En estos días se vuelve a poner en evidencia que la mentira es el arma con la cual los poderes establecidos se esfuerzan en desacreditar los procesos revolucionarios.
Como no se puede ignorar la ausencia de víctimas humanas y la presencia de la más alta dirección del gobierno cubano en la zona donde impactó el Huracán Matthew, se intenta distraer la atención internacional con calumnias y tonterías, que no resisten un análisis serio de la actuación de las autoridades en la zona de desastre y el papel de los medios públicos en esos momentos.
La Revolución tiene una larga experiencia en el enfrentamiento de estas campañas tóxicas. En las primeras semanas de la Revolución triunfante, Cuba libró una de sus grandes batallas contra la desinformación y la manipulación. No era la primera de sus contiendas en el ámbito comunicacional. En la Sierra Maestra, exactamente dos años antes, el Comandante en Jefe Fidel Castro había concedido una entrevista al periodista de The New York Times, Herbert Lionel Matthews, para destruir la ficción, potencialmente desmovilizadora, de que el líder del Ejército Rebelde había muerto.
Inmediatamente después de que la Revolución derrocara a la dictadura y mucho antes de que proclamase el socialismo y promulgase incluso la Reforma Agraria, las transnacionales de prensa y medios derechistas del hemisferio y del mundo alentados por Estados Unidos, lanzaron un diluvio de calumnias y distorsiones contra ella. Como respuesta Fidel convocó a la “Operación Verdad” en La Habana el 21 y 22 de enero de 1959. Acudieron a su llamado 380 periodistas de Estados Unidos, América Latina y el Caribe.
Entre los organizadores de “Operación Verdad” el argentino Jorge Ricardo Masetti. Amigo y discípulo revolucionario de Ernesto Che Guevara, Masetti había subido a la Sierra Maestra. Él se encargó de crear la agencia Prensa Latina, de la cual dijo: “Nosotros somos objetivos pero no imparciales. Consideramos que es una cobardía ser imparcial, porque no ser puede ser imparcial entre el bien y el mal”.
Como había ocurrido durante la guerra contra la dictadura batistiana, la dirección de la Revolución ha acompañado cada batalla política y militar, además de las económicas y sociales, con una cruzada para dar a conocer los asuntos de interés nacional que no aparecían o se desnaturalizaban en las versiones uniformadas del conjunto mediático internacional. La prensa cubana es hija, por tanto, de una concepción del periodismo en clave ética, que se ha mantenido fiel a las mayorías que representa y que ha demostrado en más de medio siglo que, efectivamente, no hay una contradicción insalvable entre la búsqueda de la verdad y la objetividad, y el carácter revolucionario de los medios y los periodistas.
Eso no significa que se hayan resuelto problemas acumulados en el sector y otros que acompañan la aparición de todo tipo de contenidos y plataformas digitales, que están transformando la comunicación en la sociedad contemporánea. Tanto el Partido como los profesionales de la comunicación coinciden en que se necesitan cambios para mejorar las funciones de la prensa y acompañar las transformaciones que encara el socialismo en Cuba. La voluntad expresa del Partido es facilitarlos y que nada desvíe a la prensa y a sus periodistas de la búsqueda de un ejercicio profesional más integral, orientador y analítico, que sea capaz de promover la reflexión y la participación de los ciudadanos.
La Revolución, lejos de debilitarse, se fortalece con el trabajo de los periodistas, que la población se haya movilizado con tanta confianza y disciplina es prueba fehaciente de la credibilidad de las instituciones del país y, por supuesto, de su sistema de medios públicos. Este ha demostrado las enormes reservas del sector para el ejercicio de un periodismo veraz, cohesionado, sensible a los problemas de los cubanos y objetivo, a la manera en que lo valoraban Masetti y las legiones de periodistas revolucionarios con que contamos.
El pueblo cubano confía en sus medios y periodistas, tanto como desprecia a los que aprovechan cada noticia para hacerse eco de la calumnia y la provocación. Las grandes transnacionales y sus aliados, que por instinto reaccionaron contra el gobierno revolucionario en 1959 apenas llegó al poder, son viejos conocidos. En la actualidad se constituyen como actores políticos con fuertes intereses económicos, y en países como Argentina, Venezuela, Brasil, Bolivia y Ecuador han pasado de ser los portavoces de la oposición a consolidarse ellos mismos como actores políticos golpistas. Acción política que se ejerce bajo el antifaz de una supuesta objetividad “apolítica”.
En Cuba, no habrá espacio ni para medios privados financiados desde el exterior, ni para desacreditar a la prensa de la Revolución, ni a sus instituciones. Los periodistas revolucionarios son y seguirán siendo actores clave para mejorarnos como sociedad y para la movilización de la ciudadanía, como se demostró durante el paso de Matthew donde lo fundamental era evitar pérdidas de vidas humanas y que el país pudiera pasar de modo contundente a la recuperación de las zonas afectadas.
La Revolución tiene todo el derecho de enfrentarse a la mentira, que es el antídoto con el que se han forjado la unidad nacional, la conciencia política del cubano, nuestro sentido del mundo y vocación socialista, nuestra capacidad de pensar de forma independiente y separar lo auténtico de lo falso, y nuestra confianza en el liderazgo revolucionario. Que nadie lo dude: la “Operación Verdad” comenzó en 1959, pero aún no ha terminado.