El compromiso de convertir América Latina y el Caribe en zona de paz experimentó avances por la firma este jueves en La Habana de un acuerdo para el cese el fuego y de hostilidades, bilateral y definitivo, entre el Gobierno y la guerrilla colombianos.
El General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, entregó el documento a Juan Manuel Santos, mandatario colombiano, y a Timoleón Jiménez, Comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP).
Tras ser suscrito el texto en una ceremonia en el Salón de Protocolo de Cubanacán, Raúl aseguró que el proceso de paz en Colombia no tiene vuelta atrás, al referirse al trascendental acuerdo para poner fin a más de medio siglo de conflicto armado en ese país sudamericano.
Recordó en su discurso que el 19 de noviembre de 2012 comenzó la Mesa de conversaciones entre el Gobierno de Colombia y las FARC-EP en el Palacio de Convenciones de La Habana
Sugirió en ese sentido que ante las diferencias debe imponerse el diálogo y la concertación ante los retos, e incluso aseguró que el logro de la paz en Colombia será también esperanza para millones de personas en el planeta, cuya principal preocupación sigue siendo la supervivencia, en un mundo convulsionado por la violencia y las guerras.
Cuba, en su condición de garante y sede de estas conversaciones, seguirá brindando las facilidades necesarias y contribuyendo en todo lo posible al fin del conflicto, con modestia, discreción y profundo respeto a las posiciones de las dos partes, expresó.
Seguidamente, Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, calificó de histórico el acuerdo y felicitó a los Gobiernos de Cuba y Noruega por su condición de garantes de los diálogos de paz, y también a los de Chile y de la República Bolivariana de Venezuela, cuyos presidentes Michelle Bachelet y Nicolás Maduro, respectivamente, estuvieron en el encuentro.
También asistieron otras personalidades del organismo mundial, y los presidentes de República Dominicana y de El Salvador, Danilo Medina Sánchez y Salvador Sánchez Cerén, al igual que enviados especiales de Estados Unidos y de la Unión Europea.
Ban Ki-moon mencionó el hecho de que el Consejo de Seguridad de la ONU y los países integrantes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se comprometieron a contribuir a la solución del conflicto, con el establecimiento de una misión política de observadores internacionales no armados para Colombia.
Los países integrantes de la CELAC pondrán a disposición de la citada misión de la ONU los observadores requeridos para el monitoreo y verificación del cumplimiento de lo acordado.
Timoleón Jiménez, Comandante de las FARC-EP, elogió en una intervención los esfuerzos del líder venezolano Hugo Chávez, en aras de que algún día reinara la paz en su país.
“Que este sea el último día de la guerra”, proclamó.
Con esa afirmación coincidió el Presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien anunció que defenderá con igual determinación el derecho de las FARC-EP a expresarse por las vías legales y políticas, aunque nunca lleguemos a estar totalmente de acuerdo, argumentó.
Aun cuando quedan aún importantes y difíciles cuestiones pendientes en la Mesa de Conversaciones, nunca se había avanzado tanto en un proceso de paz en esa nación, donde sus legítimos anhelos de paz necesitan y merecen el firme respaldo de la comunidad internacional, en particular de la región latinoamericana y caribeña.
Antes de la firma, los garantes de Cuba y Noruega, Rodolfo Benítez y Dag Nylander, en ese orden, leyeron un comunicado conjunto que recoge también el pacto sobre la dejación de las armas, las garantías de seguridad y la lucha contra las organizaciones criminales responsables de homicidios y masacres.
Lino Lubén Pérez / Agencia Cubana de Noticias
DISCURSO DE JUAN MANUEL SANTOS, PRESIDENTE DE COLOMBIA
(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Muy buenas tardes a todos.
Los presidentes tenemos tres jefes: el pueblo, nuestros cónyuges o nuestras cónyuges y el protocolo.
