Mario Ferrer Moltimor, fotógrafo y camarógrafo, corresponsal del periódico Revolución y del Noticiero Nacional de Televisión, y Aldo Isidrón del Valle, quien era corresponsal en Las Villas del citado matutino, llegaron a la Ciénaga de Zapata el 17 de abril.
Tan temprano como las 6:40 a.m. reportaron al periódico Revolución desde el central Covadonga, uno de los escenarios de la abominable acción mercenaria.
Aldo Isidrón del Valle, Premio Nacional de Periodismo José Martí*
Reconstruir aquellos pasajes bélicos en que el ejército y la milicia, el pueblo cubano derrochó heroísmo, es una misión casi imposible, si pretendemos perfilar al detalle los acontecimientos de aquellos días. Alienta conocer que parte de mis memorias figuran en las páginas del periódico Revolución y el volumen publicado, por aquellos años, gracias a la iniciativa de Lisandro Otero, Premio Nacional de literatura, mi gran amigo de todos los tiempos, que ya no está con nosotros.
Permita usted que narre algunos pasajes anecdóticos a propósito de aquella invasión mercenaria, aplastada en unas setenta horas por el pueblo uniformado. Cierto. Llegamos al amanecer del 17 de abril al central Covadonga, en el sur de Las Villas, en la Ciénaga de Zapata, . . Ello lo atestigua mi diario de guerra, del que reproduzco algunos apuntes.
. . . Santa Clara, 5 de la madrugada, lunes 17, abril, 1961. Puntual, el gallo de patio de mi vecino Remigio canta a la hora exacta a dúo con el estridente pitazo de la locomotora, con sus coches de viajero, del ferrocarril de occidente, anuncio sonoro de su entrada a la Terminal Marta Abreu.
En mi hogar, reiteradamente vibra el teléfono, descolgué la cápsula ovalada del dichoso aparato y escuché una voz familiar y amiga, de inconfundible estilo diplomático. Era Elio Constantín, Jefe de Redacción nocturna del periódico Revolución, en La Habana.
Elio se disculpó y sereno, comentó: suceden cosas extrañas por la zona sur de Las Villas. Pide el Director que tú y Mario, salgan ahora mismo hacia allá y cuando lleguen reporten que está ocurriendo. ¿Y cómo está la familia?
No he conocido en mi vida profesional un jefe, hombre de prensa, más amable, inteligente y bondadoso que éste maestro de periodistas. Cuanto lo extraño.
En el pequeño auto alemán (VW), semejante a un escarabajo con motor y neumáticos, partimos Mario, y el que escribe éstas notas, hacia la Ciénaga de Zapata, distante de Santa Clara unos 150 km.
A la entrada del poblado de Rodas, escuchamos por la radio del auto en la voz del locutor José Antonio Cepero Brito el comunicado oficial del gobierno que denunciaba al mundo la invasión mercenaria por Playa Girón.
Llegamos al central Covadonga a las 6:40 de la mañana por la carretera recién construida sobre pantanos y una naturaleza hostil que gracias a la Revolución se transformaba en un centro turístico. Por una de éstas carreteras se llega a Playa Larga. La otra vía de comunicación por asfalto parte del central Australia, donde según cuenta mi colega Luís Báez, también corresponsal de guerra a las 8 AM se estableció el Puesto de Mando, a cargo del capitán José Ramón Fernández; minutos después, Luís llegó a la zona de operaciones. El estaba en un extremo, Mario y yo en el otro.
En Covadonga, en el batey observamos en movimiento carretas y camiones cargados de caña. Aquella fábrica de azúcar permanecía activa, pese a los preludios de un ataque inminente. La aviación mercenaria había lanzado paracaidistas por campos cercanos. Con el administrador localizamos al jefe de las milicias, junto a otros combatientes civiles en trajines organizativos para la defensa de aquella comunidad amenazada por los invasores.
Se nos informó que se instalaba un pequeño hospital de campaña con un médico y dos enfermeras y algunas gentes adiestradas en primeros auxilios.
. . . La Comandancia del sector de operaciones en que nos movíamos Ferrer y yo, se instaló en las oficinas de la administración del central. El Comandante Filiberto Olivera dirigía las primeras acciones, junto a los también militares con idénticos grados, Félix Duque, René de los Santos, Raúl Menéndez Tomassevich y Evelio Saborí, quien ya había escrito una extraordinaria página de valentía y decisión al romper el cerco enemigo en Playa Girón, ocupada por los mercenarios.
Con Saborí, 15 hombres más lograron escapar. Nos relataron como lograron burlar el cerco enemigo, e internarse en la Ciénaga, hasta llegar a Covadonga.
En las páginas de Revolución, destacan mis entrevistas con milicianos, campesinos y otros combatientes de la Compañía 117 de artillería ligera, algunos veteranos en la lucha contrabandidos en el Escambray.
. . . Crónicas, entrevistas, reportajes, fueron ilustradas con fotografías de Mario que evocan aquellas acciones heroicas de abril de 1961. Se observa el éxodo de familias campesinas, en camiones, jeep, otros a pie, a riesgo de sus vidas. Los mercenarios, paracaidistas y otros gusanos desembarcados por distintas zonas, se refugiaban en los montes y disparaban impunemente, sin importar el objetivo a destruir.
Ferrer y yo, dejamos el auto en el batey de Covadonga y cargamos con los equipos de trabajo, auxiliados por un jovencito de doce o catorce años que se ofreció para colaborar con nosotros en el traslado de la pesada cámara de TV, y mi grabadora Tesla, que pesaba 8 kilos.
