Sensible a su entorno, a las letras y el buen decir, Felipe Poey obvió el camino de la abogacía para abrazar el magisterio y la vocación naturalista de su niñez, hasta convertirse durante su larga vida en el primer gran científico cubano.
Era Poey un enamorado de la naturaleza cubana desde aquellos años que saco en mano colectaba mariposas y, otras veces, tomaba para observarlos y dibujarlos todo tipo de peces del país; y -en horas de ensueño- escribía sus églogas a Silvia y El Arroyo, el soneto Furor Escolástico y más versos agradables al oído o el fino humor filosófico de El gato pensador.
Despedida de Guanabacoa, una quintilla bien combinada de versos octosílabos, musicalizada por otro autor, llegó a ser una canción popular a mediados del siglo XIX.
Su gusto por estos temas lo llevó, siendo adolescente, a preparar un tomo manuscrito de Fábulas Escogidas (1816), de varios autores, largo tiempo en su poder, que utilizó en un ciclo de clases de lectura en alta voz, en el Liceo de la Habana, en 1858 (se conserva en la Biblioteca Nacional José Martí).
Aquel muchacho de ascendencia franco-cubana unía su firma a las de varios condiscípulos, en el Observador Habanero (1820-1822), un efímero “periódico político, científico y literario”, publicado en la capital a la luz de la libertad de imprenta dictada por las autoridades.
“…era un sabio muy literato, tan amigo de Couvier como de Virgilio”, escribió Enrique José Varona, en 1888, en ocasión de la publicación de sus Obras literarias, y José Martí señaló certero “el ingenio de Poey” (Patria, 1893).
A veces la grandeza de sus aportes científicos deja en un segundo plano la utilidad de sus textos escolares que mostraron a los cubanos el exuberante país donde vivían, las características de su naturaleza y las costumbres de su gente, impregnando a cada palabra un sentimiento de amor patrio.
Existen referencias respeto a la sabiduría, erudición y su encanto para explicar las lecciones, con tanta sencillez y claridad, que cautivaba a los alumnos, intercalando aspectos interesantes de sus viajes y excursiones científicas, y algo de literatura; vestido con ropa de otros tiempos y calzado de botas toscas que hoy llamaríamos ortopédicas artesanales.
Estudiaba concienzudamente un asunto y lo exponía con suma claridad, descendiendo a los más íntimos detalles, según su discípulo Carlos de la Torre Huerta (1858-1950), quien fuera también un notable naturalista, investigador y profesor.
LOS CAMINOS DE POEY
Poco se conoce de su infancia llena de dificultades económicas, separación familiar y quebrantos de salud. A la edad de cinco años viajó con su familia a Pau, Francia, donde falleció el padre poco después; la madre regresó a Cuba y Felipe permaneció en ese país hasta aproximadamente 1815, fin del régimen napoleónico.
Allí sufrió una enfermedad –posiblemente poliomielitis- que le dejó secuelas en las piernas y parálisis en la mano derecha.
Aunque tuvo primos cubanos adinerados y su hermana María de las Mercedes –casada con un potentado-, Felipe Poey Aloy, vivió de sus escasos recursos económicos (sueldo de profesor universitario, algunas casas urbanas de su mujer y el cobro de derecho de autor de libros de texto), de acuerdo con su testamento.
Amante de la investigación, ya en sus años mozos, comenzó la fragua de su pensamiento científico y conciencia cubana en las aulas del Colegio-Seminario de San Carlos y San Ambrosio (1818-1821); fue alumno de los presbíteros Félix Varela (Filosofía) y Justo Vélez (cursos de Derecho Patrio y también de Economía Política).
Una tesis del joven Poey, que Vélez estimó con méritos y dispuso publicar en 1820, se pronunció por facilidades a los colonos blancos, el fomento de la pequeña propiedad agraria y el comercio libre.