Me acaban de dar seis páginas de protocolo, entonces voy a rebelarme contra el protocolo, saludar a todos con mucho afecto (Aplausos), y decirles, amigos y amigas, compatriotas:
Hoy es un día histórico para nuestro país. Después de más de 50 años de enfrentamientos, muertes, atentados y dolor, hemos puesto un punto final al conflicto armado con las FARC. Lograr este Acuerdo nos llena de fe y esperanza.
Desde comienzos de los años ochenta, con la iniciativa de paz del presidente Betancourt, todos, todos los gobiernos han adelantado valientes iniciativas para cumplir el gran anhelo de paz de los colombianos.
Han sido más de 30 años de intentos para poner un punto final al conflicto con las FARC, y hoy hemos dado el paso más definitivo en esta dirección. No solamente se acordó el fin de las confrontaciones con un cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo, sino que también se definió un cronograma preciso para que las FARC dejen las armas para siempre. Esto significa, ni más ni menos, el fin de las FARC como grupo armado.
Los jóvenes y niños de nuestro país no han conocido un solo día sin la violencia del conflicto armado; tampoco lo hemos conocido los adultos. Los colombianos de todos los rincones del país, de todos los niveles sociales, de todos los sectores políticos y religiosos hemos crecido y convivido con el miedo y la incertidumbre de la guerra.
Colombia se acostumbró a vivir en conflicto y ya no tenemos recuerdos, ni siquiera referencias de lo que es vivir en paz. ¿Qué veíamos a diario en las noticias? Las imágenes del dolor, de las víctimas, de los daños ecológicos, de familias lamentando el sufrimiento o la muerte de sus seres queridos. Lo cierto es que nos acostumbramos al horror de la guerra, se volvió parte de nuestra vida cotidiana.
Hoy, por fortuna, con lo que se acaba de firmar damos vuelta a esta trágica y larga página de nuestra historia.
Hoy se abre un nuevo capítulo, un capítulo que nos devuelve la esperanza, que nos permite empezar a cicatrizar las heridas y que les da a nuestros hijos la posibilidad de no repetir la historia que tanto daño le ha causado al país. Nos llegó la hora de vivir sin guerra. Nos llegó la hora de ser un país en paz, un país con esperanza.
Ya en los últimos meses el cese al fuego unilateral nos había permitido imaginar cómo sería ese país en paz. El acuerdo de hoy nos garantiza que esa paz temporal será definitiva, sólida.
Este acuerdo sobre el punto del fin del conflicto les debe dar tranquilidad a todos los colombianos. ¿Por qué? Porque el fin de las hostilidades queda asegurado y el camino para que los miembros de las FARC dejen de las armas queda claramente definido. Todo esto será supervisado y verificado por Observadores internacionales designados por el Secretario General de Naciones Unidas, en virtud del mandato que le dio el Consejo de Seguridad de esta organización, la máxima autoridad mundial en materia de seguridad y paz.
Quiero reconocer al secretario general Ban Ki-moon, al Presidente del Consejo de Seguridad y al Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas por su apoyo y por su presencia hoy en La Habana.
Los Observadores, provenientes de países amigos de Colombia, acompañarán el proceso de concentración de los miembros de las FARC en las zonas de ubicación y garantizarán que el cese al fuego y de hostilidades se respete. Vigilarán también que el abandono de las armas sea total y efectivo, todo dentro de los tiempos previstos en el acuerdo.
Ahora que hemos terminado este otro punto crucial en la negociación con la guerrilla y que nos acercamos al acuerdo final, quiero enfatizar la importancia de lo que hasta ahora hemos convenido.
Primero: El fin del conflicto con las FARC. No habrá más colombianos víctimas de esta guerra entre hijos de una misma nación. No habrá más niños en la guerra, podrán dedicarse a ser realmente niños, a aprender, a jugar, a reír, como debe ser. Los jóvenes tampoco tendrán que ir más a la guerra.
Los colombianos en todo el territorio podremos vivir sin miedo a ser víctimas de la confrontación con esta guerrilla.
