El funcionamiento de 35 zonas wifi en diferentes ciudades de Cuba desde julio pasado, con un impacto notable en la población, ha traído nuevas dinámicas y posibilidades a la vida de muchos cubanos. También opiniones encontradas e insatisfacciones.
Es parte de un fenómeno más amplio en el que se relacionan la creciente cifra de líneas móviles (tres millones de usuarios hasta abril último), un paulatino aumento de la conectividad y el desarrollo de aplicaciones específicas para las condiciones del país, muchas de ellas producto de jóvenes e independientes emprendimientos.
Las nuevas tecnologías -que ya no van siendo tan “nuevas” en un mundo de desarrollos vertiginosos (las primeras computadoras personales datan de hace más de medio siglo, las primeras redes de la década de 1980, la Internet de inicios de los 90…) han cambiado en las últimas décadas las maneras en que las personas viven, trabajan, se relacionan entre sí y con la información y los servicios.
“Hay un cambio de paradigma en el flujo y consumo de información y en el papel de las personas. Se habla de ‘prosumidores’ (prosumer), de un consumidor que se sienta ante la computadora o toma su móvil y recibe información pero también la genera”, nos explica Ariel Causa, con experiencia en varios proyectos independientes para servicios en el ámbito de las nuevas tecnologías y las comunicaciones, entre ellos el conocido directorio AlaMesa, que en días pasados fue noticia cuando su aplicación ingresó a Google Play.
“Estamos hablando de una persona que, por ejemplo, lee un artículo o nota de Granma, le pone su impronta y la difunde entre sus seguidores en Facebook u otra red social. El paradigma ya no es que ese usuario vaya al estanquillo a comprar el periódico, a veces ni siquiera al sitio web de la publicación, sino que se sienta, abre su cuenta en una red social y encuentra que una persona ha compartido la noticia o información que le interesa y que ha elegido con las opciones de alertas, reglas de filtrado, datos de perfil u otras herramientas. Es un avance y a la vez conlleva una serie de riesgos”, agrega.
También ha cambiado en los últimos tiempos el paradigma del uso de la computadora, que ya no tiene por qué ser ese ente que vive en un lugar específico de la casa o de la oficina, el escritorio: viaja con el usuario en su bolso o en su bolsillo, y se hace útil para ámbitos diversos de la vida de ese consumidor en cualquier sitio donde haya conectividad, al buscar o recibir información, emplearla en su rutina cotidiana y hasta difundirla.
Cuba, uno de los países con más baja conectividad, que ha llegado tarde a estos nuevos escenarios, no es ajeno, sin embargo, a las nuevas tecnologías y sus usos. Por años, los cubanos han ideado y puesto en práctica alternativas para lograr el acceso a las redes e, incluso, para adaptar el empleo de estas tecnologías a la realidad del país, algo que vemos hoy con el creciente desarrollo de aplicaciones autóctonas para móviles, algunas destinadas a entornos sin conexión.
Es visible el impacto que ha tenido en la gente la disponibilidad de estas zonas wifi en diferentes partes del país… ¿Qué opinión tienes de esto en el contexto general de lo que hoy ofrece Internet a las personas?
-Lo primero que hay que entender es que lo que estamos haciendo en Cuba es acceder a servicios que hoy, a escala mundial, son de común uso y han tenido un impacto en todos los órdenes de la vida, en la manera en que los individuos interactúan entre sí o con servicios que van a la web para alcanzar a más personas. A simple vista, el mayor impacto ha estado en las relaciones humanas. Hay muchos cubanos que están hoy separados de sus familias o amigos, viven fuera del país, y ahora mediante estas facilidades, con la tecnología como mecanismo habilitante, pueden comunicarse, estar más cerca de los suyos. Se hace más fácil la comunicación, que por otros medios era muy difícil. En este sentido, la tecnología es un factor liberador, rompe una barrera y permite realizar un anhelo compartido por muchas personas.