Hizo el examen final sobre Derecho Patrio, y obtuvo el título de bachiller en leyes (1821); entonces viajó a España para graduarse de abogado, en un momento especial denominado Trienio constitucional (1820-1823).
Todo le indicaba un futuro prometedor en ese campo y se ocupó de su preparación, aunque no constituía su verdadera vocación.
En Madrid asistió a los cursos de Derecho Público Constitucional que impartía en el Ateneo el catedrático español Faustino Rodríguez Monroy y obtuvo certificado de profesor de la Academia Nacional de Jurisprudencia (Derecho Civil y Canónico).
Durante su estancia leyó abundante literatura de autores españoles y también realizó investigaciones en archivos y bibliotecas acerca de la conquista española de Cuba, con el propósito de escribir una historia sobre el descubrimiento; entre otros textos consultó las obras del padre Bartolomé Las Casas y de Pedro Mártir de Anglería.
Según sus biógrafos, Poey fue orador de una Junta Patriótica Constitucional y huyó precavidamente de España al ser restaurada la monarquía absoluta, en 1823, aunque no existían órdenes judiciales en su contra.
Mientras su maestro Varela, diputado a las Cortes (condenado a muerte), escapa de España a Gibraltar, en 1823, y luego arriba a Estados Unidos para siempre, Poey imprime un cambio radical a su vida, a la edad de 25 años.
El 22 de abril de 1824 contrajo matrimonio en La Habana y, en 1826, con la esposa y el primer hijo (Andrés) viajó a Francia –la tierra de sus ancestros- donde permaneció hasta 1833.
En su equipaje llevó 85 dibujos de peces cubanos y un barril de aguardiente que contenía unas 35 especies, fruto de sus observaciones de la naturaleza cubana; a Cuba volvió un Poey más culto en literatura y lenguas con avances en su autoformación como científico.
Allá perfeccionó su francés y estudió las lenguas y literaturas clásicas, en especial el latín, llegó de primera mano a la nueva literatura francesa y, se dice, obtuvo el título francés de abogado, pero no ejerció esta profesión.
Y algo muy importante, conoció a integrantes de la comunidad científica francesa, entre ellos el innovador de las Ciencias Naturales George Cuvier (1769-1832), creador de la anatomía comparada y la paleontología, con quien colaboró en su Historia Natural de los Peces.
Esta experiencia le permitió reanudar sus primitivas tareas, al regresar a Cuba, más preparado para los estudios ictiológicos y dibujar con más inteligencia y corrección, según afirmó años después.
Su vuelta a Cuba ocurrió tras la muerte del monarca absolutista Fernando VII y el inicio de la regencia de su viuda María Cristina de Borbón, ejercida de 1833 a 1840, por minoría de edad de su hija Isabel II, apoyada por sectores liberales burgueses.
Discreto en sus decisiones, sus biógrafos divagan sin informaciones precisas, acerca de su anterior salida y los motivos de su vuelta al país que lo vio nacer y de su permanencia en el mismo, a pesar que el ambiente político no resultó exactamente como lo esperaba.
Pronto Poey tuvo que comparecer ante el nuevo capitán general Miguel Tacón a causa de una caja de libros proscriptos por las autoridades que llegó al puerto habanero, procedente de Paris, y que el destinatario dijo desconocer y no había solicitado.
El mandato de Miguel Tacón (1834-1838), se caracterizó por la relegación a un segundo plano político a la aristocracia criolla y sus voceros, en beneficio de la burguesía peninsular que ascendía por medio de los liberales a un primer plano en España.
Se vio involucrado también en el incidente de la Academia Cubana de Literatura, proyecto aprobado por la Regente el 25 de diciembre de 1833, y rechazado por sectores criollos reaccionarios, lo cual generó una fuerte polémica.