Es cierto que subsisten otros fenómenos de violencia y delincuencia, como el ELN y las bandas criminales asociadas al narcotráfico. Pero algo que todos debemos comprender es que este acuerdo logrado con las FARC significa terminar la guerra con la organización guerrillera más grande y más antigua y tiene una importancia inmensa, inmensa para el presente y el futuro de Colombia.
Segundo: Habrá justicia para las víctimas de todos estos años de violencia. El sistema de justicia transicional para satisfacer a las víctimas garantiza sus derechos, no solo a la justicia, sino también a la verdad, a la reparación y a la no repetición.
No habrá impunidad. Los máximos responsables de crímenes atroces serán juzgados y sancionados.
Tercero: Los campos de Colombia tendrán un futuro con más oportunidades, donde el desarrollo, los servicios del Estado y la tranquilidad sean la regla y no la excepción. Cientos de miles de familias que fueron expulsadas por la violencia regresarán sin temor, para hacer producir nuestro campo y sembrar el desarrollo en nuestras regiones.
Cuarto: Una democracia fortalecida, donde todos quepamos, donde todos podamos opinar, disentir, construir; donde las ideas se defiendan con la razón y jamás con las armas.
Quinto: Una paz estable y duradera que nos dé la tranquilidad a todos de que los días oscuros de la guerra con las FARC no volverán jamás, nunca más.
Esta es la realidad de lo que se está acordando aquí en La Habana.
Ese es el futuro que está a nuestro alcance, el de un país donde podamos crecer, progresar y envejecer en paz todos los colombianos.
Quiero ser muy claro en que todavía faltan temas importantes por acordar y hemos convenido con las FARC que vamos a evacuarlos lo más pronto posible.
El acuerdo final lo firmaremos en Colombia.
Yo hoy quiero agradecer muy especialmente a Cuba, al presidente Raúl Castro, nuestro generoso anfitrión, y a Noruega, a su Primera Ministra y a su Canciller aquí presentes, por su papel como países garantes; también a Chile, presidenta Bachelet, y a Venezuela, presidente Maduro, por su desempeño como países acompañantes, y a los Jefes de Estado de naciones amigas que hoy nos acompañan. A los presidentes Henrique Peña Nieto, de México; Danilo Medina, de la República Dominicana y presidente de CELAC, y a Salvador Sánchez Cerén, de El Salvador, gracias, gracias por su apoyo.
También agradezco el apoyo de Estados Unidos, del presidente Obama, de su Secretario de Estado, a través de su enviado especial Bernie Aronson aquí presente, y de la Unión Europea, de todos sus miembros sin excepción, a través de su enviado especial también aquí presente, Eamon Gilmore.
Quiero hacer un reconocimiento especial —y sé que expreso el sentir de todos los colombianos— a nuestras fuerzas militares y nuestra policía, su sacrificio, su sentido del deber, su compromiso con la defensa de la democracia; su comprensión de este punto de inflexiones en nuestra historia han sido esenciales para llegar a este momento. Sin ellos la paz no sería posible.
Quiero valorar expresamente el paso que hoy dan las FARC con el liderazgo de Timoleón Jiménez, al acordar que la lucha por sus convicciones ya no será armada, sino como debe ser, política, con ideas y argumentos.
No estamos de acuerdo y seguramente jamás lo estaremos con su visión política y económica para el país, pero lo que se reconoce hoy es la posibilidad de disentir y de tener posiciones opuestas, sin necesidad de enfrentarse a medios violentos.
Toda mi vida, desde cuando mi madre me entregó hace casi 50 años un fusil que representaba las armas de la república, como sigue siendo la costumbre al ingresar a la Armada Nacional, he sido un implacable adversario de las FARC. Tal vez no haya colombiano alguno que los haya combatido con más contundencia y determinación; pero de la misma forma, ahora que pactamos la paz, como jefe de Estado y como colombiano, defenderé con igual determinación su derecho a expresarse y a que sigan su lucha política por las vías legales, así nunca estemos de acuerdo (Aplausos).
