Este hombre se lo toma todo muy en serio: arquitecto de profesión, «doctor» de celulares por oficio, artista de la plástica, cazador, juez nacional de perros de muestra, experto en ornitología, fan incondicional de David Blanco, funcionario de la Gran Logia de Cuba…
Si usted propone ahora mismo un tema, probablemente Aslam Castellón Maure sepa bastante acerca del mismo. Solo le han fallado sus incursiones en la batería –se dice zurdo para la música– y el humor gráfico, no por falta de intentos, que conste. Pero fue el último de sus hobbies, la fotografía, la que lo trajo como colaborador a las páginas del periódico5 de Septiembre y le hizo merecer, recientemente, el Gran Premio del concurso del Festival de Aves Endémicas del Caribe.
«Me interesé por la fotografía desde que tenía unos 13 o 14 años, quizá un poco antes. Siempre ha sido un hobby caro, las cámaras de rollos eran bastante costosas para la época pero, cuando pude reunir el dinero, con ayuda de mis padres, me hice de dos réflex, serias, y empecé a hacer mis cositas. Varios amigos fotógrafos me enseñaron los principios de composición, artísticos y las técnicas de revelado; ya planeaba crear mi propio laboratorio con los químicos, ampliadoras, cuando llegó la era digital… Fue otro muro: choqué contra una barrera que entonces no pude rebasar.
«Sin embargo, seguía con la intención de hacer fotografía en serio, y en 2003, en un evento de perros de muestra, tuve la oportunidad de compartir con dos personalidades de ese arte en Cuba: Liborio Noval y Julio Larramendi. Con ellos comprendí que el muro era más alto de lo que yo pensaba, sobre todo en materia de precios. Tiempo después entré en el negocio del arreglo de móviles, me permitió cierta holgura económica y pude retomarlo todo».
¿Cómo te acercaste a la prensa, específicamente a la fotografía deportiva?
«En principio el béisbol no me interesó mucho, era más bien seguidor del fútbol. El acercamiento vino con el resurgir del equipo los Elefantes de Cienfuegos, en la Serie 49, cuando ir al estadio se convirtió en una necesidad, y llevaba la cámara como un accesorio más. Por ser un deporte tan impredecible y dinámico, ofrece muchísimas oportunidades de fotografía y llega un momento donde creas las habilidades de saber dónde estar y en qué momento para tener la jugada espectacular; por supuesto, son habilidades que adquieres con el tiempo, pues al principio me las perdía. Tiene sus inconvenientes: mientras el resto disfruta el juego desde las gradas, yo lo veo a través del visor de la cámara».
¿Cuándo ocurrió el salto de elefantes para aves endémicas?
«Lo de las aves es una afición más antigua que la fotografía. Tuve la fortuna de tener un abuelo, maestro rural, que siempre tuvo un conocimiento muy profundo de la naturaleza. Me inculcó también el hábito de leer y desde pequeño consumía mucha literatura sobre el tema, sobre todo de aves de Cuba. Mientras más estudiaba, más me interesaba. Y un día se me ocurrió la feliz idea de vincular mis dos grandes pasiones.
«Quizá el nuestro no sea el país más rico en cuanto a aves: es imposible comparar una pequeña isla del Caribe con Colombia, Venezuela o México, considerados megadiversos. Cuba tiene cerca de 300 especies, Colombia más de mil 900. El porcentaje de endemismo en las aves cubanas no es muy considerable; sin embargo, son muy especiales: tenemos la fortuna de contar con el colibrí más pequeño del mundo; el representante más vistoso de la familia de los tody (la cartacuba), por ponerte solo algunos ejemplos».
La fotografía deportiva te puso un nombre en un escenario bastante competitivo; pero en esta otra arista el crecimiento ha sido vertiginoso, con exposiciones, publicaciones especializadas, algunas de carácter internacional.
«Empezó como un hobby, como empiezan casi todas mis cosas: lo hacía para mí; de hecho, todavía lo hago para mi disfrute, sin ningún tipo de beneficio económico. Pero me ha brindado también la oportunidad de conocer a muchas personalidades relacionadas con esta ciencia y han salido las cosas: fotos en libros, catálogos, estoy trabajando en un documental…»
¿Cuánto significa para ti este premio en específico?
«De todos los concursos, este me resulta más grato porque lo organiza la Sociedad Cubana de Zoología, de la cual soy miembro. Es parte de las iniciativas de la fundación BirdCaribbean, la cual fomenta el Festival de Aves Endémicas del Caribe, que ya suma 15 ediciones y Cuba participa desde la segunda. Sin embargo, es la primera vez que se organiza un concurso fotográfico en dicho evento, con un jurado muy prestigioso. Yo agrupé una serie de fotos y las presenté como una sola obra y ellos le otorgaron el Gran Premio. Además, me hace parte, desde la divulgación de la campaña por la protección de las aves y eso para mí es muy gratificante».
¿Qué planeas en un futuro con la fotografía?
«Las cosas vienen solas: si llegan, felicidades; si no, igual las disfruto, como te dije antes. Arranco un fin de semana con la cámara y me voy para la Ciénaga, sin pensar en nada más. No se trabaja para premios, de hecho he participado en varios concursos donde el mejor resultado fue compartir con los presentes y hacer la foto. En algunos hasta me han descalificado y lo disfruto igual.
«En cuanto a proyectos, hace poco salió el libro Las aves endémicas de Cuba, de Nils Navarro, un naturalista e ilustrador científico, quien se nos acercó a Ernesto Reyes, un excelente profesional, y a mí, para trabajar en la ampliación del mismo dentro de unos años… Del resto de los planes no quisiera adelantar mucho».
Con tantos hobbies que has tenido, ¿no hay peligro de que se te «pase» el de la fotografía?
«No creo. En la fotografía aprendes todos los días: el que se crea ya un fotógrafo está engañado. Incluso para quien trabaje en un estudio, en condiciones más controladas, la experiencia siempre aporta. Y en este tipo de fotos que hago, de deporte o de aves, todos los días enfrentas situaciones nuevas para lograr una buena imagen. Se ha convertido en un vicio; quien me ve sin la cámara se extraña, es tan raro como verme sin gorra. La cámara es parte de mi cuerpo, siempre ando con ella, porque nunca sabes dónde estará la foto».
Darilys Reyes Sánchez.
(Tomado de blog El Elefante verde)