En días cruciales para la paz mundial y para la suerte de los pueblos de fe musulmana, ha muerto en La Habana Ernesto Gómez Abascal, escritor, periodista y embajador en varios países del convulso Medio Oriente. Desde esa martirizada región llegan mensajes de duelo. Allá lo lloran, como aquí, los amigos que sembró en un ejercicio de la diplomacia que se saltó protocolos y formalidades, para defender con sólidos argumentos y apasionada honestidad, las verdades que aprendió estudiando a esas naciones por dentro y compartiendo sus riesgos.
Iraq en guerra, Siria bajo amenaza, Turquía al acecho…Todas esas realidades las vivió el embajador y las diseccionó el intelectual que fue Ernesto Gómez Abascal, incluso ya fuera del ejercicio diplomático y bajo los crecientes efectos de una enfermedad neurológica que fue mermando sus habilidades físicas pero nunca su lucidez.
En su modestísimo apartamento de la animada calle 26 del Nuevo Vedado habanero, recibía a los amigos y trabajaba incansablemente en textos para publicaciones cubanas y extranjeras, apoyado en Regla, compañera y colaboradora de todas las batallas, quien le sobrevive rodeada de muchos libros y escasos adornos que, sin embargo, comparten un mismo origen: el Oriente Medio, nudo fundamental de la geopolítica contemporánea y objeto permanente de sus mayores angustias y sus más profundos afectos.
Después del histórico discurso de Ernesto Dihigo contra la partición de Palestina en 1947, no conozco otro cubano que haya defendido más y mejor los derechos de esa nación que tan despiadadamente castiga el sionismo israelita y sus libros sobre el más importante conflicto del mundo árabe se citan habitualmente por los expertos del tema en todo el mundo.
Durante la llamada guerra israelí de los 33 días contra el Líbano, sus comentarios a través de la radio, la televisión y los medios digitales, fueron pioneros en destacar el carácter épico de la resistencia popular representada por Hizbolah que rompió el mito de la supuesta invencibilidad israelí.
Y también fue el primero en advertir lo que se fraguaba contra Siria por ser un poderoso valladar contra las pretensiones imperialistas, pero cuidó siempre la credibilidad de sus palabras, apuntando sinceramente a los errores que abrieron el camino al intervencionismo oportunista de Occidente.
Pero no se limitaba a opinar desde sus conocimientos y experiencia. Le gustaba mostrar a los lectores cubanos la inteligencia y calidad humana de los líderes árabes, tradicionalmente desconocidos fuera de su región. No dejaba pasar a las personalidades políticas por La Habana, sin entrevistarlos exhaustivamente sobre la actualidad de sus países y los desafíos del momento. Hizo mucho para que nos despojáramos de prejuicios sobre los musulmanes y en uno de sus últimos textos nos legó una advertencia esencial: ¿por qué le ponen siempre el mismo apellido a los terroristas? ¿ Alguien le llama fundamentalismo católico o protestante a los terroristas que no creen el islam?
En la inauguración del sitio web de Al Mayade en español escribió: “Los grandes medios…..han logrado predominar en el campo informativo y hoy cuentan con instituciones mediáticas especializadas dotadas de modernas tecnologías, con las cuales tratan de imponer sus intereses y de fabricar “sus verdades”. La página de Al Mayadeen en español, se propone entrar en combate enarbolando la bandera de la verdad y la defensa de los intereses de nuestros pueblos, considerando que estamos enfrentando una verdadera guerra psicológica. La inmensa mayoría de estos, que apoyan el predominio de la verdad, la justicia y la paz, podrán contar con Al Mayadeen como un nuevo instrumento en defensa de sus intereses”.
En Tricontinental, Radio Rebelde, Cubadebate, TeleSUR o la Mesa Redonda, yo solía recibir sus colaboraciones con entusiasmo y muchas veces abusé de su gentileza demandándole más, pero él respondió siempre con inmediatez para darnos luz sobre los acontecimientos aparentemente más oscuros. Su partida deja, por tanto, un vacío enorme que seguiremos llorando mientras no aparezcan en los medios nuevas firmas como la suya, comprometidas con la defensa de ese mundo del que siempre los grandes medios nos cuentan tantas cosas terribles, soslayando las esencias.
Tomado de www.cubadebate.cu