Estuvimos caminando por las calles de La Habana, y personas que han estado en varios puntos como los de la Villa Panamericana, La Rampa o el parque Fe del Valle destacaron esto en primer lugar: la comunicación con sus familiares o amigos, el verse y hablar en tiempo real, el acceso de los jóvenes a información y a las redes sociales, pero también señalaron la necesidad de que se creen más espacios, incluidos otros donde la gente pueda sentarse más cómodamente, con mejores condiciones e incluso mayor seguridad. Hay algunos que también expresan preocupación sobre el acceso indiscriminado de los jóvenes a las redes sociales y a internet en general. Con la apertura de estas zonas wifi se han incorporado más visiblemente, más abiertamente, ciertas dinámicas de vida novedosas en nuestro contexto, posibilidades que son bienvenidas… Pero hay puntos vulnerables, como el de la privacidad.
-En relación con esto creo que hay dos dimensiones de la privacidad: la tuya como individuo, dadas las condiciones particulares de este servicio, habilitado en espacios públicos que no necesariamente cuentan con la infraestructura para acoger a un cúmulo de personas (quienes, de paso, representan solo una porción de la demanda de este servicio, aún con un precio elevado no solo en la comparación con otros países sino con los ingresos reales del cubano promedio). Es cierto que en estos sitios elegidos no hay condiciones para resguardar tu privacidad ni la de tu interlocutor. Usas Imo, una aplicación de video-llamadas extremadamente popular en Cuba en estos momentos, y no hay forma de que puedas evitar que alguien más escuche tu conversación y hasta que -como somos los cubanos de gregarios y sociables- se inmiscuya o tercie en tu diálogo. Esperemos que sea solo una coyuntura y que gradualmente el servicio -en virtud de las inversiones- se expanda a entornos más amigables.
Hay otra dimensión de la privacidad, la del usuario como internauta, en tanto persona que utiliza servicios (Facebook, Twitter, YouTube , Google, Dropbox…) a los que les da sus datos personales, que son utilizados por esos servicios en formas o términos de los que no siempre somos conscientes.
En tanto vulnerabilidades relacionadas con la privacidad, son riesgos que cada individuo debe asumir en la medida en que lo considere conveniente. Como en todo, se trata de un balance entre costos y beneficios. Tienes de un lado el deseo de preservar tu privacidad y del otro la posibilidad de resolver problemas reales (como comunicarte con familiares que están lejos), y haces una elección personal. Creo que una parte sustancial de la gente ha hecho esa elección, y la ejerce aun con las condiciones disponibles -en una escalera, en un muro, en el contén, en el piso del portal de un hotel- y con la esperanza de que estas mejoren. En la otra dimensión, la de la privacidad como internauta, igualmente a nivel global cientos de millones de personas han elegido tener cuentas en Facebook a pesar de los términos de uso y de todas las elucubraciones sobre qué se hace con la información personal dada a estos servicios basados en la web.
Ahora, si vemos que con estas condiciones en Cuba acude a consumir el servicio un grupo importante de personas, es lógico pensar que la demanda y el consumo serían mucho mayores si las condiciones fueran mejores, con espacios más amigables y cómodos, más seguros, y con precios más asequibles.
Y a la par, se habla de robos de teléfonos y aparecieron los revendedores…
-No estamos manejando datos sobre la cantidad y frecuencia de estos actos, pero sí han sucedido, aunque no parece que hayan sido lo suficientemente frecuentes como para alarmar a la gente y que tomen la medida obvia de dejar de acudir a estos espacios que, repito, todavía no son los idóneos como única alternativa.
En cuanto a los revendedores, hay una lógica descrita en los libros de microeconomía: si hay escasez, una carencia, siempre hallarás intermediarios que acapararán para revender con un margen de ganancia. Creo que uno de los siguientes desarrollos que debería implementar ETECSA es interconectar todos los pagos que los individuos hacen -que ahora están fragmentados-, el del saldo del teléfono, el del correo Nauta, el de la conexión, integrarlos y que la gente pueda ir a una oficina comercial o a un cajero automático o un puesto de agente, y que con una cuenta única a la que se pone dinero haya acceso a todos estos servicios integrados. Hay que hacer aun más accesibles esos servicios a los usuarios, evitar que llegue un revendedor, compre cientos de tarjetas y luego las venda a sobreprecio.