Esa es la esencia de la democracia a la que les damos la bienvenida.
Este es un paso fundamental, un paso histórico. Ahora bien, el fin del conflicto no es el punto de llegada; el fin del conflicto es el punto de partida para que construyamos juntos, unidos en la diversidad, un país donde haya espacio para todos.
Hago un llamado a que todos los colombianos se contagien de este espíritu de fraternidad y se unan en este gran proyecto nacional por nuestro presente y nuestro futuro.
Esta es la paz de los colombianos, de todos sin excepción; la paz que soñamos y esperamos por tantos años. Y, gracias a Dios, ya no es un sueño, la sentimos en nuestras manos, al tiempo que vemos alejarse para siempre la pesadilla de la guerra.
La paz se hizo posible, la paz es posible. Ahora vamos a construirla.
Muchas gracias (Aplausos prolongados).
DISCURSO DE BAN KI-MOON, SECRETARIO GENERAL DE LA ONU
(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)
Excelentísimo señor Raúl Castro Ruz, presidente de Cuba;
Excelentísimo señor Juan Manuel Santos, presidente de la República de Colombia;
Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno;
Señor Timoleón Jiménez, comandante de las FARC-EP;
Excelentísimo señor Mogens Lykketoft, presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas;
Excelentísimo señor Franςois Delattre, presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas;
Excelencias;
Distinguidos miembros de la Comunidad Diplomática y Honorables huéspedes;
Señoras y señores:
Buenos días.
Es un gran honor estar con ustedes en este día tan importante para Colombia y para América Latina y el Caribe.
Estoy muy complacido y agradecido por tener la oportunidad de disfrutar una vez más de la hospitalidad de Cuba.
Señores Presidentes, Excelencias, Señoras y Señores:
El proceso de paz en Colombia nos impone un compromiso esencial: un acuerdo de cese al fuego y deposición de las armas.
Hoy el proceso de paz colombiano valida la perseverancia de todos aquellos en el mundo que trabajan por poner fin al conflicto violento, no mediante la destrucción del adversario, sino mediante la búsqueda paciente de una solución conciliatoria.
Deseo expresar mi gran admiración por los equipos negociadores que han demostrado que es posible alcanzar la paz con dignidad para todos los involucrados. Ellos han vencido momentos de tensión y temas difíciles para llegar a este histórico acontecimiento.
También felicito al gobierno de Cuba y Noruega que han dedicado considerables esfuerzos diplomáticos al proceso de paz. Junto con los Países Acompañantes, Chile y Venezuela, han demostrado cómo los esfuerzos nacionales de paz pueden apoyarse de forma honesta, discreta y efectiva.
Hace seis meses el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) respondieron al llamado del gobierno de Colombia y las FARC-EP y se comprometieron a apoyar la implementación del acuerdo de cese al fuego y la deposición de las armas.
La firma de este componente especial del Acuerdo de Paz fortalecerá este acuerdo. Ahora resultará crucial movilizar al pueblo y los recursos requeridos para la supervisión y verificación del mismo.
Sabemos que las conversaciones de paz continúan y que quedan pendientes importantes temas, pero confiamos que el logro de hoy proporcionará un renovado impulso hacia la última fase de las negociaciones.
Existen grandes expectativas de que la visión articulada en los acuerdos alcanzados en los últimos tres años pronto serán una realidad. Les insto encarecidamente a materializar estas esperanzas.
En las Naciones Unidas estamos decididos a hacer todo lo posible para que, junto con el gobierno y las FARC-EP, podamos convertir este extraordinario proceso de negociación en la implementación ejemplar de los compromisos de paz asumidos.
