Las cenizas del Nobel Gabriel García Márquez, que reposan en el antiquísimo claustro La Merced, significan el regreso a su tierra y para la eternidad del colombiano más universal de todos los tiempos: Gabito, como le dicen en Cartagena al autor de “Cien años de soledad”.
El claustro La Merced, a orillas del mar Caribe, encerrado por las murallas de Cartagena, con sus 400 años de historia, estuvo en la tarde del domingo 22 de mayo del 2016, decorado con mariposas amarillas, con relatos de las obras de García Márquez, en las cuatro esquinas de la plazoleta.
En los pasillos laterales del claustro, estudiantes de la Universidad de Cartagena, representaron a los inmortales personajes del mundo maravilloso de Macondo, el imaginario literario creado por García Márquez en su obra “Cien años de soledad”, con la que ganó el Nobel de Literatura en 1982.
En el centro de la plaza estaba el busto de García Márquez, para ser develado, y los invitados que llegaron en su gran mayoría con vestidos blancos, se acomodaron en las sillas alrededor de la plazoleta a la espera de Mercedes Barcha, más conocida como “La Gaba”, y sus hijos.
Ahí en la plazoleta estuvo reunida toda la familia de García Márquez, sus amigos más cercanos del periodismo, de la literatura, la academia y de la vida.
La ceremonia inició con la lectura de una declaración de la Universidad de Cartagena, como homenaje a la vida y obra del Nobel de Literatura, la palabras del rector Edgar Parra, y del periodista Juan Gossain, en nombre de la familia Garcìa Barcha, entre otras autoridades del gobierno nacional y departamental.
Pero fue la intervención de Gossaìn, amigo personal de Gabo, durante más de 50 años, quien señaló que el acto en el claustro La Merced, estaba “lleno de cariño de evocaciones, de símbolos y significados”.
Las palabras de Gossain, uno de los cronistas más importantes en Colombia, fueron una evocación a la vida de García Márquez, a sus raíces en el caribe y en particular a sus fuertes lazos afectivos que construyo en Cartagena, desde que llegó a vivir en plena adolescencia.
“No estamos aquí para hablar de literatura, ni de grandes temas académicos, ni estamos en una ceremonia oficial (…) No hemos venido a despedirlo, sino a saludarlo (…), no es para darle el último adiós, es para darle la bienvenida”, dijo Gossaìn.
“No estamos aquí para participar en una ceremonia fúnebre, de exequias. Esta es una reunión de amigos y los amigos verdaderos nunca desaparecen, menos aun si se trata de un amigo inmortal. Esto no es un homenaje a la muerte, es un homenaje a la vida”, señaló.
El acto en el claustro La Merced, fue para el amigo de García Márquez, la celebración del “regreso a esta tierra, lo que a esta tierra le pertenece”: Gabo.
La familia García Márquez, oriundo del poblado de Aracataca, llegó a vivir a Cartagena, cuando el Nobel era un adolescente, ingreso a la universidad de Cartagena a estudiar derecho, y como dijo Gossaìn “por fortuna abandono su carrera de abogado, para dedicarse al periodismo y a la literatura”.
“Es esta misma universidad -anotó- la que vuelve a recibir a su antiguos alumno y ya para siempre en este lugar de belleza y a esta hora del ocaso, la hora más bella del día, al lado de las murallas gloriosas y del mar caribe”.
En Cartagena García Márquez, escribió sus primeras crónicas en el diario El Universal, adquirió su residencia cercana al claustro La Merced porque García Márquez nunca se desconectó de esta ciudad y de su caribe, desde que tuvo que salir exiliado hacia México, en la segunda mitad del siglo XX.
Hace 20 años García Márquez le confesó a Gossain: “La gente sabe que me gusta vivir en Cartagena, y desearía que algún día me entierren en Cartagena (…) Estamos haciendo lo que deseaba Gabo, esa fue su voluntad y se ha cumplido”.
Después de las palabras de Gossain, el nieto del Nobel, Mateo, leyó apartes de la obra “Vivir para contarlo”, y dar inicio a la develación del monumento al Nobel García Márquez, por parte de los hijos del escritor y las autoridades de la Universidad de Cartagena.
La develación tuvo el acompañamiento de la Filarmónica de la Universidad de Cartagena con la la interpretación de “La pequeña Suite”, del maestro Adolfo Mejía.
Luego siguió una ejecución de la “Pequeña serenata Nocturna” de Wolfgang Amadeus Mozart, Primer Movimiento Allegre y finalizaron con dos temas vallenatos preferidos por Garcìa Màrquez, como fueron “El Mochuelo” y “Mercedes”, ambas canciones interpretadas por el maestro Adolfo Pacheco con el acompañamiento el acordeón de Julio Rojas.
Cuando el acordeón se silenció, desde la azotea del claustro cayeron miles de mariposas amarillas que forman parte de la simbología del mundo macondiano que creo magistralmente García Márquez, y figura literaria del realismo mágico.
Con las mariposas amarillas volando sobre la plazoleta del claustro La Merced, y cayendo sobre el busto de García Márquez, Cartagena dio la bienvenida a las cenizas de su hijo adoptivo, para que reposen para la eternidad.
Notimex