“En Estados Unidos, muchos museos, monumentos y sitios históricos dedicados a la esclavitud se han convertido en focos de diálogo nacional sobre temas de raza y desigualdad. Cuba debía ser parte de estos intercambios porque la esclavitud cubana y el comercio ilegal de esclavos contribuyeron a la creación de Estados Unidos”.
Tal es la propuesta del historiador Stephen Chambers, autor del libro “No fue Dios sino la ganancia: la historia jamás contada de la esclavitud cubana, la doctrina Monroe y el surgimiento de los Estados Unidos (No God But Gain: The Untold Story of Cuban Slavery, the Monroe Doctrine, and the Making of the United States”. (Verso, September 8, 2015).
En la joven república, los líderes estadounidenses, desde Thomas Jefferson hasta John Quincy Adams, velaron tenazmente por proteger la existencia de la esclavitud. Hicieron de ella y del comercio prohibido de esclavos una base para el desarrollo nacional y la expansión. Esto preparó el terreno para un auge en la producción algodonera y décadas de crecimiento económico interdependiente, lo que en última instancia generó un crecimiento fracturado que desencadenaría la Guerra Civil de Estados Unidos.
Según Chambers, ahora que Estados Unidos y Cuba han restablecido sus relaciones diplomáticas y trabajan por la normalización de sus nexos “brilla una luz sobre este legado compartido que puede ayudar a que ambas naciones comienzan otra vez”.
Hoy, 150 años después de finalizada la Guerra Civil en Estados Unidos, muchas de las cicatrices de la esclavitud aún son visibles, especialmente en el sur, “sin olvidar los lazos de Estados Unidos con la esclavitud aun más al sur… en Cuba”. Es hora de reconocer el papel estadounidense en el comercio de esclavos hacia Cuba y el verdadero propósito de la doctrina Monroe.
Fueron más de 300 años de horrores los que la esclavitud y el comercio de esclavos provocaron en Cuba, describe Chambers.
El tiempo de vida promedio desde el momento de su llegada a Cuba de los africanos esclavizados a menudo se calculaba en un solo dígito.
Una tasa de mortalidad que por sí sola explica por qué la esclavitud cubana dependía del comercio de esclavos.
Aunque los Estados Unidos e Inglaterra prohibieron el comercio de esclavos en 1808, el 85 por ciento de los esclavos transportados a Cuba (759.669) fueron traídos después de la prohibición de Estados Unidos. Por entonces, los estadounidenses habían decidido que la esclavitud cubana tenía un sentido económico e intensificaron su participación en el negocio.
Después de su revolución, la joven nación estadounidense quedó endeudada y abocada a una rápida expansión de la frontera del algodón. Pero los mercaderes que manejaban los bancos y compañías de seguros sólo proporcionaban préstamos agrícolas a base de una fuente confiable en especie (oro y plata) y en azúcar y el café para respaldar sus monedas y compensar los déficits comerciales con los centros financieros de Europa.
Si bien el café, el azúcar y las especies abrieron las puertas de los mercados europeos y asiáticos para los inversionistas de EEUU, las naves cargadas de esclavos fueron la clave de sus ingresos.
Esta es la razón por la qué, a pesar de la difusión del sentimiento antiesclavista y el abolicionismo en ambos lados del Atlántico, las numerosas leyes y tratados para frenar el comercio de esclavos y el envío de escuadras navales para patrullar las costas de África y las Américas, el comercio de esclavos no terminó en 1808. De hecho, durante muchos años posteriores se intensificó, y las políticas económicas de libre comercio a menudo coadyuvaban con la expansión de la esclavitud. El desmantelamiento de restricciones al comercio – a menudo enmascarado como golpes contra la emancipación – realmente consolidó la esclavitud en Cuba y en todo el hemisferio.
La política exterior de Estados Unidos protegía la expansión de la esclavitud cubana. La famosa declaración del Presidente James Monroe en 1823 conocida como doctrina Monroe, pretendía prohibir a los europeos acceso al hemisferio y se convirtió en piedra angular en la diplomacia de Washington durante generaciones. En el momento de su formulación, sin embargo, se pretendía impedir la intromisión británica en la trata ilegal de esclavos, respondiendo al interés de muchos estadounidenses en la masiva expansión de la esclavitud en Cuba.
En la década de 1820, Cuba se había convertido en el segundo socio comercial de Estados Unidos y el mayor productor de azúcar del mundo.
Los inversores estadounidenses, las autoridades y comerciantes, incluyendo muchos del norte de Estados Unidos, participaron en todos los aspectos de este desarrollo. Algunos estadounidenses llegaron a ser propietarios y operadores de plantaciones cubanas ellos mismos.
Muchos otros estaban vinculados de diversas maneras a negocios basados en la esclavitud en Cuba, asevera Stephen Chambers.