El camarógrafo del ICAIC Julio Simoneau, cuenta lo ocurrido cuando Fidel disparaba contra el barco “Houston” y, además, otras anécdotas, entre ellas su encuentro con Porraspita, un mulato joven y humilde que trabajó con él en una empresa publicitaria.
Julio Simoneau Martínez*
El 15 de abril, fecha del bombardeo a los aeropuertos, hacía dos semanas que yo había bajado del Escambray, donde estuve alrededor de dos meses filmando la lucha contra los bandidos de la CIA. Ese día oigo unas explosiones lejanas que me despiertan; miro el reloj y veo que son las siete de la mañana. Las explosiones me extrañan mucho pese a la situación que había. Yo vivía en el Vedado y salgo rápido para el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), donde al llegar al Noticiero, en el tercer piso, me dicen: “Coge la cámara y ve para Columbia que la está atacando un avión”.
Llego al aeropuerto y entro cámara en mano. Allí todo era movimiento de tropas en zafarrancho de combate. Filmo a Fidel, a René de los Santos que estaba con un brazo enyesado, y con ellos varios oficiales dando órdenes. Me muevo entre todo aquello y filmo lo que pude.
Salgo a la calle, y entro en una casa bombardeada: polvo y escombros por todas partes. El ambiente era tenso, pero todos en sus posiciones de combate, firmes, sin miedo. Después voy al Hospital Militar, y allí filmo a niños y jóvenes heridos, juntos a familiares que además del dolor, en sus rostros se expresaba la indignación por la agresión criminal.
Después de ese hecho, permanecimos movilizados con nuestras cámaras en el ICAIC, donde dormíamos en guardia permanente.
Al día siguiente, el 16, fue la concentración en 12 y 23, donde Fidel habla. Los milicianos, con sus FALS en alto, la gente eufórica, escucha cuando Fidel dice: “Lo que no nos pueden perdonar los imperialistas es que les hayamos hecho una Revolución Socialista en sus propias narices”. En nuestros archivos existen constancias gráficas de aquellos históricos momentos.
El día 17, la dirección del Noticiero envía al compañero camarógrafo Pablito Martínez Viera para el sur de Matanzas, y a mí me dejan en La Habana.
RUMBO A PLAYA GIRON
Al confirmarse que realmente el desembarco había sido por Playa Girón y Playa Larga, el día 18 me envían para esa zona. Antes pasamos por el Palacio Presidencial a recoger nuestra credencial firmada por el Presidente Osvaldo Dorticós, al igual que lo hicieron otros compañeros.
Junto con el escritor José Soler Puig y el realizador de cine Tomás Gutiérrez Alea (Titón), partimos en la tarde de ese día para la Ciénaga de Zapata. En el trayecto hasta Colón observamos al pueblo en la calle, en medio de un ambiente tenso, donde la gente gritaba consignas revolucionarias y aplaudía a las tropas que pasaban rumbo a los frentes de combate.
Estando en Colón, Pablito me dice: “Por poco no hago el cuento. Íbamos con los Responsables de la Escuela de Milicias de Matanzas, cuando nos sorprendió la aviación enemiga. Eran los B-26 pintados como de la Fuerza Aérea Cubana, y pude filmar algo”, me relató emocionado.
Al día siguiente, 19, muy temprano partimos para Jagüey Grande, en el otro extremo, y vimos como el pueblo en la calle se confundía con los milicianos y las demás tropas nuestras, dando ¡VIVAS! al paso de las caravanas de vehículos militares de todo tipo.
La llegada al central “Australia”, sede de la Comandancia General, fue en medio de la euforia de los “muchachos de las Cuatro Bocas” (artilleros de la Base “Granma”, del Mariel) que horas antes habían derribado un B-26 piloteado por un aviador norteamericano. Aquí filmé lo que quedó del avión y luego seguimos para Pálpite, donde observamos las señales de la destrucción hecha por la aviación mercenaria.
A la entrada de Playa Larga filmo un tanque nuestro con la estera partida por la artillería enemiga, y seguidamente entramos en una casa donde estaba el “Gallego” Fernández (José Ramón Fernández, Capitán en aquellos momentos, y Jefe de Operaciones), quien tenía desplegados unos mapas en el piso e impartía distintas órdenes.
