No conozco su nombre, sí su primer apellido (Céspedes) y sé por lo que ha pasado en la última semana, digo mal en los últimos meses. Hablo de la madre del Blado, de la que no sé el nombre pero si su exacto tono de voz, con ella acabo de conversar ahora. “Estaba esperando tu llamada”, me dijo y le conté cómo en Internet, en la radio, en la televisión se hablaba aún de su hijo.
“Casi me asusto, no sabía lo conocido que era y fíjate lo enterraron al lado de la tumba de Sindo”, me comenta y creo sentir un poquito de orgullo. Y me dice del muchacho, (César Rabasa), ella no sabe quién es, que le llevó una corona en mi nombre, de Joaco (**) y todos los caimaneros, y era la única que tuvo el Blado en la caja durante un buen tiempo porque no había flores en Bayamo. Quizás todas estaban invisibles danzando cerca del cantor.
Pero vuelvo a la madre del Blado “el que trajo las flores habló más de ti, que de Bladi, pero ¡qué gentil era, como me contó de lo que supo de mi hijo en poco tiempo. Y a ti te debe querer mucho!”.
No sabe que nunca lo he visto. César es el hermano de Laya, una amiga que está ahora en Alemania, que hace dos años cuando el Blado se fue a Bayamo a recuperarse, ella le llevó un encargo de parte de Joaquin y mío, y le tiró una foto que me trajo, para que lo viera despidiéndola en la puerta. Entonces estaba un poco más delgado.
Le cuento esto a la madre de mi amigo y recuerda la visita, pero se le raja la voz “entonces no estaba tan mal como en los últimos días”. Trato de consolarla y me dice que mañana va a empezar a limpiar todos los libros de Bladimir, que quiere que alguien los lea, y se me ocurre decirle “¿Por qué no se los dona a la Asociación Hermanos Saíz de Bayamo para que armen la biblioteca Bladimir Zamora Céspedes?”. Se me ocurrió y le gustó la idea, ahora tengo que localizar a Dairon, que ella lo conoce bien: “¡Cómo se portó con Bladi. Y lo que él decía era como una orden para esos muchachos!”.
Yo sé que Bayamo acunó a Bladimir como no lo hizo institucionalmente La Habana. Él, que se fue a regañadientes para aquella ciudad, luego viajaba con gusto y con cierta nostalgia, en opinión no sólo mía, sino también de Joaco .
Seguimos hablando un rato y me despido. Me dice “¿mañana me llamarás?”. Le digo que sí. Y pienso ¿cómo hacerlo en el primer Día de las Madres que su hijo poeta, bohemio, de voz bronca no la llamará?. Sé que lo haré y Joaco, quizás algunos muchachos de la Asociación se lleguen por allá, y sus otros hijos la rodearán, pero eso no bastará.
Porque es terrible para un hijo pasar un día de las madres sin la suya (si lo sabré yo), pero mucho más desgarrador debe ser para una madre que ha perdido un hijo. A ellas van estas líneas. Ojalá constituyan una molécula de bálsamo.
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El Blado es Bladimir Zamora Céspedes, poeta, periodista, promotor cultural, descubridor de jóvenes talentos, jiribillero y sobre todo CAIMANERO, el más longevo y lozano de todos. Murió este jueves luego de una tercera crisis por la cirrosis hepática que padecía desde tres o cuatro años atrás. Esto último es para que no acusen a sus amigos de ocultar la causa de la muerte.
(**) Joaquín Borges Triana, fraternal contrincante del Blado, su AMIGO, CAIMANERO y además Doctor, profesor universitario más otros títulos.
(Tomado de Cubasí)