Era cuestión de coger las señas. En tercera base no pudieron ser más claras, más directas: “Si por mí fuera, jugaría en el mejor béisbol posible. Me gustaría probarme a otro nivel”. Nada más evidente, las Grandes Ligas estadounidenses, a donde muchos peloteros, con talento o no, quieren llegar.
“Creo que es una buena opción, que ya veníamos esperando de hace tiempo, y va a ser bueno para todos, principalmente para que los atletas cubanos suban el nivel. Porque todas las naciones se desarrollan, siguen subiendo y nosotros no es que hemos bajado el nivel, sino que seguimos en el mismo lugar”, argumentó Yulieski Gurriel sobre la posibilidad de jugar fuera de Cuba. “Yo lo tengo pensado”, confesó.
También lo dejó claro en las redes sociales y solo quien no pudo acceder a la prensa digital no advirtió la probabilidad de que abandonara el equipo junto a su hermano menor, al término de la actuación de Cuba en la Serie del Caribe en República Dominicana. No fue una sorpresa: al Yuli comenzó a caminarle el reloj hace exactamente dos años, cuando emitió tales declaraciones.
No le quedaba nada por probar en el deporte nacional. Lo había ganado todo, era el pelotero en activo con mejores números: vilipendiado por muchos, admirado por otros tantos. Los motivos del 10 no fueron los mismos que los de otros tantos peloteros que dejaron la Isla, por vía legal o no, para incluirse en equipos de triple A o academias, lo mismo en ligas americanas, europeas y asiáticas.
Está claro que Cuba no vive sus mejores años de béisbol. La falta de interés de la afición, la cuestionable calidad de los estadios, los continuos experimentos con la Serie Nacional, la poca competitividad y las escasas opciones de contratación en otras ligas, no resultan hoy un estímulo para los jugadores. Para colmo, quienes una vez fueron catalogados como desertores, regresan en “giras de buena voluntad” y su visita se convierte en un suceso. A pesar
de los silencios informativos, interrogantes y contradicciones, eso tampoco era un buen augurio.
PICA…
A riesgo de pecar de absolutos, la salida de los hermanos Gurriel no tiene necesariamente un trasfondo monetario. No parece lógico cuando en abril del pasado año, Yulieski renunció a un contrato millonario con el Yokohama De Na Bay Stars de la liga nipona. La falta de oportunidades tampoco hace el top, pues quizá nadie fue tan beneficiado por el paternalismo institucional
—a pesar de sus consabidas repercusiones— como él y sus hermanos.
Aun cuando la cancelación con los japoneses transcurrió de manera “respetuosa y transparente”, según los nuestros, la polémica en medios internacionales dejaba muy mal parada a la Federación Cubana de Béisbol Amateur (FCBA) en cuanto a respeto y seriedad. Similar aconteció en otras ocasiones, también relacionadas con inconformidades en torno al accionar de dichos jugadores.
En honor a la verdad, esta historia en fuga comenzó en la Serie Nacional, con una permuta Sancti Spíritus – La Habana. Y mientras los yayaberos se tragaban su orgullo herido tras la pérdida, otros aupaban la presencia de los hermanos en Industriales como “lo más normal del mundo”, “en todas partes sucede”…
Así, de pronto, nos convertimos en los más actualizados del planeta: nos llegó de golpe la postmodernidad, globalización mediante y otra vez ausente la autoridad de la Federación.Un movimiento negado por reglamentaciones del INDER y estrictamente aplicado con otros, quedó invalidado con el argumento de “papá enfermo”… Es bueno saber que hoy se encuentra mejor.
Ni mencionar el escándalo de los Juegos Panamericanos de Toronto 2015: que un atleta se niegue a representar a su país trasciende como insólito, impensado, al menos en Cuba…
Incluso quienes ya no están en el archipiélago añoran esa posibilidad. Pero otra razón de peso se esgrimía: el hermano menor lesionado y ausente de la nómina (a la cual lo llevaron poco después, con arbitrarios cambios de posición y cuestionables criterios). Y de nuevo la Federación hizo votos de castidad al respecto: anunció el trueque de un antesalista por otro (el también industrialista Rudy Reyes) y dejó terreno listo para un próximo llamado…
Pero nada de lo antes expuesto es estrictamente responsabilidad de los Gurriel, nunca lo fue: los límites están donde los fijen y aquí nunca los dejaron claros. El miedo a perderlos figuró como el principal motivo de estas concesiones y al final, dados los imperativos del contexto, no ha llegado aún la fórmula efectiva para contrarrestar el sueño americano en su versión beisbolera.
Sus nombres figuraban entre los primeros beneficiarios de un futuro pacto con la MLB (como en su momento lo fueron con las contrataciones en Japón). Sin embargo, este movimiento deja la incertidumbre de cuánto camino podría faltar en estas negociaciones, que parecieron encontrar un clímax en diciembre último con la visita a Cuba de varios directivos y jugadores —algunos de
ellos cubanos—, pero sin otras respuestas a mano.
Y SE EXTIENDE
Sobre las dos de la madrugada del pasado lunes 8 de febrero, los menores del clan Gourriel dejaron el hotel donde se hospedaban como parte de la delegación cubana participante en la Serie del Caribe.
Una camioneta de color negro —según testigos, semejante a las utilizadas por el ejército dominicano— los esperaba a la salida de la residencia. Unas horas después, la noticia centraba un revuelo mediático y cuanto espacio de conversaciones ocupara el tema dentro de la Isla.
Amaneciendo el lunes, ya una buena parte de la afición conocía el hecho, no sin asomo del escepticismo que todavía embargaba al resto. La palabra “mentira” persistía como tabla salvadora en el debate, a pesar de los mensajes o llamadas de confirmación provenientes del extranjero. No fue hasta cerca de las diez de la mañana que el rumor se convirtió en certeza,cuando la versión digital del periódico Granma aseguraba: “Abandonaron Yulieski y Lourdes Gurriel la selección cubana de béisbol”. No se trataba de cualquier jugador, sino del más completo de los beisbolistas cubanos de las últimas décadas. Hablamos de un símbolo en los clásicos criollos, con todo el peso que su apellido conlleva.
Otra raya al tigre de nuestras pasiones, ésta más dolorosa quizá que las anteriores. Suma peso el lastre de las ausencias dentro del pasatiempo nacional, como si ya no bastara con aquel que exige repensarse desde las causas, errores y decisiones fallidas.
Los primeros se consideraron traidores, luego desertores y hoy solo abandonan… Cuidemos los términos, dado el contexto, pues es posible que dentro de unos años nos regresen, girando, con la buena voluntad de Las Mayores.
Por Darilys Reyes Sánchez
*En coautoría con Glenda Boza Ibarra y Anniel Hernández Villa, estudiante de Periodismo.
Fuente: 5 de septiembre. Cienfuegos