Diez años atrás, en sus 70, le hice una pequeña crónica, apurada, pero siempre sentida, hablando de mi deslumbramiento como periodista ante este colega de talla mayor, que siempre (o casi siempre) callado, aparentemente ocupado en su interior, leyendo a toda hora del día (no sé si también de noche); que transitó de la máquina de escribir Underwood a la computadora con sus herramientas digitales (y aun le estresan); moviéndose para cualquier cobertura desde múltiples países a rincones de nuestra patria… admirando, repito, a este talentoso reportero, redactor, editor y consejero para asuntos de cualquier índole, (si se le reclama), pues puede estar como los cocodrilos en el agua, con los ojos semicerrados pero observando la realidad de su entorno presto a saltar si fuese necesario.
Es así que este periodista ha escrito muchos reportes para medios de prensa cubanos y ha sido publicado en otros fuera de Cuba. Es así que ha podido llenar y llenar cuartillas convertidas en libros, de la historia de la prensa en el país, del periodista ecuatoriano Carlos Bastidas, asesinado en La Habana en 1958, luego de haber estado en la Sierra Maestra y del primer viaje al cosmos con un cubano, negro por demás, dentro del cohete, que él vio partir y regresar en el cosmódromo de Baikonur.
Esa manera aparentemente introvertida, le permite disfrutar, de los juegos y rejuegos que muchachas hermosas de esta Casa de la Prensa le hacen tratando de sonsacar su masculina sexualidad, y yo las miro y digo, un día va a saltar, porque él tiene años, pero está bien vivo, pero le gusta ese “tócame Roque no me toques Roque”, que le ayuda a seguir sintiendo la calidez de la vida.
Si dijo Martí que el periodista debe saber desde el microbio hasta la nube, él es un ejemplo cimero de acopio de conocimientos, y sin embargo no hace derroche de inmodestia, a pesar de su Premio Nacional de Periodismo José Martí y de haber recibido el Premio a la Dignidad, que le hace justicia por digno y por ético. No de balde preside la Comisión Nacional de Ética y sus criterios son acogidos como si fueran la Justicia misma.
Le gusta saborear una buena cerveza fría, o bailar en algún festejo incluso música movida; se recrea hasta la saciedad con un buen libro o un buen artículo; es amigo de sus amigos (y amigas); es atinado en criterios políticos y resulta historia viviente para las decenas de alumnos de periodismo que vienen buscando beber de su fuente; tiene dulzura infinita ante la foto de su nieta que solo conoce por Internet y la traspola a mi Mauricio cuando este le llama “abuelito Marrero”.
Antes, fue un gran atleta, beisbolista, softbolista y buen jugador de ping pong. Conoce de pelota como el primero, y aunque se dedica a escribir de asuntos históricos, políticos y sociales, es un excelente comentarista del deporte nacional, industrialista por si fuera poco.
Muchas veces ha dicho que él estudió periodismo con la intención de ser un cronista deportivo, aunque es lo menos que ha hecho en su vida, excepto cuando integró la delegación del Cerro Pelado que desembarcó en Puerto Rico, en 1966, y posteriormente, a su regreso a Cuba, le encargaron la dirección de la página deportiva de Granma aunque lo hizo por un corto tiempo. Y de ahí se desempeñó como jefe de las páginas internacionales de Granma casi un cuarto de siglo.
Hace apenas un mes, todavía nos sacaba buen susto con una enfermedad traicionera que parecía se lo llevaría al otro mundo, pero no sé si por aquello de bicho malo (que no es tan malo, vaya, apenas un hombre)… porque no le tocaba aun o porque la energía positiva de tanta gente que lo queremos le inoculó fuerza y lo retornó a la vida, aquí está, otra vez, el Marre, lúcido para decidir qué publicar y cómo hacerlo, accediendo a nuevas herramientas digitales (que a mí, unos años más joven, casi me traumatizan), y volviendo poco a poco a ser el mismo y mejor, por aquello de que el que ve la parca cerca, se purifica.
Por eso, ahora mismo, en su 80 cumpleaños este 10 de octubre, que para su desgracia es feriado y sábado para colmo, le queremos felicitar en nombre de todos y todas, sus colegas, los trabajadores de la Casa de la Prensa, sus amigos y amigas, y recordarle unas palabras escritas por
Mario Benedetti, que queremos haga suyas:
“No te rindas, por favor no cedas aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento”.
Felicidades Maestro.
(Texto leído por la autora para felicitar a Juan Marrero González, en sus 80, ante los trabajadores de la Upec )