materializarse en la cotidianidad? ¿Por qué crear esas expectativas?
La extensión de las modificaciones aplicadas desde el 16 de mayo, de positiva acogida, también ha generado numerosas dudas, pues no pocos clientes desconocen cuáles son los artículos susceptibles de la rebaja y si los precios en cuestión son los regulados en la nueva normativa.
En el CUPET de Lagueruela y 10 de Octubre, en el municipio habanero de igual nombre, uno de sus dependientes informó el 28 de mayo a una usuaria que la rebaja solo incluía la leche en polvo en formato de saco, y excluía la leche líquida y las natillas, en tanto en tablilla se ofertaba una salchicha a 0.85 centavos que no existía y en su lugar vendían la de 1.10 fuera de tablilla.
Desabastecida, con anaqueles prácticamente vacíos, detectamos el 30 de mayo la unidad de la esquina de Toyo y 10 de Octubre, y también casi sin productos cárnicos, la tienda Maisí, en Centro Habana.
El supermercado de Carlos III era de los más abastecidos pero entre los picadillos solo ofertaban el de pavo curado de 400 gramos a 1.40 CUC; prácticamente con la misma envoltura que sus “hermanos menores”.
Para aclararnos la situación el responsable del área nos mostró uno de 0.90 centavos sellado, que estaba en el área de merma y por tanto fuera de la venta.
“El problema, dijo, es que la demanda supera la oferta, por tanto debemos esperar los suministros que entran a mitad de semana”.
Casi se ha vuelto un slogan el llamado a los consumidores a entablar una batalla por los precios en defensa de sus derechos, pero ¿cómo exigir algo que no se conoce?. ¿Cómo puede una persona sin amplios conocimientos de matemática, economía y gramaje calcular si la rebaja obedece a los porcentajes anunciados?
Las irregularidades que hoy se observan en las tiendas pasan, entre otros aspectos, por los bajos niveles de exigencia, falta de control y conductas inescrupulosas que empañan la imagen del sector.
Puede el consumidor, y debe hacerlo, enfrentar esos fenómenos, pero poco logrará si no sabe qué va a exigir y ni siquiera si lo están o no timando.
El desabastecimiento es otro asunto a tratar. Durante nuestro recorrido por La Habana Vieja, Centro Habana, Plaza de la Revolución y 10 de Octubre, vimos numerosos revendedores a las mismas puertas de las unidades y en algunos lugares hasta dentro de ellas.
Detectamos, además, personas que adquirieron grandes cantidades de detergente, leche en polvo y goma loca, entre otros productos, y eso el cliente no puede evitarlo ni combatirlo. Esta es una batalla de los órganos de enfrentamiento al delito, que deberán tomar cartas en el asunto ante no pocos comisores de los delitos de especulación y acaparamiento.
Por Enrique Valdés Machín/ Servicio Especial de la Agencia Cubana de Noticias (ACN)