En 1917, María Calvo Nodarse, natural de Guanajay, de 25 años de edad, hija de Pablo y Matilde, recibió de las autoridades competentes el Titulo de Chofer que la autorizaba a conducir vehículos automotrices. La prensa anunció que era la primera mujer que conducía un automóvil en Latinoamérica y España.
La mayoría de sus biógrafos afirman que su verdadero nombre era María Constancia Caraza Valdés y a los quince años animó a su novio para fugarse y hacer realidad sus sueños pueblerinos pintados de rosa en La Habana. Pero la capital desvaneció todas sus ilusiones, conoció el hambre, las escaseces y para subsistir aprendió a agradar a los hombres.
Inteligente, bella, simpática y de modales elegantes dejó a su pareja para ser administradora de sus propios encantos y con ellos fue obsequiando a grandes personalidades políticas y de la alta sociedad que la mimaron y enriquecieron. El presidente de la República de Cuba, José Miguel Gómez, fue uno de sus grandes protectores.
María Calvo Nodarse o María Constancia Caraza Valdés era conocida popularmente como La Macorina. Se cuenta que su mote surgió una noche cuando paseaba por la Acera del Louvre y un grupo de jóvenes bohemios que la conocían comenzaron a piropearla. Uno de ellos, que había empinado el codo un poco más de lo debido, al verla tan elegante y garbosa la confundió con La Formalina, una cupletista española muy aplaudida y admirada en los escenarios habaneros de aquellos días y, en lugar de pronunciar su nombre correctamente, enredó las letras y balbuceó: – ¡Ahí va la Macorina! Y todos miraron a María Calvo Nodarse. El nombre de La Macorina pegó graciosamente en el grupo, corrió de boca en boca y la acompañó toda su vida.
Los estudiosos de su vida apuntan que su afición automovilista surgió en 1917 al ser atropellada por el auto de un influyente político que la auxilió y atendió. El accidente le produjo una pequeña y vitalicia cojera que fue compensada por el causante regalándole un magnífico automóvil. Fue así que solicitó y obtuvo el título de chofer.
Continúan narrando los historiadores que La Macorina con los obsequios que recibió compró cuatro casas en La Habana, caballos de carrera, vestidos franceses, valiosas joyas y nueve automóviles. Tuve – dijo ella – todo el dinero que quise.
Pero independientemente de sus riquezas, joyas y propiedades, de su hermosura y su don maravilloso de hacer amistades, tuvo dos virtudes excepcionales: fue una mujer leal y valiente. Lo demostró en febrero de 1917,cuando José Miguel Gómez y sus partidarios se alzaron en las provincias orientales en oposición a la reelección amañada del presidente Mario García Menocal. La rebelión fue sangrienta y terminó con la captura de Gómez y su encierro en el Castillo del Príncipe. La Macorina no estuvo ajena a estos hechos y por ayudar a José Miguel guardó prisión. En una entrevista que le hiciera el periodista Guillermo Villarronda en la revista Bohemia a finales de 1958 contó:
“—Los acontecimientos políticos conocidos por “la Chambelona” encontraron en mí a la sincera admiradora que siempre fui de José Miguel. Él era mi amigo y cuando se vio envuelto en aquel suceso yo le ofrecí todo mi apoyo, trasladando a sus partidarios de un lado a otro en mis automóviles. Eso me valió ser arrestada y permane¬cer presa durante veinticinco días en la cárcel de La Habana, de la que era alcaide Andrés Hernández, quien al llegar yo a la prisión se hizo cargo de mis prendas, habili¬tó un local exclusivamente para mí, y en fin, me trató como una reina, a pesar de que el Presidente Menocal le había ordenado que fuera severo conmigo“.
El juez le impuso a Macorina una fianza de $5,000.00 pesos, pero no fue necesario que ninguno de sus amigos le depositara el dinero, porque la causa fue dejada sin efecto.
El fotógrafo del Heraldo de Cuba, Rafael B. Santa Coloma conocía a la Macorina, los dos eran amigos de José Miguel Gómez, los dos sufrieron las arbitrariedades de los menocalistas cuando el frustrado movimiento liberal de febrero de 1917 y la clausura del diario. Él era el fotógrafo preferido de la Macorina y los dos, fanáticos a los automóviles. Ella paseaba con su Mercedes descapotado color rojo por las calles de La Habana y él iba con su Ford a retratar sucesos. Pero el auto del reportero gráfico tenía nombre. Como siempre llevaba en su guantera bombones y barritas de chocolate porque le gustaban mucho, sus compañeros llamaban a su auto La Chocolatera. Alguna que otra vez, la decana de las choferas, le pedía al fotógrafo que la auxiliara y le llevara gasolina y sus exquisitos chocolates porque por olvido, se quedaba con el tanque vacío en alguna de las calles de la ciudad. Ella sonreía feliz al avistar La Chocolatera y ver como su conductor se convertía en héroe y la rescataba de entre tantos admiradores que la rodeaban.
Por si fuera poco, su fama se acrecentó con el danzón titulado Macorina, interpretado por el famoso cantante Abelardo Barroso con la orquesta Sensación, melodía que durante años bailó la juventud cubana y fue un éxito en México y el resto de América latina.
Sin embargo no todas las novelas acaban bien, la crisis económica de 1929 disminuyó su fortuna, algunos de sus amigos quedaron arruinados, otros envejecieron y, para más desgracia, su simpatía y elegancia ya no lograban disimular las huellas que el tiempo le dejaba en su figura. Poco a poco la necesidad la obligó a vender sus propiedades, joyas y automóviles hasta quedar con la más triste de las adversidades: la soledad. María Calvo Nodarse, La Macorina, una de las mujeres más bellas, ricas y famosas de La Habana falleció el 15 de junio de 1977 en una humilde habitación de una casa de huéspedes.
Fuentes:
Guillermo Villarronda, entrevista a La Macorina. revista Bohemia, 26 octubre 1958
Julio Lagomasino Entrevista realizada el viernes 23 de noviembre de 1951
Fernando López Ortiz: “50 años del Automovilismo” revista El Automóvil de Cuba,mayo de 1951, pp 48-108-