Entre los 27 académicos de número, estarían José de la Luz y Caballero (1800-1862), Felipe Poey y su condiscípulo en San Carlos y defensor ardoroso de la misma, José Antonio Saco (1797-1879), a quien Tacón expulsó de Cuba, en 1834, y prácticamente vivió en el extranjero, casi el resto de su vida.
MAGISTERIO Y OBRAS
Poey enfiló sus pasos por el rumbo definitivo como docente, autor de textos escolares para distintos niveles y de gran repercusión en el desarrollo de la educación, la cultura y las ciencias en Cuba; participante en numerosas tertulias y medios de prensa, hizo también crítica literaria y científica.
Durante esa década inició la publicación de sus trabajos zoológicos y de diversos temas en revistas y periódicos cubanos, junto con su labor docente.
En 1835 integró el claustro del famoso Colegio San Cristóbal de La Habana (conocido como Carraguao), junto con José de La Luz y Caballero, en el cual estudiaron Pedro (Perucho) Figueredo, Antonio y Eusebio Guiteras, y Francisco Vicente Aguilera, entre otros personajes significativos para la historia de Cuba.
Dados sus amplios conocimientos, impartió en la enseñanza primaria las asignaturas de Geografía de Cuba y Geografía Moderna; y en la secundaria, Lengua Francesa y Lengua Latina.
Catedrático de Zoología y Anatomía Comparada, desde 1842, en la Universidad de la Habana; en 1863 pasó a ocupar la de Zoología, Botánica y Mineralogía con nociones de Geología; en 1882, a petición propia, quedó solo a cargo de la disciplina Zoografía de vertebrados vivientes y fósiles, hasta el día de su fallecimiento en plenitud de facultades.
Escribió sus propios textos para las enseñanzas primaria y secundaria y elaboró guías de contenido e índices de la universitaria, así como obras de divulgación, entre otros libros:
-Fue autor de Compendio de geografía de la isla de Cuba (1836) (1), la primera obra de su tipo en el país durante muchos años (19 ediciones hasta 1860), la cual iba mejorando didácticamente y actualizando contenidos, al agotarse cada impresión. La octava edición (1848) incluyó un Atlas de 28 mapas litografiados para las escuelas primarias, el primero de su tipo impreso en Cuba, elaborado por su hijo Andrés Poey Aguirre (1825-1919). La siguiente (1849) apareció con un compendio sobre la geografía antigua, mientras que la número 15 pasa a llamarse Geografía física y política de la Isla de Cuba (2).
-Cartilla Geográfica (1839, 1855) para la enseñanza primaria.
-Compendio de Geografía Moderna para los colegios y escuelas secundarias, 1840. (3)
-Curso de Zoología, 1843.
-Curso elemental de mineralogía, con apéndice Consideraciones ortográficas (tres ediciones 1872, 1878 y 1883).
Su obra cumbre Ictiología Cubana o Historia natural de los peces de Cuba (manuscrita) contiene el estudio de 758 especies de peces cubanos (125 nuevas para la ciencia), con detallada descripción de cada una de ellas y representadas por mil 300 individuos de todas las edades y otras muestras de escamas, esqueletos completos, medio esqueletos, vísceras completas, cabezas y aletas. (80 páginas de texto y 10 tomos de atlas). Fue enviada en barco a Holanda, el 25 de febrero de 1883.
En homenaje al bicentenario del gran sabio cubano la Editorial Academia publicó Felipe Poey Estudio Biográfico, La Habana, 1999, y la Universidad de la Habana su Ictiología Cubana, en dos volúmenes (mil 502 páginas y 976 páginas) y un atlas con 572 ilustraciones realizadas a mano por Don Felipe Poey y Aloy.
Pertenece a la Colección Clásicos del Pensamiento Cubano realizada por investigadores de la Casa de Altos estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana, incluida también en la Biblioteca Digital Cubana (http://bdigital.bnjm.cu/).
Otras obras:
-Centuria de lepidópteros de la Isla de Cuba (Paris, 1832), primer trabajo sobre las mariposas cubanas, nuevas o poco conocidas.
