El papa Francisco estuvo en Cuba. Después va a los Estados Unidos. Llega a los dos países acogido por el mérito de haber promovido la aproximación entre ellos, después de 50 años de hostilidades.
El Congreso estadounidense podría ofrecerle una mejor recepción al pontífice suspendiendo el criminal bloqueo impuesto a la isla socialista por la Casa Blanca y devolviendo a los cubanos la base naval de Guantánamo.
Cuba es hoy una nación de poco más de 11 millones de habitantes dotados de una fuerte religiosidad sincrética, mezcla de un cristianismo de origen español con tradiciones religiosas oriundas de África, como la santería, traídas por los esclavos que llegaron destinados a trabajar en los ingenios de azúcar.
La Revolución, liderada por Fidel, victoriosa en 1959, no se hizo contra la religión. Fidel y Raúl son de familia católica, y durante más de diez años fueron alumnos internos en escuelas católicas. La guerrilla de Sierra Maestra contaba con un capellán, el P. Guillermo Sardiñas, designado por la conferencia episcopal. A él le tocaba bautizar a los hijos de los campesinos, casar a los novios, enterrar a los muertos, víctimas de la guerra revolucionaria. Después de la victoria, Sardiñas recibió el título máximo de Comandante de la Revolución y obtuvo del papa Juan 23 permiso para andar con el traje verdeolivo.
La expropiación de empresas estadounidenses llevaron al presidente Kennedy a patrocinar, en 1961, la fracasada invasión mercenaria de Bahía Cochinos. En el clima caliente de la Guerra Fría ese episodio llevó a Fidel a declarar el carácter socialista de la Revolución y arrojó a Cuba a los brazos de la Unión Soviética. Tal alineamiento afectó a la religiosidad cubana.
Con anuencia de la conferencia episcopal cubana, en 1981 inicié el delicado trabajo de aproximar a la Iglesia Católica y al Estado. El momento fuerte fue en 1985, cuando, en mayo, Fidel me concedió una larga entrevista sobre el tema religioso, y que fue publicada con el título de “Fidel y la religión”, libro reeditado en Brasil este año por parte de la Companhia das Letras.
Fidel volvió a dialogar con el episcopado, y el pueblo cubano empezó a manifestar públicamente su fe cristiana, incluyendo a militantes del Partido Comunista. Y se suprimió lo de “ateísmo científico” de los libros de texto.
Ese proceso favoreció la visita de Juan Pablo 2° a la isla en 1998. Hubo mucha presión de la Casa Blanca para que el papa no hiciera el viaje o, si lo hiciera, para que el papa condenara el socialismo. Pero Juan Pablo 2° fue, visitó todas las diócesis, estrechó vínculos de amistad con Fidel, condenó el bloqueo impuesto por los EE.UU. e incluso elogió los logros de la Revolución en Salud y en Educación.
Benedicto 16 visitó la isla en marzo del 2012, con ocasión de los 400 años de la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre, y también condenó el bloqueo, así como pidió más libertad religiosa, especialmente la reapertura de las escuelas católicas. Hoy día se dan excelentes relaciones entre la Iglesia Católica y la Revolución.
En el entramado de esa prometedora ingeniería política es donde el papa Francisco intervino para facilitar la aproximación de los EE.UU. y Cuba. El bloqueo tiene un costo social excesivamente pesado para la isla. Los cubanos sintieron alivio cuando vieron a Obama por televisión, el 17 de diciembre del 2014, admitir que el bloqueo “no funcionó”. Queda por saber, como me dijo Fidel en enero de este año, si eso significa “apenas un cambio de métodos o implica también cambio de objetivos”.
Francisco fue acogido por la “caliente” solidaridad cubana, que actualmente se extiende por más de 100 países, que cuentan con los servicios de sus médicos y profesores. Aterrizó en La Habana en el momento en que Cuba pasa por importantes cambios, a fin de adaptar su economía a los nuevos socios fuera del campo socialista. Todo ese proceso es visto por la población con esperanza y cautela. Esperanza de que la isla reciba inversiones significativas y doble el número de los 3 millones de turistas que la visitan anualmente, trayendo divisas. Cautela porque, como me declaró un amigo cubano, “será el choque de un tsunami consumista con la austeridad cubana”. Sólo el tiempo revelará el nuevo perfil del único país socialista de la historia de Occidente.
Frei Betto es escritor, autor de “Paraíso perdido. Viajes al mundo socialista”, entre otros libros.
Fuente: Cubadebate.cu