En mi último año como Secretario General de las Naciones Unidas, es un verdadero privilegio participar en este histórico evento. Es un honor para mí compartir con ustedes el trabajo de sentar las bases para una paz duradera y un mejor futuro para todas las personas en su país.
Excelencias; señoras y señores:
Trabajemos ahora juntos para que la promesa de la paz que se sella hoy en La Habana se haga realidad en Colombia.
Muchas gracias (Aplausos).
DISCURSO DEL COMANDANTE TIMOLEON JIMENEZ, JEFE DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP
(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Que este sea el último día de la guerra.
Señor General de Ejército Raúl Castro Ruz, presidente de la República de Cuba;
Señor presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos;
Señor secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Ban Ki-moon;
Señor canciller del reino de Noruega, Borge Brende;
Señor presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro;
Señora presidenta de la República de Chile, Michelle Bachelet;
Señor presidente de la República Dominicana y de la CELAC, Danilo Medina;
Señor presidente de la República de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén;
Señor presidente de la República de México, Enrique Peña Nieto;
Señor presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, Mogens Lykketoft;
Señor presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, François Delattre;
Señor Bernard Aronson, enviado especial del gobierno de los Estados Unidos;
Señor Eamon Gilmore, enviado especial de la Unión Europea;
Señora representante de la CEPAL, Alicia Bárcena:
Quisiera pedirles, con el mayor respeto, disculpas, para aprovechar este instante con el propósito de rememorar a un gran ausente, el Comandante eterno Hugo Rafael Chávez Frías (Aplausos), un guerrero por la paz de la América Latina y el Caribe, sin cuya valiosa iniciativa y gestión hubiera sido imposible arribar a este histórico acto.
Señoras y señores: alguien sentenció alguna vez que los únicos sueños que logran alcanzarse son aquellos que se intentan. Hoy más que nunca sentimos que esa sentencia contiene una verdad indiscutible.
En el año 1964, en medio del fragor de la desigual lucha armada, la Asamblea de los Guerrilleros de Marquetalia produjo su programa agrario, en cuya parte introductoria dejó sentada la siguiente declaración que ahora recordamos: “Nosotros somos revolucionarios que luchamos por un cambio de régimen, pero queríamos y luchábamos por ese cambio usando la vía menos dolorosa para nuestro pueblo, la vía pacífica, la vía democrática de masas; esa vía nos fue cerrada violentamente con el pretexto fascista oficial de combatir supuestas repúblicas independientes, y como somos revolucionarios que de una u otra manera jugaremos el papel histórico que nos corresponde, nos tocó buscar la otra vía, la vía revolucionaria armada para la lucha por el poder.”
Hoy, 52 años después, los guerrilleros de las FARC estamos sellando con el gobierno de Juan Manuel Santos un cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, un acuerdo sobre garantías de seguridad y combate al paramilitarismo, y otro sobre dejación de armas, que nos dejan a las puertas de concretar, en un plazo relativamente breve, el acuerdo final que nos permitirá por fin retornar al ejercicio político legal mediante la vía pacífica y democrática.
Plantearlo antes de la Operación Marquetalia resultó absurdo para los poderes y partidos dominantes en la época, que decidieron apelar a la fuerza y el exterminio, animados por la convicción de que mediante las bombas y los fusiles podían acallar los clamores populares; eran también los tiempos del apogeo de la Guerra Fría y la filosofía del enemigo interno que convertían a la fuerza pública en ejército de ocupación de su propio país y contra su propio pueblo.
Los muertos, la sangre, la devastación y el horror que se le hubieran ahorrado a Colombia si en lugar de atender las voces fanáticas que llamaban irresponsablemente a la guerra, con apelación a los más absurdos argumentos, se hubiera escuchado a aquellos que llamaban al diálogo, a la solución que proponía acuerdo de presencia económica y social del Estado, al tiempo que democratizar el escenario político en un ambiente de tolerancia y respeto por la diferencia.