Y está el tema de la visualidad urbana: aunque es un desarrollo positivo, para algunos es chocante ver estas aglomeraciones de personas, incómodas, en sitios que no son los más adecuados… Hay otro tema relacionado con el acceso creciente a las nuevas tecnologías, y es que hay muchos jóvenes profesionales cubanos, diseñadores, programadores, etc., con mucho que aportar en este sector.
-En Cuba tenemos gente genial en todos los órdenes: boxeadores y peloteros geniales, músicos geniales, y también diseñadores geniales, programadores geniales, personas con una muy alta capacidad de concebir servicios y herramientas útiles en este ámbito. Esas personas -por la preparación y la educación que han recibido, y la comprensión de las necesidades que tenemos- han trabajado desde hace un tiempo -desde antes de 2010, pero con más fuerza luego de ese año dado el impulso que cobró el sector no estatal y la existencia de un marco legal para estas actividades- en aplicaciones para servicios en Internet o lo que se conoce como stand-alone, aplicaciones que pueden funcionar por sí solas sin conectividad.
Son proyectos independientes que no tienen financiamiento centralizado, y que han optado por modelos de negocios que les permiten funcionar y crecer y generar nuevas funcionalidades de utilidad para los usuarios a partir de vender espacios de promoción a pequeños negocios, rodeando, además, las limitaciones que impone la infraestructura.
Por ejemplo, hay una gama de aplicaciones de geo-localización, entre las que puedo citar Isladentro, CalleCuba, Conoce Cuba, que generan mapas de las distintas áreas del país, de La Habana, por ejemplo, y en esos mapas recolectan información útil para el usuario: dónde hay un relojero, un zapatero, un restaurante, un albañil, hospital, parada de guagua, y te lo ‘inyectan’ en el teléfono. Tiene la limitación de que esa información, por supuesto, caduca, y no hay vías de actualización inmediata como en un entorno de conectividad, pero sí esquemas alternativos como el Paquete semanal o las clínicas de celulares para obtener las bases de datos nuevas y ponerlas en tu teléfono.
Estos fueron servicios pioneros, se desarrollaron antes, y luego han surgido otros más específicos como AlaMesa, centrado en restaurantes -con información más detallada, amigable, posibilidades de filtrar esa información por criterios como precio, cocina, ubicación, si tiene parqueo…- o Vistar, una revista que ha desarrollado una aplicación para llevar sus contenidos condensados en un paquete al entorno móvil.
En nuestras entrevistas en la calle, las personas mencionaban también la necesidad y el deseo de que el desarrollo sea más rápido, que haya una mayor conectividad, más velocidad, más disponibilidad de estos servicios y aplicaciones, de usos prácticos en la vida cotidiana… Muchos hablaron de servicios o sitios como Revolico, que vinieron a llenar zonas en que había vacíos, que hicieron muchas cosas más fáciles, ligeras… ¿Aprovechamos hoy todas las posibilidades que nos ofrecen las aplicaciones disponibles? ¿Qué más se necesita? ¿Hasta dónde podemos caminar en este universo?
-Lo primero es qué mecanismos existen para llevar eso a la gente. Pongo el ejemplo de Revolico: si trabajas en una oficina de 8AM a 5 PM, es muy difícil en ocasiones salir corriendo de la oficina y ponerte a recorrer las tiendas buscando lo que necesitas -digamos un par de zapatos-, más allá de los problemas de suministro y oferta que conocemos. Entras a Revolico, a Porlalivre, Cubisima u otro de estos sitios, vas a la sección de zapatos y ahí te listan una serie de personas que los están vendiendo… Puedes filtrar por tipos, marcas, precios, y decidir, por el presupuesto que tienes, y llamar a la persona desde la misma oficina, acordar la compra y cuándo vas a ir a buscarlos, o incluso en ocasiones el vendedor te los trae. Es como una gran tienda por departamentos dentro de una pantalla, y en ella puedes comprar lo mismo una memoria flash que una casa, un auto o cualquier otra cosa. Y puedes colocar cosas a la venta. Una gestión que pudiera haberte tomado una tarde la resuelves en unos minutos. Tiempo que ahorras de tu vida.
