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La partida del profesor Lechuga

Lechuga vivió en Sancti Spíritus varios años y ayudó a formar a más de una generación de periodistas.(Foto Vicente Brito Escambray)

Quizás de todas las bromas que el profesor Rafael Lechuga Otero hacía en medio de las clases, ninguna perdure tanto en el imaginario de sus alumnos como aquella que acostumbraba a soltar cuando las circunstancias lo aconsejaban: “El periodista puede ser bobo —le sugería a cualquiera—, pero no tiene por qué andar contándolo en cualquier esquina”.

Tras batallar contra las más disímiles dolencias, Lechuga falleció en las últimas horas en su natal Santiago de Cuba, una noticia que entristeció al colectivo de Escambray y al gremio de la prensa en Sancti Spíritus, donde vivió varios años y ayudó a formar a más de una generación de periodistas.

Como homenaje póstumo reproducimos la crónica que le dedicara una de sus alumnas en ocasión del homenaje organizado en 2006 como parte del Festival Provincial de la Prensa Escrita.

Lechuga

El profesor Rafael Lechuga Otero ya no fuma aquellos antológicos puros habanos que contribuían a su recia e interesante personalidad en la década del 80. Mucho mejor así para su salud y su bolsillo. Quienes le conocimos entonces lo recordamos pulcro y de guayabera, portafolio en ristre y paso apurado, entrando al aula siempre puntual, presto a descubrir el gancho de aquella noticia, los misterios de la radio o los trucos de la televisión.

El primer día le encantaba impresionar a los novatos. Engolaba la voz, sugería “misteriosamente” que pocos llegaríamos al quinto año y hacía aquellas preguntas que nos dejaban de una pieza y que nadie podía responder con tino. Pero con el paso del curso todos descubríamos que el profesor Lechuga no era tan fiero, disfrutaba las bromas con una sutil ironía y, aunque mantenía los límites lógicos del respeto, ya sabíamos que no poncharía ni al menos entendido de sus alumnos.

Después de 20 años el maestro de la mayoría de los periodistas espirituanos que hoy ejercen el oficio está de vuelta en la que podría considerar su segunda tierra. Después de Santiago de Cuba, aquí le habita lo más entrañable: parte de la familia, su rastro formador en decenas de colegas, experiencias en la Comisión Ideológica del Partido y de directivo al frente del sector de la Cultura en la entonces región de Sancti Spíritus, y como colofón la envidiable aventura del nacimiento de un periódico, este, Escambray.

Hoy no queremos ofrendar aquí al campechano santiaguero, al amigo de Faustino Pérez, al combatiente, al iniciador de los fuegos artificiales en el parque Serafín Sánchez, al por muchos años delegado del Poder Popular, al jubilado activo que todos los días le prepara una trampa a sus achaques y sale de casa como el primer día a desgranar su magisterio en la Universidad de Oriente, en la Escuela del Partido o en la Asociación de Combatientes.

Hoy queremos ofrendar aquí al colega, al periodista con casi 45 años de graduado, al formador de muchos de nosotros y, particularmente, a uno de los parteros de Escambray que contribuyó a aquella locura cuerda de ultimar detalles para un periódico en seco, estructurar las páginas, definir su contenido, organizar al personal, delinear un plan de superación… Hoy queremos ofrendar, a la vuelta de 28 años, a otro fundador anónimo. Para el profesor Lechuga, nuestra gratitud.

Tomado de Escambray

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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