Los 48 campesinos marquetalianos se convirtieron con las décadas en miles de mujeres y hombres alzados en armas que llegaron a poner en serios aprietos al Estado colombiano, pero que simultáneamente nunca dejaron de hablar de un acuerdo de paz por la vía de las conversaciones civilizadas. Fueron varios y dolorosamente frustrados los intentos por conseguirlo. Pero siguieron intentándolo una y otra vez, y hoy vemos los frutos de su persistencia.
Porque si de algo dan fe los Presidentes de los países acompañantes y garantes hoy aquí presentes, así como el conjunto de las altas personalidades internacionales, inmersas en el proceso de paz en curso y que nos acompañan aquí, lo que está a punto de sellarse no es una capitulación de la insurgencia, como querían algunos obtusos, sino el producto de un diálogo serio entre dos fuerzas que se enfrentaron por más de medio siglo sin que ninguna pudiera derrotar a la otra.
Ni las FARC ni el Estado son fuerzas vencidas y por ende lo pactado no puede interpretarse por nadie como el producto de alguna imposición de una parte a la otra. Hemos discutido largamente, llegando incluso a callejones que parecían sin salida, que solo pudieron superarse gracias a la desinteresada y eficaz intervención de los países garantes, Cuba y Noruega, y las oportunas y sabias fórmulas sugeridas por la creatividad de los voceros de ambas partes o sus acuciosos asesores.
Más allá de un pobre favor, hacen un daño inmenso a Colombia, a la vida y a la esperanza de su pueblo, quienes insisten en negar la trascendental importancia de lo acordado, que solo por su contenido identifica a las partes sentadas a la Mesa, sin haberlas fundido o entregada una a la otra.
Estamos seguros de que la nación colombiana, que ha sufrido la guerra y sus consecuencias, dará la espalda a quienes la siguen convidando al holocausto quizás con qué oscuro propósito.
Estamos muy cerca de la firma del acuerdo final que pondrá el fin al conflicto e iniciará la construcción de una paz estable y duradera.
Desde el principio sostuvimos que la firma de este acuerdo es la mejor oportunidad que tendrá nuestro país para enrumbarse hacia la justicia social y el progreso, sobre la base de que serán abiertas las compuertas de la democracia verdadera para que los movimientos sociales y políticos de oposición gocen de plenas garantías, y para que la voz de las comunidades en los escalones local, regional y nacional adquiera toda su importancia y pueda jugar un papel determinante en las decisiones públicas relacionadas con su futuro.
Estamos ciertos de que esa será una realidad que se abrirá paso, poniendo fin a la tradición de imponer desde arriba, haciendo abstracción de los intereses populares, las políticas que gobernantes elegidos con sufragios dudosos consideran más convenientes para ellos. Hay acuerdos sellados sobre esa materia, y están próximos a definirse en algunos puntos pendientes, como también en cuestión de reforma rural, integral y cultivos de uso ilícito. Sobre este último recién se puso en práctica un proyecto piloto de sustitución en Briceño, Antoquia, que necesariamente habrá que replicar en otras áreas que padecen el problema. No será todo color de rosa y seguramente habrá que luchar porque se cumpla integralmente lo firmado, porque como lo decía en el título de una de sus novelas el escritor colombiano Álvaro Salom Becerra: “Al pueblo nunca le toca.”
El acuerdo final será la llave para dar vuelta a esa cerradura, pero requerirá de la organización y movilización constante de la gente por su cumplimiento. Lo ponen de presente la insistencia oficial en las cíderes, pese a lo pactado en La Habana y al reciente Código de Policía, que choca con el acuerdo sobre participación política suscrito en la Mesa.
El Acuerdo sobre garantías de seguridad y combate al paramilitarismo tiene que ser una realidad en los hechos, so pena de conducir el resultado final del proceso al fracaso histórico.