Otro caso de uso. Vamos a la calle, a un concierto. Cuando salimos es temprano, queremos comer o tomar algo. A dónde vamos. Sacas la aplicación de AlaMesa, te geo-localizas (porque el GPS ahí sí funciona), buscas qué tienes cerca, un bar o un restaurante (puedes filtrarlos por especialidades, precios, etc.) y vas decantando hasta hallar el sitio que te conviene, con las características que te satisfacen. El proceso de buscar un sitio, que podría ser engorroso, se hace fácil, rápido, incluso placentero.
La capacidad de la gente de adoptar estas tecnologías, de aplicarlas en su vida, está más que demostrada. Cuando les das la posibilidad, la toman y la hacen suya. Todo está en llevarla a ellos. Las potencialidades de este salto tecnológico, de la wifi, tienen que ver sobre todo con los servicios que se pueden montar alrededor. Hay mucho camino por andar en ese sentido: no hay comercio electrónico sin pago electrónico. Esto último es vital para que tú no solo puedas encontrar en la web o por una aplicación móvil el par de zapatos o el restaurante adecuado, sino reservar, prepagar la cuenta, añadir funcionalidades que simplifiquen aun más tu vida. Si hubiera más infraestructura se lograrían más cosas, porque el potencial humano es significativo y en este sector el nutriente fundamental es la creatividad, la inventiva de la que los cubanos presumimos, y en verdad tenemos mucha.
Si tuvieras que marcar ahora mismo tres puntos clave para un mayor desarrollo e implementación de estos servicios y aplicaciones, ¿qué apuntarías?
-Se necesitan servicios financieros, una estructura de servicios financieros en el país que promueva esto, que lo soporte, que permita que yo desde mi teléfono pueda ejecutar los pagos. Se necesita que se expanda el área de cobertura, que en lugar de 35 o más zonas wifi sea una sola desde San Antonio a Maisí. Esa infraestructura de conectividad, financiera para los pagos, que puede hacerse con bancos y servicios locales, que no tiene que depender de servicios globales como PayPal, más un estatus legal mejor estructurado, más comprensible, mejor definido, para lo que sería muy bueno que los funcionarios que deciden pudieran debatir con las personas que hacen estas aplicaciones o conciben estos servicios y con aquellas que los consumen y disfrutan.
Tendría impacto no solo en una mejor vida para los cubanos, sino para Cuba como destino turístico, como una nación que tiene tantas potencialidades y cosas que mostrar y que aportar. El espacio de tiempo en que esto no se hace es un espacio de tiempo en que perdemos profesionales, especialistas, personas de muy alta competitividad que deciden hacer sus proyectos en otros lugares y que podrían hacerlos aquí, donde mucho los necesitamos.
En un escenario de conectividad plena en el que desde Cuba se pueda acceder a plataformas y servicios hoy inaccesibles, ¿cuántos de los proyectos actuales tienen posibilidades de seguir floreciendo y cuántos podrían perecer?
-Eso depende de la capacidad de reinventarse. Hay aplicaciones que evidentemente tendrán que enfrentar la competencia de líderes globales. Las de geo-localización tendrán que competir o montarse sobre los mapas de Google; AlaMesa tendría que lidiar con Yelp, con OpenTable u otros que están establecidos. Hay una pequeña ventaja táctica: somos cubanos que vivimos en Cuba; por lo tanto, aquellos a quienes van dirigidos estos proyectos, cubanos que viven en Cuba, son personas a las que conocemos mejor que cualquiera.
Fuente: Marjorie Peregrín y Onedys Calvo – Fotos Alvite (Revista Cuba Contemporánea)