Soler Puig, que lo conocía, habla con él y le pregunta: “Oye, Gallego, ¿podemos ir para Playa Girón?”. Fernández nos miró, y respondió: “Si tienen cojones, vayan; aquello no está tomado todavía”…
Salimos hacia Girón, y en el trayecto paramos en un hospital de campaña, a donde traen heridos en un camión y los bajan para prestarles auxilio. Entre ellos hay un muerto. Allí nos informan que son del BON de la Policía Nacional Revolucionaria, a quienes los B-26 castigaron fuertemente. Veo que traen a un soldado en estado de shock; lo cargaban boca abajo otros dos compañeros, al tanto que el herido gritaba: ¡PATRIA O MUERTE!, ¡cojones, VIVA FIDEL!… Era uno de nuestros tanquistas…
VIOLENTO SUSTO FRENTE A UN AVION T-33
Hay un momento en que Gutiérrez Alea, el director, quiere regresar a Playa Larga para entrar a Girón por el central “Covadonga”. Yo me opongo, y le digo que si seguimos para Girón podemos filmar a nuestras tropas en combate. Se impone su criterio y, a disgusto mío, volvemos a Playa Larga.
En el trayecto en el jeep, veo a Tomás que mira hacia atrás y se pone muy tenso. Yo me volteo y veo a ras del suelo un avión a chorro avanzando hacia nosotros… Me puse amarillo… Tuve un susto violento, tanto que no me dio tiempo ni atiné a coger la cámara.
El avión nos pasa por arriba a gran velocidad, y el compañero Cambra, que iba de chofer, hace un giro y se mete bruscamente en una cuneta. No nos viramos de milagro, pues quedamos metidos en el fango. Sólo respiramos tranquilos cuando comprobamos que el avión era un T-33 nuestro.
Estando en Colón nos enteramos que nuestras tropas habían tomado Playa Girón. Partimos hacia allá porque yo pensaba que habría algo espectacular para filmar, pero no: sólo cabañas destrozadas, milicianos y soldados nuestros moviéndose entre todo aquello, y la llegada de prisioneros que los traían en camiones o a pie.
¡Sorpresa!…Veo en la fila de descamisados aquellos a un compañero que trabajó conmigo en Publicidad Guastella y fuimos milicianos que nos habíamos entrenado en el río Almendares en 1960.
Porraspita era su nombre, un mulato joven y muy humilde que lo habían embarcado en esta aventura.
Yo creo, al verlo, que venía como parte de nuestros combatientes y lo saludo. Le digo: “Porraspita, ¿qué es lo que hay?”. Se me queda mirando y baja la cabeza. Un soldado me dice entonces: “Oye, este es un mercenario que vino en la invasión”. Me quedé perplejo y lo único que atino a decirle: “Porraspita, m… ¿qué
coño haces tú entre los hijueputas éstos?”.
Volví a filmarlo, bajó la cabeza de nuevo y se alejó con el grupo de mercenarios. Este plano, y otros de estos días, salen en el documental “¡Muerte al invasor!” realizado por el ICAIC.
FIDEL DISPARA AL “HOUSTON”
En los instantes que estoy filmando en Girón partes de las armas ocupadas, se escuchan a lo lejos unas explosiones que venían rumbo a Playa Larga, y oigo al comandante Lussón que dice: “Fidel le está tirando al “Houston”.
Rápidamente partimos en el jeep, había una distancia de unos 35 kilómetros, y fuimos como se dice “volando bajito”, hasta Buenaventura después de Playa Larga.
A lo lejos veo un tanque soviético SAU 100 y encaramado en él a Fidel y varios combatientes. Me acerco, lo filmo, me sumo al grupo y avanzó con ellos, con Fidel a la cabeza. Aquello era una especie de emulación, porque la tropa tenía que avanzar rápido, pues el Comandante en Jefe iba caminando aprisa y ellos querían ir delante de él.
Para mí fue un trabajo duro y difícil, porque yo filmaba con una cámara EYEMO de cuerda, de fabricación norteamericana, a la que tenía que cambiarle el rollo cada cien pies (30,48 metros) de película, que son unos 90 segundos de duración. En esta operación yo tenía que detenerme, cambiar el rollo y volver a incorporarme a la columna, todo esto corriendo, sino perdía lo mejor, pues Fidel iba dirigiéndonos y dando órdenes.
En un momento determinado Fidel se fija en mí y en la cámara, y me pregunta: ”¿De dónde tú eres?”… “Del ICAIC”, le respondo y le digo que estaba filmando con un telefoto para acercar la imagen del “Houston” que estaba en esos momentos echando candela roja y verde por todas partes. Se me queda mirando y me dice en un tono muy fuerte: “Sigue filmando a ver si coges cuando explote el barco con todos esos h.p. que vienen dentro, ¡coj…!”, y siguió caminando rápidamente.
(Testimonio de Julio Simoneau a Cubaperiodistas.cu/ abril de 2011)