Duele profundamente y resulta ya intolerable que a estas alturas tales estructuras sigan asesinando con plena libertad, como ocurrió entre el 11 y el 13 de este mes en Barrancabermeja con cuatro jóvenes. Que el SMAD siga triturando colombianos que salen a protestar con justicia y que el aparato judicial continúe ordenando privaciones abusivas de la libertad como la del compañero Carlos Arturo Velandia.
También se ha llegado al Acuerdo sobre dejación de armas, que pone en evidencia la suma de invenciones con las que se pretende engañar a la gente de nuestro país, cuando se asevera que tras los acuerdos, las FARC pretendemos seguir armadas y haciendo política.
El país podrá conocerlo a partir de hoy. Claro que las FARC haremos política, si esa es nuestra razón de ser, pero por medios legales y pacíficos con los mismos derechos y garantías de los demás partidos (Aplausos).
El Estado colombiano tendrá que hacer efectivo que a ningún colombiano se le perseguirá por razones de sus ideas o prácticas políticas. Que la perversa costumbre de incluir en los órdenes de batalla de las Fuerzas Armadas los nombres de los dirigentes de movimientos sociales y políticos de oposición tendrá que desaparecer definitivamente del suelo patrio. Que una vez firmado el acuerdo final desaparecerán el dispositivo militar de guerra y su anticuada doctrina de seguridad.
Las Fuerzas Armadas Colombianas, agigantadas en el transcurso de la guerra, diestras en contrainsurgencia y acciones especiales están llamadas en adelante a jugar un importante papel en aras de la paz, la reconciliación y el desarrollo del país. Fueron nuestras adversarias, pero en lo adelante tenemos que ser fuerzas aliadas por el bien de Colombia. Su infraestructura y recursos pueden ponerse al servicio de las comunidades y sus necesidades sin desmedro de sus capacidades para cumplir la función constitucional de guarnecer las fronteras.
Por otra parte, el protagonismo de las comunidades ha de representar también la oportunidad para comenzar a solucionar el grave conflicto que se vive en las ciudades: desocupación, inseguridad, falta de servicios públicos. Esclavitudes como el pagadiario y la explotación sexual, microtráfico, crímenes y bandas asociadas a la mafia y el paramilitarismo requieren atención inmediata. La paz rural debe significar una transformación participativa de las urbes.
Necesitamos que en nuestro país se produzca efectivamente una definitiva reconciliación. Basta ya de la violencia y los delirios por ella. Ella requiere una paciente e intensa labor de difusión, educación y concientización de lo pactado en La Habana, para que la gente de Colombia quede clara de su valioso y positivo contenido, y para que sepa qué puede y debe reclamar del Estado, para que se una y organice por conseguirlo y solo así haremos una nueva Colombia.
Las FARC EP completamos el pasado 27 de mayo 52 años de resistencia guerrillera, y hoy vemos el sueño de la paz mucho más cerca que nunca. Pensamos trabajar por la unidad del movimiento democrático y popular en nuestro país, sin sectarismos ni posiciones hegemónicas, en procura de la confluencia de toda la inconformidad con el modelo actual de las cosas a objeto de generar profundos cambios en la vida colombiana, pensando siempre en el interés de las mayorías.
La guerra ha costado cientos de miles de millones de dólares a nuestro país. De hecho la exagerada partida del presupuesto militar ha tenido como justificación permanente la existencia del conflicto armado. Un país en paz ya no requerirá de tales argumentos y podrá destinar una buena parte de esos recursos a menesteres más sanos y productivos. No es cierto que no exista dinero para la paz ni que todo tenga que ser ayuda internacional, basta con cambiar prioridades.
Sabemos que nada se conseguirá fácilmente o rápidamente. Entendemos que los principales beneficiarios de nuestro esfuerzo serán las generaciones futuras, por eso extendemos nuestra mano a la juventud, es la llamada a construir el nuevo país y por tanto la más llamada a defender a la defensa de la paz y la reconciliación, a la promoción de un nuevo tipo de actividad política, a la consolidación de la civilidad y la más amplia democracia.
