No es casual que lo jóvenes sean el motor impulsor de todo cambio, que sean los que ven un poco más lejos, y con el paso del tiempo superen a sus maestros. Por ello, la presidencia de la Upec convocó a reunirse durante dos días, en las aulas del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, a una representación de los más de ochocientos menores de 35 años que integran el gremio periodístico en Cuba.
Fue un verdadero privilegio asistir a los debates para escuchar sus opiniones de cómo ven y son parte de todos los asuntos en sus medios de prensa, entre estos, el liderazgo, la participación y la ética (temas centrales de la cita), para impulsar un cambio que ya está dentro del periodismo cubano.
Los planteamientos llegaron desde todos los rincones de esta estrecha y larga Isla. Cada uno era portavoz de sus opiniones y de las de aquellos que quedaron en casa. Traían el encargo de plantear sus preocupaciones, dudas y sueños.
Sueños con los cuales salieron de las aulas universitarias y aún no los han hecho realidad, o deseos de superar la “crisis del tercer año”, -como dijera una de las asistentes-, y que esta no aparezca nunca en su puesto laboral.
Sueños de hacer un periodismo más dinámico, contemporáneo y que se acerque más a lo que piden estos tiempos.
Sueños de romper con las trabas, con el inmovilismo, con la sectorialización, con la burocracia y el criterio de que aún no “hemos madurado”.
Sueños de llegar a una redacción donde cada cual tenga sus ideas y sean expuestas en un ejercicio de construcción colectiva.
Sueños de ser lo que siempre anhelaron: Periodistas, y sentirse orgullosos de su profesión y no tildados de inmaduros y temerosos.
Sueños de no tropezar y caer, pero si eso ocurriera, tener la posibilidad de levantarse, rectificar y seguir adelante.
Sueños de creer en un mundo mejor para el periodismo cubano, donde las tecnologías y los salarios sean un motivo impulsor para no abandonar esos sueños.
Sueños de aprender cada día más, de recibir una superación en base a lo que necesitan y no otra, ideada desde un buro frío.
Sueños de sentirse acompañados y representados por una organización que los guíe, los defienda ante cualquier ataque, y como un buen padre, les reconozca los logros y les tire de las orejas ante un descalabro.
Sueños de seguir siendo jóvenes de estos tiempos, aunque lleguen a peinar canas, porque es en la juventud donde está el verdadero motor impulsor de las grandes obras.