La capacidad de soñar y elucubrar nuevos planes, para acometerlos de inmediato, no le abandonó nunca. Incluso, asomó con mayor intensidad en sus últimos días, en cada conversación, en cada encuentro, a pesar de las turbulencias que atosigaban su salud. Era un rasgo del alma guerrera de Antonio Moltó, nuestro Presidente. El líder de la Unión de Periodistas de Cuba soñó y trabajó con ímpetu que crecía a medida que se deterioraba su salud; hasta que finalmente le llegó la hora del descanso a su corazón, no a sus ideas.
Todavía en el mensaje con que se disculpó por no poder asistir al VIII Pleno del Comité Nacional de la Upec, en junio pasado, Moltó dedicó más tiempo a reflexionar sobre misiones que tenemos los periodistas cubanos de hoy.
Pero antes, en otro documento, fundió su visión del periodismo revolucionario de todos los tiempos, el compromiso con la Historia y las tareas estratégicas que aguardan por los periodistas cubanos para desarrollarlas en los meses de trabajo que transcurrirán hasta el X Congreso de la Upec. Se trata de la Proclama a ese encuentro que leyera en persona Moltó hace apenas cinco meses en su natal Santiago de Cuba.
“Tenemos por delante –dijo nuestro Presidente- la urgente tarea de cambiar el modelo de prensa para responder a reclamos históricos de los profesionales y de la sociedad y, a la vez, dar respuesta a los profundos cambios culturales y tecnológicos que vive hoy la comunicación en la era de la Internet y las plataformas sociales”.
Bajo la conducción de Moltó, la Unión de Periodistas de Cuba ha sumado sus fuerzas y ha avanzado hacia lo que pudiera parecer un sueño imposible. Pero Fidel y la Revolución nos han enseñado que la capacidad del triunfo también depende de la audacia para proponernos objetivos que pudieran parecer quiméricos en un momento inicial.
“Nuestros sueños de un periodismo que se acerque más a los problemas y necesidades de los cubanos, deben reivindicarse en hechos”, pedía en la Proclama. “Tenemos que concretarlos en la realidad y precisar con mayor profundidad cómo lo vamos a hacer en cada redacción, frente a nuestras audiencias”. Nuestro Presidente planteaba el reto y aportaba también claves para lograrlo: “Tenemos que hacerlo de la manera más eficaz posible y esa eficacia es imposible en los tiempos que corren sin la ética y sin la ciencia”.
Otra clave la ofreció con su vida un hombre que huyó siempre de la queja, del lamento, del “no se puede”, como auténtico revolucionario, a golpe de desafíos, de convocatorias, de enamoramiento de las mejores ideas. Yo soy un loco con ideas fijas, decía. Martiano y fidelista hasta el tuétano, no solía citarlos en frases, pero nos recordaba todos los días, todas las horas, lo que heredamos de Martí y Fidel y tenemos el deber y el placer de practicar.
El mayor y verdadero homenaje se lo haremos a Moltó en los próximos meses, en el camino al X Congreso, en la medida en que logremos mantener con vida y ampliar esas ideas y le seamos fieles a esa capacidad de aglutinar que le han reconocido gran parte de sus colegas en las últimas horas. Que defendamos como él el derecho de la sociedad cubana a tener un sistema de medios públicos de vocación socialista y por ello con una expresión más realista, razonada y equilibrada de las realidades que vive el país.
Lo que acaba de irse ya no era él. A él tenemos la responsabilidad de mantenerlo vivo, con su don de gente, sus dotes de comunicador y ese sentido de servicio a la Revolución por encima de dolores físicos o de otro carácter. Nos toca hacer que jamás se pierda su capacidad para unirnos y entusiasmarnos en los momentos más críticos.
Hagamos un mejor periodismo y seremos consecuentes con su legado político y profesional.
Presidencia Upec
16 de agosto de 2017