Las FARC siempre hemos sido optimistas, aun en los momentos más difíciles siempre creíamos que la paz era posible y decidimos intentarlo cuantas veces fuera necesario, y tuvimos la razón.
El Acuerdo de cese al fuego y de hostilidades, bilateral y definitivo, es leído por todo el mundo como el fin de la confrontación armada en Colombia. Así sea.
Confiamos en celebrar en un plazo prudencial otro acto solemne: la firma del acuerdo final. ¡Que este sea el último día de la guerra!
Muchas gracias (Aplausos).
DISCURSO DEL GENERAL DE EJERCITO RAUL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS DE LA REPUBLICA DE CUBA
(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Excelentísimo señor Juan Manuel Santos Calderón, presidente de la República de Colombia;
Comandante Timoleón Jiménez, jefe del Estado Mayor Central de las FARC-EP;
Excelentísimo señor Ban Ki-moon, secretario general de las Naciones Unidas;
Estimado Borge Brende, ministro de Relaciones Exteriores del Reino de Noruega, País Garante de la Mesa;
Estimada Michelle Bachelet, presidenta de la República de Chile, País Acompañante de la Mesa;
Estimado Nicolás Maduro, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, País Acompañante de la Mesa;
Estimado Danilo Medina, presidente de la República Dominicana y presidente Pro Témpore de la CELAC;
Estimado Salvador Sánchez, presidente de la República de El Salvador;
Estimado Enrique Peña Nieto, presidente de los Estados Unidos Mexicanos;
Distinguidos participantes e invitados a este acto:
El 19 de noviembre de 2012, comenzó sus trabajos en La Habana la Mesa de Conversaciones entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo.
No fueron pocos los que en aquellos días vaticinaban el fracaso, como ya había ocurrido en Colombia con anteriores procesos de paz. Sin embargo, los trascendentales acuerdos que hoy se han anunciado por la Mesa nos acercan, como nunca antes, al fin del conflicto armado que por más de cinco décadas ha sufrido el hermano pueblo colombiano.
La decisión de las partes de firmar hoy compromisos sobre cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, dejación de las armas y garantías de seguridad, representa un paso de avance decisivo. El proceso de paz no tiene vuelta atrás (Aplausos).
La paz será la victoria de toda Colombia; pero también la de toda Nuestra América. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) tiene, en su joven historia, el gran hito de la proclamación de esta región como Zona de Paz. El fin del conflicto armado en Colombia será una nueva demostración del firme compromiso de nuestros pueblos contra el uso y la amenaza del uso de la fuerza y a favor de la solución pacífica de controversias. Ante las diferencias, diálogo. Ante los retos, concertación.
El logro de la paz en Colombia será también esperanza para millones de personas en el planeta, cuya principal preocupación sigue siendo la supervivencia en un mundo convulsionado por la violencia y las guerras.
La paz no es una utopía. Es un derecho legítimo de cada ser humano y de todos los pueblos. Es una condición fundamental para el disfrute de todos los derechos humanos, en particular, el derecho supremo a la vida.
Estimados participantes e invitados:
El compromiso del pueblo y gobierno cubanos con la paz de Colombia ha sido y será permanente, fieles al legado martiano de que “Patria es Humanidad”.
Cuba, en su condición de garante y sede de estas conversaciones, seguirá brindando las facilidades necesarias y contribuyendo en todo lo posible al fin del conflicto, con modestia, discreción y profundo respeto a las posiciones de las dos partes.
Quisiera concluir felicitando al gobierno de Colombia y a las FARC-EP. Ambas partes han trabajado sin descanso, con seriedad y compromiso, para lograr los cruciales avances anunciados hoy.
Quedan aún importantes y difíciles cuestiones pendientes en la Mesa de Conversaciones, pero somos optimistas. Estamos más convencidos que nunca de que el futuro de Colombia será la paz.
Muchas gracias (Aplausos).