-Revista zoológica de la Isla de Cuba (El Artista, La Habana, 1849), que introdujo en varios números de esta publicación capitalina.
-Memorias sobre la Historia Natural de la isla de Cuba (Volumen I, 1851 y Vol. II, 1856-1858).
-Repertorio físico-natural de la Isla de Cuba (Tomo I, 1865-1866; Tomo II, 1866-1866), contenía también colaboraciones de científicos de Cuba y el extranjero.
-Obras Literarias, 1888. Compilación de sus trabajos, en prosa y versos, dispersos en periódicos y revistas, que calificó de “un arte de lujo cultivado las más veces por puro pasatiempo”. (4) Sus primeros versos son de 1824, publicados en 1834 en la Revista Bimestre Cubana.
Al respecto incluimos la siguiente valoración especializada: “Si en los textos científicos de Felipe Poey, especialmente los de geografía e historia natural, se perciben sus dotes artísticas en las descripciones de la naturaleza y costumbres cubanas, en los escritos propiamente literarios, en prosa o verso, se descubre la pupila del científico capaz de captar las variadas cualidades de nuestro paisaje, que plasma con una expresión no despojada de rasgos neoclásicos”. (5)
Notas:
Poey Felipe. Compendio de geografía de la isla de Cuba. Parte I Topografía. Imprenta del Gobierno y Capitanía General de S.M., La Habana, 1836; dedicada al maestro de los maestros, su amigo Luz y Caballero.
Poey Felipe. Geografía física y política de la Isla de Cuba. Imprenta y papelería de Barcina, La Habana, 15ta edn.
Poey Felipe. Compendio de Geografía Moderna para los colegios y escuelas secundarias. Imprenta del Gobierno y Capitanía General de S.M., La Habana, 1840.
Poey Felipe. Obras Literarias. La Propaganda Literaria, La Habana, 1888.
Historia de la literatura cubana. Tomo I (Página 345). Editorial Letras Cubanas, 2005.
Felipe Poey Aloy (1799-1891)Profesor de varias disciplinas más de 50 años, eminente naturalista e ictiólogo de fama internacional Felipe Poey nació en La Habana el 26 de mayo de 1799, hijo del francés Juan Andrés Poey Lacase y de la criolla (cubana) María del Rosario Aloy Rivera. Trabajó hasta su fallecimiento, el 28 de enero de 1891, en su casa de la calle Prado, y velado en la Universidad de la Habana donde años después fueron llevados sus restos en una pequeña urna.Fundó en 1839 el Museo de Su estudio de varias décadas Ictiología cubana, recibió Medalla de Oro y Diploma de Honor en la Exposición Internacional de Amsterdam, en 1883; depositado el manuscrito en la Biblioteca del Museo de Historia Natural de Madrid, la obra permaneció más de un siglo inédita; fue publicada íntegramente en Cuba, en el año 2000. Colaboró como divulgador científico y literario, con traducciones y artículos propios, en numerosas publicaciones nacionales y extranjeras, entre ellas: El Plantel, el Faro Industrial, El Artista, Memorias de la Sociedad Económica de Amigos del País, Revista de La Habana, La Luz, Revista Habanera, Ateneo, La Piragua, Floresta Cubana, El Liceo, Revista de Cuba, Revista Bimestre Cubana, El Fígaro; Anales del Liceo de Historia Natural (Nueva York) y Anales de la Sociedad Española de Historia Natural. En Cuba fue Miembro fundador de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales (1861) y presidente de la Sociedad Antropológica (1877), también socio de mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País (1838). Tuvo relaciones con eminentes naturalistas del mundo y perteneció a prestigiosas instituciones científicas extranjeras. Amigo de pescadores cubanos, más de una vez se apoyó en ellos; tuvo en cuenta la sabiduría popular y cuanta fuente científica o literaria consideró útil. |