Habíamos caminado con los milicianos unos pocos kilómetros cuando un bombardero B-26 se lanzó en picada contra nosotros vomitando fuego con sus ametralladoras. Allí se produjeron las primeras bajas, en el área que yo cubría. Fue un espectáculo dantesco. Compañeros heridos, uno de ellos en el vientre, otros en la espalda, fue una inusitada dispersión humana en busca de refugio en las cunetas.
Mi grabadora se hizo añicos, pero mi joven amigo resultó ileso. Ferrer cámara en mano captó aquel sorpresivo ataque aéreo. Esas imágenes ilustran hoy documentales de la histórica epopeya de abril del 61. Fue mi bautismo de fuego. Y es válido aclarar por qué figuré en el listado de heridos en aquel sorpresivo ataque mercenario.
Fui herido, es verdad, pero no por los proyectiles de los mercenarios, sino por los dientes de perro de aquellos terrenos cenagosos.
“Sucedió que cuando íbamos en fila india hacia la Ciénaga, el avión enemigo atacó a los milicianos y yo corrí abruptamente a buscar refugio para tratar de proteger la piel del esqueleto. Me lancé de bruces contra una cuneta y choqué con un inmenso peñasco abandonado por el salitre de la playa, como un trofeo de la Ciénaga. Fue tal el impacto del golpe que destrozó en parte mi rodilla derecha.
“Pude llegar caminando a duras penas, y con un dolor inmenso, al hospital de primeros auxilios, instalado en el batey del central Covadonga. Allí me aplicaron puntos y vendajes en la rodilla, algún sedante y el consejo del Comandante René de los Santos:
-Periodista así no puedes continuar, vuelve a Santa Clara.
Dije que no y fue sabia la decisión, porque terminé la guerra.
En ésta zona de Covadonga reitero, Ferrer y yo fuimos los únicos corresponsales de guerra que actuamos durante la invasión. La mayoría de nuestros colegas se concentraban en Jagüey Grande y el central Australia donde radicó el Puesto de Mando Central, al mando del capitán José Ramón Fernández, quien también en más de una ocasión concurrió al central Covadonga, junto al Comandante en Jefe Fidel Castro, a quien recordamos, en un momento en que se comunicaba por aquel viejo teléfono de la administración e impartía instrucciones a los combatientes.
Ya es historia contada el papel que desempeñó el Batallón de milicias de Cienfuegos en Playa Girón, a muchos de ellos entrevisté para el periódico y para la radio, durante y después de la guerra.
Para Ferrer y éste corresponsal la guerra en Girón se prolongó seis o siete días más, después de que la mayoría de la Brigada 2506 rindió sus armas.
Recuerdo que tras la derrota del enemigo invasor algunos paracaidistas se escondieron en los manglares de la Ciénaga y asesinaron a campesinos, milicianos dos de ellos.
. . . En Playa Larga solicitamos del capitán Osmany Cienfuegos autorización para entrevistar a prisioneros y con él fuimos a una cabaña donde se encontraban detenidos, Manuel Artime, uno de los principales jefes de la brigada mercenaria 2506; un sacerdote de raíces falangistas, Ulises Carbó, periodista, hijo del Director del matutino Prensa Libre (intervenido por la revolución meses después de la victoria popular en 1959) y para mi sorpresa, Segundo Borges, exgobernador de Las Villas durante el gobierno de la tiranía batistiana en su última etapa. Me reconoció, bajó la cabeza y se alejó hacia un oscuro rincón de la confortable cabaña turística. No dijo, palabra alguna.
Artime no fue muy locuaz, admitió su responsabilidad en la expedición mercenaria y me entregó un reloj para que lo hiciera llegar a su señora madre. No hubo necesidad, Osmany le sugirió lo conservara, que el reloj llegaría a su destino. Desde allí me comuniqué con La Habana donde se trasmitía para todo el país entrevistas con los mercenarios a través de la radio y la televisión y comuniqué al mundo que el jefe de la brigada mercenaria 2506 había sido capturado por los combatientes revolucionarios.
Ah, y aquel muchacho que en el central Covadonga permaneció junto a nosotros durante la guerra, como auxiliar de Ferrer, lo vi en Playa Larga montado en un camión que conducía milicianos de regreso a La Habana. Sonriente el muchacho levantó la mano y se despidió de nosotros. Un día en abril de 1980, en la Radio Nacional de Angola, en el programa en idioma español que trasmitíamos para toda África y en especial para los combatientes que cumplían misión internacionalista en la tierra de Neto, recibí una llamada telefónica desde Cabinda.
– Aldo, quien te llama estuvo contigo en Playa Girón. ¿Recuerdas al muchacho que te cargó la grabadora y el equipo del camarógrafo? soy yo, de Playa Larga seguí para La Habana y con el andar del tiempo ingresé en Las FAR y en ellas permanezco, y con ellas combato a los mercenarios sudafricanos, a Savimbi y comparsa. Soy oficial de las Fuerzas Armadas. Jamás olvidaré aquel día de Playa Girón.
Yo tampoco, le respondí emocionado y a él, y sus compañeros, dedicamos el programa radial de aquella noche especial, con un tema antológico, de vibrante actualidad en la voz de Sara González. Dignísimo homenaje a los héroes de la patria.
*Aldo Isidrón del Valle falleció en enero de 2016 y Mario Ferrer varios años antes.