A Gloria Guerrero le otorgaron el premio Rubén Castillo Ramos por la obra de la vida, el más importante que otorga la Upec en la provincia de Granma
Camina con frecuencia por pasillos del telecentro provincial CNC. Saluda, sonríe, conversa y se va para el cubículo de edición, sets u otros lugares.
Gloria Guerrero Pereda, iniciadora de la televisión en la provincia de Granma, periodista, guionista y directora de programas, lleva más de 40 años entre micrófonos y cámaras, un romance que persiste, junto a medallas, distinciones y lauros.
Hace apenas unas jornadas le concedieron el premio Rubén Castillo Ramos, por la Obra de la Vida, el más importante que otorga la Unión de Periodistas de Cuba en este territorio sur-oriental.
Dialogamos en el hermoso y acogedor patio de la Casa de la Prensa, en Bayamo. “Me puse feliz con la noticia. Esto significa mucho, porque es el reconocimiento de quienes me conocen en verdad y el fruto de tanto tiempo de labor. Además, admiré a Rubén, excelente profesional y persona, por eso constituye también un compromiso”.
Habla despacio, como si viera imágenes de cada etapa de su existencia. Cuenta que cuando niña era tímida, pero “siempre quise luchar contra eso”. Hace un leve silencio, y continúa.
“Todavía veo a la pequeña que vivía con sus abuelos maternos en el poblado de Julia, adonde llegó desde Manzanillo; corría en el patio, brincaba cercas, sin temor a las espinas y clavos“.
A nuestro lado, se forma una gran pantalla, gracias a sus palabras y encanto comunicativo. Gloria sube el tono de voz o lo baja, los gestos muestran la emoción. Ahí está la chiquilla que oía la pelota por radio, veía ilustraciones de comics, y preguntaba lo que significaba cada vocablo, para no olvidarlo jamás.
Aparece en Bayamo, también alegre, y mira a todas partes, porque la ciudad la deslumbró con sus olores y colores diferentes. “Venir de visita era una fiesta. Luego me sucedió con Santiago de Cuba. Ahora adoro ir a Julia”.
Relata que desde pequeña detesta los números, por eso estudió Licenciatura en Letras, en la Universidad de Oriente, pero, en tercer año comprendió que aquello no era lo suyo y cambió para primero de Periodismo.
“Poco a poco, me enamoré de la carrera. Tuve profesores con prestigio en la práctica reporteril e iba a los medios con frecuencia, donde conocí los linotipos y la realización de planas, la radio y, cuando llegué a la televisión, dije: aquí me quedo, pues me fascinó”.
Después de su graduación en 1974, Gloria participó en la apertura de la corresponsalía del Noticiero nacional en Holguín y, más tarde, lo hizo en Granma.
Durante aquella época debía editar en Santiago de Cuba o en la Ciudad de los parques, sin importar horarios ni cansancio.
“Fueron días de sacrificio, pero me sentía de maravilla. A veces, carecíamos de medios de transporte para movernos y lo hacíamos en lo que fuera, hasta de madrugada. No soy llorona, pero en ocasiones he sufrido bastante.
“Cuando tengo alguna información, debo publicarla rápido, porque me quema. Por mí no puede fallar nada. Lo hago enferma o de cualquier modo”, dice esta mujer de estatura baja, apasionada de los documentales y sus dos actuales programas, Convergencia y Aristas, quien se define como alguien con una coraza por fuera y blandita adentro, amante de la música, el baile, la poesía y las películas.
“De vez en cuando, soy dura y caprichosa, no transijo con lo mal hecho, pero, en el fondo, tierna y amorosa, sobre todo con mi nieta Camila, a ella casi ni la regaño. Además, le encanta mi comida”.
Sonrío, y ella riposta: “Sí, sé que mi fama no es favorable en cuestiones de cocina, pero no lo hago tan mal. Es que no nací para eso. Cuando escribo, olvido la olla”.
Su charla es entretenida y amena. Por momentos, disfruta sus propias anécdotas, y sigue. La etapa en Haití, como corresponsal, persiste en su mente.
“Casi nunca había luz eléctrica ni agua potable, pero me encantó. Desde antes, me preguntaba por qué sus pobladores son tan alegres y bailadores si tienen tantos problemas, por qué quieren tanto a los cubanos… Sentí el amor hacia nosotros. Y traté de reflejarlo en mis trabajos desde la añoranza, el dolor, la alegría y el sentimiento”.
En la pantalla imaginaria, uno de los momentos más especiales para ella: la fundación del telecentro provincial, el 9 de mayo de 1995, donde fue jefa del departamento informativo hasta el 2006. “Soñaba con la instalación, por eso tanta felicidad ese día”.
En otra de las secuencias que evoca, observamos a una joven intranquila y algo tensa. “Después de un terremoto ocurrido en 1992, pensé que me había equivocado, por ser rápida y confiar en una fuente, sin constatar. Hasta interrumpieron la transmisión nacional para poner aquello. Cuando llegué al lugar con mayores afectaciones, creí que había exagerado.
“Me avisaron que Fidel venía para Bayamo y quería verme. Imagínate. Él dijo ‘vi tu información, por eso estoy aquí’. Yo temblaba. Luego me felicitó por los datos que incluí hasta sobre terremotos de similar intensidad en siglos precedentes. Ya él había comprobado todo en el Centro de sismología, en Santiago de Cuba. Después hicimos un recorrido por las zonas dañadas”.
Gloria señala peculiaridades de la prensa en la actualidad. Parece aconsejar a un discípulo.
“A quienes comienzan les sugiero que investiguen, sean valientes, creativos, respeten la profesión y jamás se equivoquen en cuestiones de principios.
“Los de más edad debemos ayudarlos, inculcarles el espíritu de sacrificio y dejarlos que abran las alas”, expresa quien asegura no cambiaría nada en su vida profesional, porque “me siento afortunada hasta por los instantes más difíciles.
“A pesar de mis 65 años, sigo siendo la misma muchacha de antes. He aprendido de muchas personas, incluido Víctor Montero, profesor y amigo fallecido hace algún tiempo. El alma permanece intacta y con el mismo amor por el periodismo y la televisión”.
Gloria Guerrero Pereda se levanta de la silla y juntos caminamos por parte del Centro Histórico Urbano de Bayamo. Ella habla con tranquilidad. Sonríe, saluda a varias personas, mira a uno y otro lado. Su mente, cuna de tantas ideas y creatividad, quizá busque un tema para otro documental.
Un beso es la despedida y, mientras me marcho, la imagino con su nieta, en el cubículo de edición o tomando el café que tanto le gusta, casi siempre frente a la computadora. Con la misma sencillez, sigue en querido CNC, como una novia fiel.
Autor: Yasel Toledo Garnache
Foto: Luis C. Palacios Leyva